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Los pueblos se resisten a perder sus bares. Valoran, y mucho, la función social que tienen estos establecimientos. Son una especie de salvavidas contra la despoblación. Por eso, hay distintas iniciativas promovidas desde los ayuntamientos y asociaciones sin ánimo de lucro, que tienen como ... objetivo mantener la actividad.
«Sin bar, nuestro pueblo estaría completamente muerto». Así de tajante se muestra Carlos Martínez, el alcalde de Villalbarba. Este municipio con apenas 135 empadronados dispone de unas amplias instalaciones que el Ayuntamiento se ha preocupado de modernizar. Ofrece un amplio bar con salón-comedor, cocina, terraza interior y exterior, tienda totalmente equipada, almacén y una vivienda con dos habitaciones. Todo gratis y eso incluye los suministros de agua, basuras y calefacción. «Lo único que paga el arrendatario es la luz y con eso, también le ayudamos, ya que le damos un bono de 70 euros mensuales», informa el regidor.
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Tras dejarlo el anterior inquilino hace unos meses, el Ayuntamiento lo anunció a través de redes sociales. La respuesta fue masiva. Llegaron cientos de solicitudes. Desde el pasado mes de agosto, el bar La Trapería es gestionado por Juan Carlos Espinal, que llegó con su mujer e hijos desde Guadalajara. «Llevábamos años buscando una casa en un pueblo cuando mi mujer vio un anuncio en internet. Nos pareció interesante y vinimos a hacer una entrevista. Yo tengo 20 años de experiencia en la hostelería y creo que eso a la corporación le gustó», cuenta. «Empezamos a trabajar con una vajilla de 6 tazas y los vecinos han aportado su granito de arena. Nos han ayudado mucho».
Caso curioso es también el de Velilla. Allí las vecinas –principalmente son ellas las usuarias– son las que ponen en funcionamiento la cafetera. En 1986, tras el cierre de los dos bares del pueblo, crearon la Asociación Cultural San Blas, que cuenta con unos 150 asociados. Las antiguas escuelas del pueblo fueron reformadas y cedidas por el Ayuntamiento. Lo que sacan con sus precios populares, va para la factura de la luz. Lo que les sobra, lo reinvierten.
A sus 95 años, María Luisa Benaíto, la más longeva del pueblo, nunca falla a su cita con sus amigas Angelines, Itziar, Mariví, Marisa y Dolores. Juntas echan la parlada mientras toman café. Les cuesta 1 euro. «Pagamos una cuota anual, gracias a la cual, esto se mantiene. Abrimos sobre las siete, nos contamos nuestras cosas, fregamos las tazas y nos vamos a casa contentas».
En Robladillo, pueblo vecino, también es una asociación la que se encarga de gestionar el Centro Cultural San Pelayo. «Se lleva haciendo así, de toda la vida. Concretamente desde 1979. El local es del Ayuntamiento pero lo tenemos cedido», cuenta José Luis Rodríguez, alcalde de este municipio. Beatriz Rioja es la que atiende la barra desde hace 21 años. «La anterior gerente lo dejó y como me había quedado sin trabajo, decidí cogerlo. Aquí estoy como en casa», comenta Beatriz.
En sus mejores tiempos, San Cebrián de Mazote llegó a tener hasta 5 bares. Ahora solo tiene uno, la sede social de la asociación Cultural Miguel Delibes. De él se encarga Yolanda Mateo. El alcalde, Emilio Gómez, apostilla:«El bar es el centro de la vida del pueblo. Si éste se cierra, el pueblo se acaba, lo tenemos muy claro».
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