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Por desgracia no son hechos aislados, siempre tenemos a unos sinvergüenzas que se creen graciosos y nos fastidian a todos», se lamenta el alcalde de Pedrajas de San Esteban, Alfonso Romo, en referencia a los últimos actos vandálicos que estos días han salpicado a la localidad vallisoletana. Es –dice– el «colmo». Un grupo de jóvenes «forzaron» el pasado viernes el acceso a la plaza de toros por la zona de las taquillas y vaciaron en el interior de las instalaciones un extintor.
Dejaron la enfermería teñida –literalmente– de polvo blanco. «Lo pusieron todo perdido, es el vandalismo puro y duro, no van a robar, van a destrozar», asegura el regidor, quien se muestra visiblemente molesto por estas actitudes, que se repiten con asiduidad. Cada año el Ayuntamiento destina «lo menos» 5.000 euros a reparar mobiliario público dañado por los vándalos. «Cuando no son bancos rotos, son papeleras tiradas, otras veces aparecen árboles de medio tamaño doblados... Todos los pueblos de alguna forma lo sufrimos», concreta Romo.
Pero el suyo no es un caso aislado en la provincia de Valladolid. El vandalismo destroza cada año numeroso mobiliario público en el medio rural, y en las últimas semanas municipios como Cabezón de Pisuerga, Boecillo o Aldeamayor de San Martín han denunciado robos y destrozos en sus términos municipales.
En el primer caso, su alcalde, Sergio García, desvela que en las dos últimas semanas les han robado cableado del alumbrado público de dos calles. Defiende que, por lo general, Cabezón no es un pueblo «conflictivo», aunque con anterioridad han visto, por ejemplo, cómo varias señales de tráfico en el entorno del puente y en la avenida José Zorrilla aparecían derribadas. También, aunque de eso «hace ya más tiempo» –precisa el primer edil– los vándalos se saltaron al patio de la guardería y rompieron varios juguetes con los que se entretenían los niños. «Es una pena, no se dan cuenta del daño que hacen», subraya.
Aunque el regidor de Cabezón señala que en estos últimos actos el coste que supone para las arcas municipales no es elevado, en el caso del robo de cableado «sí nos vamos a miles de euros. No sé cuánto podremos gastar en estos asuntos, pero es dinero que sale del Ayuntamiento, que pagamos todos», apostilla García. En Boecillo, el problema es «grande». Así lo considera su primer edil, Raúl Gómez, quien reconoce que desde Navidad han sufrido pintadas en la puerta del centro de jubilados y han aparecido rotas más de una veintena de farolas de la carretera de acceso al parque Fuente Villamayor. «Por no hablar de las continuas roturas de papeleras», asevera el regidor, que estima que el coste medio anual de reparación de mobiliario público oscila entre los cinco y seis mil euros. «Con esto de las farolas se subirá seguro», matiza.
Al Consistorio de Aldeamayor de San Martín la última «ola» importante de vandalismo le costó en torno a 8.000 euros. Un grupo de jóvenes se cebaron con las instalaciones de la piscina municipal y la zona deportiva. En el primer caso, saltaron el vallado que cerca el recinto y «estrangularon» las duchas, como se refiere su alcalde, Fernando de la Cal. En el segundo, arrancaron varias vallas y llenaron de pintadas el entorno, esto último algo «más habitual».
Estos hechos no son ajenos a localidades como Nava del Rey, donde «alguien amigo de lo ajeno arrancó la puerta del recinto, cortó la red y se llevó la cuerda del parque infantil», tal y como explicaron fuentes municipales.
Por su parte, en Mojados, la llegada del invierno y el regreso a la rutina les ha traído cierta «calma». Lo dice su regidor, Adolfo López, quien considera que «con el buen tiempo la gente se altera», Incide en que el año pasado fue «horroroso» en materia de vandalismo y destrozos. «Pintadas siempre hay, pero actos gordos como contenedores quemados o bancos rotos hace tiempo que no tenemos», añade.
En Íscar «raro es el fin de semana que no hay un contenedor volcado» –como comenta su alcalde, José Andrés Sanz–, mientras que en Olmedo, aunque no es un problema «de primer orden», sí se dan «de vez en cuando» actos vandálicos. «Existe en todos los lugares. De vez en cuando aparecen bancos rotos, papeleras, cerraduras...», sentencia su regidor, Alfonso Centeno.
«Nosotros podremos gastar unos 1.000 euros al año, que si lo comparas con lo que sucede en otros pueblos no es tanto, pero no deja de ser dinero público que se destina a arreglar lo que unos pocos rompen», admite el regidor de Montemayor de Pililla, Iván Velasco, que afirma que, en su caso, encadenan unas semanas «bastante buenas» en este sentido, aunque «hace no mucho» a los vándalos les dio por romper los espejos de tráfico de sus calles.
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Rocío Mendoza | Madrid, Álex Sánchez y Sara I. Belled
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