Una ruta gastronómica en dos pueblos de Valladolid con mucho arte

Urueña, que es uno de los pueblos más bonitos de España, fue declarado Conjunto Histórico-Artístico en 1975 y es la primera Villa del Libro del país. Es un municipio en el que se lee mucho y bien. Pero en el que también se come mucho y bien.

Simancas, por su parte, fue escenario de una gran batalla que cambió el rumbo de la Reconquista y el archivo de su castillo es uno de los más importantes de Europa. Numerosos artistas de diferentes disciplinas han encontrado allí su hueco para crear. Rezuma arte e historia por sus cuatro costados, también en lo culinario. ¡Arrancamos la ruta!

Iniciamos el itinerario en gran balcón de Tierra de Campos, en la frontera con los Torozos. Urueña es uno de los pueblos más turísticos de la región. Su encanto, su muralla, el entramado de sus calles y su impresionante paisaje atrae a miles visitantes cada año, de ahí que sus bares y restaurantes estén empeñados en saciar el hambre del forastero. En la plaza del pueblo, está el Mesón Villa de Urueña. Un establecimiento con solera que es regentado por Luis A. Vallecillo y su mujer Olga Fernández, que dirige la cocina. Él presume de ser de Urueña «de pura cepa». «Tengo ocho apellidos carrasqueños», bromea. A este hostelero se le llena la boca hablando de las bondades de su pueblo. Es su orgullo. «Tenemos la gran ventaja de que Urueña es un pueblo muy turístico y estamos muy cerca de la A-6, tenemos la Villa del Libro y la Fundación Joaquín Díaz. Toda la oferta cultural y también la gastronómica, hace que cada vez venga más gente y que ésta se marche más contenta», dice.

Su especialidad es la carrillera de añojo con setas, un plato que nunca falta en su carta y que a todos les encanta. «Cocinamos más de 20 kilos a la semana. Las hacemos como ya la cocinaban nuestras abuelas, con pimiento rojo, verde, cebolla… el truco está en hacerlo a fuego lento durante 3 ó 4 horas. Casi al final del cocinado, añadimos las setas y las cebollas cortadas en cuadrados y esperar a que ligue», explica Olga, quien también borda el bacalao al ajo arriero. ¿Y de postre? Un libro. Realizado con hojaldre, crema de avellana y mazapán. Buenísimo y precioso a partes iguales. Este mesón es un acierto seguro.

Este restaurante abrió sus puertas hace poco más de un año, pero sin duda, va a dar mucho que hablar, y para bien. Con una cuidada decoración, que lo hace cálido y muy acogedor, Entretierras guarda tras de sí, una preciosa historia. Su alma mater es Rosa Iglesias. Una correctora de textos que un buen día quiso destinar la que era su vivienda habitual, a un negocio de restauración. El edificio, fue levantado en 2001 con las características de la arquitectura de la zona, no solo en su aspecto exterior, sino en el sistema constructivo. Utilizaron piedra, tapial, adobe y madera de pino procedente de cultivos de aprovechamiento forestal y otros materiales reutilizados. El resultado fue un imponente edificio, sobrio por fuera y espectacularmente bonito por dentro. Rosa cuenta una historia de cada rincón de ese restaurante en el que ha visto crecer a sus hijos. La historia más impresionante es la del viejo piano, que guardaba un secreto oculto en su interior. Cuando lo visiten, pídanle a Rosa que se la cuente…

El vallisoletano Fran Beltrán es su jefe de cocina y para esta ruta presenta un imprescindible de su carta, los Callos a la Madrileña. Un plato soberano de la gastronomía castellana y que en esta casa resulta una auténtica delicia para el paladar. Un bocado suave, pero de intenso sabor. «Es uno de los platos que mejor funcionan. Los callos son de ternera, no de vaca», aclara este chef mientras sirve el plato con enorme delicadeza. «Es carne de alta selección y eso los hace diferentes. Los traemos de Asturias y los embutidos que lo acompañan son de Castilla y León y también de Asturias. Los guisamos muy lentamente con chorizo, morro, pata y manitas de cerdo, para que el caldito quede muy bien ligado. La gelatina que sueltan hace que sean muy untuosos en boca, que sea un guiso muy meloso, algo que a los amantes de la casquería les encanta. Como hay gente que los quiere picantes y otros que no, siempre preguntamos al comensal, y si los prefiere picantes, lo añadimos al final. Invitamos a todo el mundo a que venga a visitarnos. El restaurante es increíblemente bonito, pero es que además, la cocina va totalmente acompasada al lugar», concluye.

