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Los pueblos de la provincia izan sus mayosEn muchos pueblos de la provincia una tradición ancestral cobra vida con la llegada de la primavera: la plantación del mayo. Se trata de una costumbre que probablemente se remonte a las civilizaciones fenicias y griegas. Era la manera de celebrar el fin del crudo ... invierno y augurar una próspera cosecha estival. Los quintos y jóvenes de los municipios, son los guardianes de este ritual. Provistos de picos, palas, maromas y antiguos carros, acuden a las plazas y explanadas de sus pueblos para plantar sus mayos ante la atenta mirada de los más mayores, orgullosos de que esta celebración perdure gracias a la fuerza de la tradición.
Así, en Torrelobatón, doce de los trece quintos de este año convocaron a los vecinos a la medianoche junto al castillo. En medio de un ambiente totalmente festivo, levantaron el mayo con mucho esfuerzo y la ayuda de unas maromas. Para evitar cortar un árbol los mozos y mozas reutilizaron una viga de madera que fue adornada con ramas y rematada con dos banderas, la nacional y una blanca con el nombre de los quintos. El frío de la noche se hizo más llevadero gracias a la degustación de aguardiente y pastas y a los nervios de tener que izar el tronco.
«Ha sido una experiencia muy bonita. La verdad es que pensábamos que iba a ser relativamente fácil levantarlo y ponerlo en vertical sobre el hoyo, pero fue bastante complicado. Al final, con la colaboración de todos, pudimos hacerlo sin ningún problema», señala Mario Fernández, uno de los jóvenes nacidos en 2005 que este año celebra su quinta. «Por conciencia medioambiental, en ningún momento nos planteamos cortar un árbol, preferimos utilizar la vieja viga que también han utilizado las quintadas anteriores a la nuestra y la adornamos con ramas caídas. Para todos nosotros ha sido una fiesta muy especial», prosiguió. Otro joven, Jair Antolín, tuvo que escalar por el mayo para desatar las maromas. Este esbelto símbolo lucirá durante todo el mes junto al castillo de la localidad marcando el inicio de la nueva estación.
En San Román de Hornija, la tradición se vivió esta fiesta con la misma devoción de antaño. Raquel, Ízaro, María, Marta, Alejandro, Víctor y Rafael, los siete quintos del municipio, se reunieron el pasado sábado para izar el imponente mayo que previamente habían cortado. Lo plantaron junto a los campos de fútbol con la ayuda de un antiguo carro y el acompañamiento de la charanga 'Los Cermeños'. Terminaron la jornada con una gran fiesta bajo una carpa.
En Cabezón de Pisuerga, las festividades patronales de San José Obrero ofofrecieron el escenario perfecto para honrar la ancestral costumbre de pingar el mayo. Los 41 quintos unieron fuerzas para talar el árbol y trasportarlo. Se trata de una fiesta que une a todas las generaciones. Entre risas y vítores, el árbol se alzó sobre el suelo con la ayuda de ocho maromas, mientras los dulzaineros 'Los del mayo' deleitaban los oídos con su música tradicional y los grupos de danzas La Ermita de Laguna de Duero, Castellares de Zaratán y Castiella de Cabezón de Pisuerga exhibieron lo mejor de su folclore. Acto seguido tuvo lugar una parrillada. Esta fiesta fue organizada por las asociaciones Pisuerga y La Revuelta, con la colaboración del ayuntamiento. Los niños también plantaron su mayo infantil, asegurando así, la continuidad de esta tradición.
En San Pelayo, pequeños y grandes se reunieron en la tarde del miércoles para cumplir con esta arraigada costumbre que se recuperó hace nueve años. A golpe de pala, los sanpelayinos plantaron su tronco para fortalecer así su vínculo con la tierra. «Lo que solemos hacer es cortar un árbol que esté seco o enfermo. No hace falta que sea demasiado alto, porque para nosotros es sólo un símbolo. Este año hemos decidido reaprovechar el del año pasado», explica Manuel Calvo, presidente de la Asociación Cultural Amigos de San Pelayo. Lo decoraron con ramas y pintura para hacerlo más vistoso. Fabio, es único quinto del municipio en este año y para celebrarlo, su familia colocó en el mayo una cinta en su nombre mientras los niños se lo pasaban en grande escalando por el tronco.
En Íscar los jóvenes que cumplen los 18 años plantaron durante hora y media el mayo en la Plaza del Mayo. Aquí también es costumbre que los quintos y quintas que lo fueron hace 25 años planten un árbol junto con una placa conmemorativa en el Parque Villa del Prado o en la Plaza del Mayo. Este año les ha tocado el turno a los nacidos en 1981.
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En Pedrajas la generación de jóvenes que cumple 17 años lo plantaron en la plaza de San Agustín, junto a la iglesia parroquial, con gran animación de público viendo y ayudando en la difícil tarea de poner en pie el tronco del chopo trasladado desde la ribera del río Eresma.
Tampoco en Mojados se ha perdido la tradición de plantar el Mayo, ritual que comenzaba pasada la medianoche. En Alcazarén, aunque son pocos quintos, mantuvieron el rito con la ayuda de familiares. En Olmedo los quintos y quintas siguen manteniendo la tradición, amenizado con una discomovida previa.
En Castrodeza, en cambio, han optado por esperar unos días para izar este gran símbolo de la primavera. Se plantará en las inmediaciones de las pistas deportivas y servirá para dar el pistoletazo de salida a las fiestas de San Miguel que arrancan el próximo 7 de mayo. En este pueblo la «plantación» del mayo ha sido desde siempre una costumbre muy arraigada que se ha celebrado por todo lo alto, sin embargo, desde hace unos años se celebra con alguna variante. «Los quintos solían cortar un árbol muy alto para que fuera muy visible desde cualquier punto del pueblo, sin embargo, hace tres años que decidimos actualizar la tradición y hacerla más sostenible con el medioambiente», apunta José Antonio Gerbolés, el alcalde castrodezano. «Así, en lugar de cortar un árbol, lo que hacemos es plantarlo de verdad. Este año hemos elegido una morera. Serán los 10 quintos quienes lo plantarán. Nuestra idea es hacer un gran parque que se llamará el Paseo de los Quintos y en el cual cada quintada estará representada por un árbol que perdurará en el tiempo y del que podrán disfrutar las generaciones venideras», concluye.
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