Borrar
El párroco en su casa, junto a una foto de la Virgen de Castilviejo. M. G. M.
Coronavirus en Valladolid: Un recordatorio sobre la fragilidad del ser humano

Un recordatorio sobre la fragilidad del ser humano

Juan Carlos Fraile, párroco de Rioseco y arcipreste de Campos ·

Supera la covid-19 y confía en que los gestos generosos que ha revelado esta crisis se perpetúen

Jueves, 16 de abril 2020, 07:17

Hemos pensado que no podíamos dejar una u otra cosa porque creíamos que eran imprescindibles, y de repente nos dicen que nada es imprescindible y nos quedamos bloqueados, porque tenemos que prescindir de todo», reflexiona Juan Carlos Fraile San Miguel, párroco de Medina de Rioseco y titular del Arciprestazgo de Campos –que incluye a más de 80 pueblos del norte de la provincia–, que se encuentra aislado en una habitación de su casa tras haber sufrido los efectos del nuevo coronavirus. Ante una foto de la Virgen de Castilviejo, patrona de la Ciudad de los Almirantes, el sacerdote reflexiona sobre la fragilidad del hombre, porque «cómo íbamos a pensar que se fuese a frenar todo cuando creíamos que todo era sólido y estable».

Fraile empezó a tener un poco de fiebre el 18 de marzo, «víspera de San José». Ese día su médica del centro de salud le aconsejó «estar atento», recluirse para no tener contacto con su madre, que estaba viviendo con él, y seguir recomendaciones como la de lavarse las manos. Al sacerdote le preocupó tener la covid-19 por la gente con la que había estado en los días anteriores, «a la que yo podía haber contagiado». Sospecha que se infectó en la colegiata de Villagarcía del Campos, en un encuentro con participantes de Madrid al que asistieron los obispos de Ávila y Palencia, que también acabaron enfermando.

Después de una semana en la que la fiebre siguió subiendo, su médica le envió a Valladolid, donde una radiografía indicó que podía tener el virus. Se le hizo el test, que necesitó de una segunda prueba para confirmar el positivo, y todo ello «sin que me doliera el pecho, ni me costara respirar, ni tuviera tos», relata el cura. Después de recibir tratamiento y sin llegar a necesitar oxígeno, el pasado 4 de abril le dieron el alta.

Ahora está en casa en un nuevo aislamiento, cuidado por su madre y su hermano. Con tiempo para la reflexión y para rezar laudes, vísperas, el rosario y la oración de la lectura. Además llama a personas que están solas, «algo que hace mucho bien y es muy sencillo». Con nueve años como párroco riosecano, Fraile reconoce que su enfermedad ha sido leve frente a los miles de casos graves, y señala que «lo que más te dolía era saber por el móvil que estaban muriendo médicos y sanitarios por no tener protección».

De todo lo que ha vivido, se queda con «la constante disposición de las personas que, con generosidad, se ofrecen a ayudar a los demás, incluso con peligro para su salud». Algo que «te reconcilia mucho con la gente como algo valioso para tener en cuenta, para valorar lo que hacen los demás y reconocernos unos a otros con mayor sencillez». Le reconforta la cantidad de personas que se han preocupado por su estado, «te da un consuelo grande saber que eres importante a pesar de que no ocupes un puesto importante».

Aunque consciente de «lo mucho que nos cuesta cambiar», el párroco mira al futuro con optimismo y cree que de toda la actitud positiva de generosidad «va a quedar un poso, igual no con grandes cambios, que no llegará inmediatamente, pero todo lo que ha sucedido nos va decir algo».

Publicidad

Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

elnortedecastilla Un recordatorio sobre la fragilidad del ser humano