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El resinero Francisco Javier Frías recoge el producto. Rodrigo Ucero

Resinero, un oficio que desafía al tiempo

Francisco Javier Frías es la tercera generación de una profesión que en los últimos años ha resucitado ante la escasez de producto: «La libertad es el pinar», dice

Laura Negro

Valladolid

Martes, 20 de julio 2021, 07:22

«Soy el último de mi especie», afirma Javier Frías. «Mi abuelo Juan, mi padre José y mis tíos, fueron resineros antes que yo. De ellos aprendí el secreto de este oficio», dice emocionado este resinero de Portillo, el último de una larga estirpe de obreros del pinar.

Es de los que madrugan. A las 07:00 de la mañana ya está en el pinar, listo para trabajar. Tiene asignada una mata de 6.000 pinos negrales en la localidad de La Parrilla, donde es completamente feliz. «Si yo tuviera que definir qué es la libertad, diría que es el pinar, igual que para un marinero es el mar», dice convencido. Viéndole desenvolverse en las artes este antiguo oficio vinculado a los recursos naturales, parece fácil, pero no lo es. «Todas las labores que conlleva este trabajo me resultan sencillas porque llevo haciéndolas desde niño, pero para alguien que esté acostumbrado a trabajar en una oficina o en una fábrica, el simple hecho de estar aquí solo 13 ó 14 horas, puede hacérsele muy cuesta arriba. En cambio, a mí, me gusta», asegura.

La resina le ocupa nueve meses del año. Empieza en febrero preparando el pinar, y le dura hasta noviembre, época en la que empieza a dedicarse a la recogida de piñas. El suyo es un oficio que se remonta a tiempos inmemoriales y que en los últimos años parece haber resucitado. En los años 60, la Península Ibérica fue el principal territorio exportador de resinas naturales en el mundo, con una producción superior a 60.000 toneladas y Castilla y León era la principal productora del país, llegando a proporcionar hasta 40.000 toneladas. Sin embargo, en los años 80, potencias como China despuntaron en el sector, con una mano de obra mucho más barata. El actual panorama socioeconómico de aquel país ha derivado en un desabastecimiento del mercado internacional, lo que ha propiciado que la resina que mana de los pinos vallisoletanos vuelva a ser rentable. «Hasta hace unos años, quedábamos apenas 4 resineros. Los que amábamos el oficio y nos gusta vivir de esto. Prácticamente subsistíamos. Pero la coyuntura de precios y la demanda del mercado internacional han hecho resurgir el aprovechamiento resinero. Ahora el sector resulta atractivo para muchos. Pero deben saber que éste no es un oficio para cualquiera. No es fácil de llevar a cabo. Requiere de mucho tiempo y esfuerzo», adelanta Javier.

Carretillo remasador con motor que ha creado este resinero para facilitar la tarea. L. N.

Comienza la mañana inspeccionando los pinos y eliminando el agua de la noche que se acumula en los potes, que antiguamente eran de barro y ahora son de plástico «porque la resina se desprende mejor». Más tarde va abriendo los pinos, quitándoles la «roña» con un aparato llamado barrasco. También usa la estimulación a base de un ácido o pasta de ácido sulfúrico y escayola. De esta manera el pino resuda la resina. Realiza picas transversales ascendentes, que es el método más utilizado actualmente por los profesionales resineros. De esta manera se evita que el ácido no suba para la entalladura que Javier realizará al año siguiente. Luego clava en el tronco una hojalata en forma de teja, para que la resina se canalice y caiga al pote. «Remondar requiere su técnica y hay un protocolo que debemos seguir. No podemos remondar los pinos como queramos y cuanto queramos. Todo tiene su proceso. Muchos creen que cuánta más pasta o ácido se eche, más resina sale, pero yo tengo comprobado que no es así. Yo echo lo justo. Conozco cada pino y sé cuánto ácido necesita», dice. Sus hojalatas tienen más de 60 años. Cada temporada las quema para limpiarlas, las machaca para que estén rectas y las recicla. «Nunca las dejo abandonadas en el pinar», dice.

Nuevas piezas

Muy manitas, Javier se fabrica muchas de las herramientas que utiliza para desempeñar su oficio. Una de sus últimas creaciones es un carretillo remasador al que ha incorporado un motor y un exprimidor que le facilita mucho la tarea de recoger la resina de los potes. Ese oro líquido viscoso, en bruto y recién cosechado, se denomina miera. «El primer año de la cortada, hasta que no pasas 5 ó 6 veces por el pino, no coges resina, porque está más cerca de la raíz y ahí el pino está más frío», informa. «La climatología para este trabajo es fundamental. El frío y la lluvia nos afecta muchísimo, pero entendemos que también son muy necesarios para la planta», recalca este resinero.

Conoce todos los trucos y siempre, antes de remondar un pino, busca su caída. «Si el árbol tiene chepa, en ese lado siempre sale menos resina debido a la gravedad. Siempre sale más por donde está la inclinación del árbol», dice esta voz experta. «Muchas veces me han recomendado cambiar de trabajo, pero yo lo que quiero es esta tranquilidad del pinar. Yo veo mi futuro aquí. China ya no exporta más resina, por lo tanto, debemos aprovechar la situación y aumentar aquí la producción», concluye.

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