Es un restaurante acogedor, precioso y con una larga historia. Se encuentra ubicado en una gran casona del S.XVII íntegramente restaurada y catalogada como patrimonio artístico. Federico Rodríguez, es su cocinero y acaba de sacar la nueva carta de la temporada. Entre todos los nuevos platos que propone para sorprender a su clientela, uno de los más destacados es el lingote de cochinillo a baja temperatura con hojaldre de patata y una gelée de naranja. «El cochinillo requiere 12 horas de cocinado a muy baja temperatura. El hojaldre también lleva mucho trabajo. Utilizamos láminas muy finas de patata que untamos con mantequilla de hierbas, las montamos y las terminamos al horno.

Este restaurante tiene otras muchas especialidades. Por la que son más conocidos es por sus chuletones T-Bone, que es un corte especial de la carne de vacuno en el que se puede ver un hueso en forma de T. «Los llevamos haciendo toda la vida y salen muy bien». Los que todavía no conocen el restaurante, les animo a que se acerquen. Es un sitio con mucho encanto y aquí les esperaremos con los brazos abiertos», anima Federico.

Concepción Sánchez está al frente de este negocio con 55 años de historia, que arrancó en el barrio de la Rubia y hace cuatro décadas se trasladó a Simancas. Lo fundó junto a su marido y ahora, también trabajan en él sus hijos Conchita y Carlos. Uno de los platos favoritos de sus clientes es el 'Rabo de ternera al Ribera de Duero'. Y no es de extrañar, ya que resulta realmente delicioso.

Muy orgullosa, Concepción cuenta el paso a paso: «Primeramente lo paso por harina y luego lo echo a una sartén con aceite de oliva virgen muy caliente», explica esta veterana cocinera. Una vez que el rabo está dorado, lo retira y comienza a trabajar la guarnición que se compone de cebolla, zanahoria, puerro, tomillo, romero, ajo y unas hojas de laurel. «Cuando está todo bien pochado, añadimos el rabo y un vaso de vino tinto Ribera del Duero. Lo dejamos cocer durante hora y media y ya estaría listo para comer. A todo el mundo le gusta muchísimo», anima Concepción.

En este restaurante prima la calidad, pero también la cantidad. Presumen de su cercanía a la ciudad, y de un entorno en plena naturaleza. «Estamos a 5 kilómetros de Valladolid y a 2 kilómetros del casco antiguo de Simancas y tenemos una clientela maravillosa. Los fines de semana trabajamos muy bien», asegura esta hostelera que entre sus especialidades destacan también las carrilleras, los espaguetis negros, las alubias con almejas y el lechazo asado, que le sale de fábula. «Siempre que lo hago, me dan la enhorabuena», concluye.

Este restaurante situado junto al río Pisuerga abrió sus puertas en el año 2018. Su eslogan es «comida, vino y fuego». Y es que bordan estos tres preceptos. La parrilla es el centro de su cocina, y las carnes rojas con corte T-Bone, su especialidad, pero no faltan otras apuestas más atrevidas como el wok de tallarín de arroz o la lágrima ibérica con salsa de naranja con miel.

Para esta ruta han preparado un delicioso pescado, 'Lomo de corvina en mariposa y en tempura'. Un plato del que su jefe de cocina, Julio Macías, se siente especialmente satisfecho. «El secreto de esta receta está en cocinar el pescado en su punto exacto, para que quede muy jugoso por dentro y crujiente por fuera. Ese crujiente lo conseguimos gracias a una tempura especial que le hace muy apetecible. Este plato lo acompañamos con unas verduras glaseadas a baja temperatura», explica Macías. «La base de nuestra carta es la brasa y la carne. Este plato es algo distinto que ofrecemos a nuestros clientes. Estar ubicados en un pueblo es una gran ventaja, especialmente en verano. Tenemos un amplio jardín para unas 250 personas», explica el jefe de cocina.

¿A qué apetece hacer un poquito de turismo gastronómico por nuestra provincia? Pues no te quedes con las ganas y descubre bares y restaurantes donde comer como un rey. Cada semana, El Norte propone un plan delicioso. Sólo tienes que entrar en nuestro espacio web dedicado a los mejores sitios para comer y beber en Valladolid. Allí descubrirás los mejores lugares para saborear los chuletones más deliciosos, los callos más auténticos o las pizzas más ricas de la provincia. ¿Qué restaurante del medio rural nos recomendarías tú? Puedes dejar tu opinión en los comentarios de la noticia. ¿Nos vamos de ruta?