
Rioseco presume de su histórico reptil
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La fábula dice que el pellejo de cocodrilo en la iglesia de Santa María es de la bestia que impidió su construcción. La realidad es bien distinta: es un exvoto de piel de caimán del siglo XVIIISecciones
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La fábula dice que el pellejo de cocodrilo en la iglesia de Santa María es de la bestia que impidió su construcción. La realidad es bien distinta: es un exvoto de piel de caimán del siglo XVIIIAnte la búsqueda en los últimos días de un posible cocodrilo en el río Duero, los vecinos de Medina de Rioseco sacan pecho al recordar que ellos también tuvieron hace siglos un fiero animal de esta especie en las aguas de su tranquilo río Sequillo, al menos según cuenta una popular leyenda que ha pasado de padres a hijos hasta la actualidad.
La Ciudad de los Almirantes estaba construyendo la iglesia de Santa María cuando ocurrió que cada mañana los trabajadores encontraban por el suelo lo realizado el día anterior. Nadie sabía quién era el que estaba detrás de aquella diabólica acción, hasta que se descubrió con estupor y miedo que el culpable era un enorme cocodrilo que se escondía entre las espadañas del río Sequillo.Un preso se ofreció a acabar con la bestia a cambio de su libertad. Se colocó delante del animal con un gran espejo, por lo que el cocodrilo, tras verse reflejado, se quedó inmovilizado, momento que fue aprovechado por el preso para acabar con su vida con una lanza.
La realidad suele ser más sencilla. Se trata de la piel de un caimán que como exvoto fue donada en el siglo XVIII por Manuel Milán, riosecano que marchó a América en busca de una fortuna que encontró, ya que llegó a ser alcalde de Puebla, en México. En la misma iglesia de Santa María se conserva un retrato de este hombre y de su sobrino, a pesar de la creencia de que era la representación de aquel valeroso preso de la leyenda y la de un niño al que salvó de las fauces del cocodrilo.
El gran cocodrilo volvió en 2011 a Rioseco en forma de una gran réplica realizada en Filipinas, que, de cara a la exposición de Las Edades del Hombre, fue colocada en la fachada de la calle Mayor como importante reclamo publicitario de distintos productos que el establecimiento Wengue puso desde entonces a la venta en forma de sabroso cocodrilo de caramelo y sus lágrimas, pero también como motivo decorativo de dedales, imanes, pisapapeles o camisetas de distintos materiales y tamaños, entre otros regalos, animando a su compra con el lema 'si quiere conservar su felicidad, no se olvide de llevar el cocodrilo de esta ciudad', pues este animal se relacionó siempre con la felicidad, según explica la responsable de la iniciativa, María del Mar Herrero.
Lo cierto es que el cocodrilo ha acabado convirtiéndose en un reclamo turístico.
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