Mónica González Fraile nunca se imaginó la repercusión que podía tener hacer una tarta de galletas 'al estilo de la abuela' para la sección 'Cocinando en mi pueblo' de El Norte de Castilla. La elaboró con sus hijas, Estefanía y Claudia, en su pueblo, ... Castrodeza. Fueron muchos los que la felicitaron por su receta, pero el mensaje más sorprendente vino allende los mares. Concretamente de Chile. El remitente era Pedro Schwarze Fraile, un periodista chileno que, a través de un mensaje de Instagram, explicaba que deseaba ponerse en contacto con ella y con el pueblo que vio nacer a sus antepasados, y más concretamente a sus bisabuelos, Sixto Fraile Fraile y Jacinta González Gallego, con los que Mónica comparte apellidos y cuya historia puede ser digna de un buen guion cinematográfico.
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Sitúense. Castrodeza, diciembre del año 1909. Sixto estaba casado con Jacinta y tenían un hijo, Lucio, que todavía era bebé cuando tomaron una audaz decisión que cambiaría el curso de sus vidas y el destino de las generaciones futuras: emigrar a Chile en busca de nuevas oportunidades. En aquel país, Sixto tenía un hermano que les podría abrir puertas. Partieron del puerto de Bilbao, en el vapor llamado Lima, que era una especie de Titanic de la época. Llevaban a su cargo a Fructuoso Gallego, un primo de 15 años y a otro joven de la misma edad que era hijo de unos amigos del pueblo. Surcaron el Atlántico y como en aquel entonces el Canal de Panamá no existía, fueron por Buenos Aires (Argentina), cruzaron el Estrecho de Magallanes y subieron por el Pacífico con rumbo a Chile.
Tras dos meses de travesía, y habiendo completado la mitad del trayecto, al poco de pasar por el Estrecho de Magallanes una gran tormenta hizo que el Lima encallara tras chocar contra unas rocas frente a la Isla Guamblin el 5 de febrero de 1910. Dado el fuerte oleaje, se temió que la nave se hundiera, por lo cual se trató de llevar a los pasajeros hasta la misma isla, que se encontraba a poca distancia. La situación del navío era crítica, y por ello los pasajeros fueron desalojados en botes, uno de los cuales fue designado para la familia Fraile. Ya habían embarcado cuando se dieron cuenta que uno de los quinceañeros que viajaba con ellos no aparecía por ninguna parte, ante lo cual don Sixto se negó a realizar el viaje diciendo: «Juntos veníamos y juntos partiremos. Lo haremos en el siguiente bote». Una decisión providencial, ya que el bote acabó desintegrándose contra las rocas y la mayoría de los ocupantes fallecieron de forma instantánea.
Tras cinco días varados, finalmente los pasajeros, incluyendo a los Fraile, fueron amarrados por la cintura y tirados al agua para que los arrastraran y elevaran a cubierta desde otra embarcación. Así se salvaron y continuaron su aventura por las Américas, donde Sixto y Jacinta montaron un imperio de panaderías, de las cuales a día de hoy alguna de ellas sigue en manos de la familia. «Aunque hayan pasado tantos años desde que llegaron mis bisabuelos a Chile, inculcaron en sus hijos tanto amor por su pueblo que, hoy en día, sigue intacto. De hecho, una de las panaderías de la familia se sigue llamando Panadería Castrodeza. También a mi madre la llamaron Luisa, en honor a Luis Valles, un amigo de la infancia de mi abuelo que falleció en la Guerra Civil en 1937. Aunque desde la lejanía, siempre nos hemos sentido un poco de Castrodeza», prosigue Pedro.
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Lucio, el hijo de Sixto y Jacinta, falleció, pero el matrimonio, que amasó una pequeña fortuna, supo reponerse y formó una gran familia de seis hijos, algunos de los cuales nacieron en Castrodeza, ya que durante unos años regresaron a su localidad natal. El mayor era Francisco, abuelo de Pedro. Las visitas de Sixto a Castrodeza eran frecuentes. De hecho, falleció en su pueblo durante uno de sus viajes de recreo. «El destino quiso que falleciera en el lugar que nació, pero mi bisabuela se empeñó en repatriar su cadáver a Chile, donde finalmente fue enterrado», cuenta Pedro, quien afirma que en su país hay una importante colonia de descendientes de castrodezanos, que antaño solían reunirse en una gran fiesta cada 8 de mayo, coincidiendo con la festividad del patrón del pueblo, San Miguel.
A pesar de la distancia geográfica y las décadas transcurridas, el vínculo entre Pedro Schwarze Fraile y sus raíces españolas nunca se ha desvanecido. Inspirado por las historias que escuchó durante su infancia sobre los comienzos humildes de sus bisabuelos, este periodista, especializado en asuntos internacionales, siempre sintió una conexión especial con este pequeño pueblo vallisoletano. Tanto que en 2011 emprendió un viaje a tierra de Torozos para conocer sus raíces y visitar la casa que fue de sus bisabuelos. Durante su estancia en Castrodeza, Pedro pudo conversar con los mayores del pueblo, siempre con la intención de saber más sobre la vida que Sixto y Jacinta tenían antes de su partida a Chile. «Aquella visita fue una gran oportunidad para forjar nuevos lazos en la tierra de mis bisabuelos. Conocí a parientes lejanos que todavía vivían en el pueblo y compartieron conmigo anécdotas y recuerdos familiares», comenta.
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Para Pedro, leer aquel reportaje sobre la tarta que Mónica hizo en Castrodeza para los lectores de El Norte le ha hecho reconectar con sus raíces y sus antepasados. Ha descubierto una conexión más profunda con su identidad y con la historia de resiliencia y determinación de aquellos que vinieron antes que él. Su intención ahora, es seguir honrando el legado de sus bisabuelos castrodezanos Sixto y Jacinta.
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