Valladolid
Pueblos donde nunca suenan las campanasValladolid
Pueblos donde nunca suenan las campanasEn los pueblos de la provincia de Valladolid, una transformación silenciosa y religiosa está teniendo lugar. Muchos de los municipios más pequeños están perdiendo la celebración de sus misas dominicales. Se trata de un fenómeno que se está produciendo como consecuencia de los cambios profundos ... en la estructura demográfica, social y religiosa de la sociedad.
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A día de hoy, la misa dominical sigue siendo el punto de encuentro esencial en la mayoría de localidades, sin embargo, las campanas de las iglesias cada vez suenan menos. Una de las causas de la supresión de las misas dominicales, es la falta de nuevas vocaciones sacerdotales. Cada vez son menos los jóvenes que sienten el llamado para dedicarse a la vida religiosa. Según datos de la Diócesis de Valladolid, la edad media de aproximadamente el 40% de los 160 sacerdotes que la integran, supera los 70 años, lo que dificulta y mucho, la cobertura de las necesidades pastorales en las parroquias dispersas por el territorio.
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El padre Luis Miguel González Sastre, recientemente nombrado Vicario del Medio Rural en la Diócesis de Valladolid y párroco en Cogeces del Monte y en otros pueblos del Arciprestazgo de Duero, señala que «la realidad es que los sacerdotes no tenemos relevo. Estamos haciendo lo que podemos, pero no somos suficientes para atender a todas las parroquias. Nos hemos visto obligados a priorizar y, lamentablemente, las misas dominicales de los pueblos más pequeños, han sido las primeras en desaparecer«.
La despoblación que atenaza la provincia es otra de las causas. La media de edad de los habitantes del medio rural es cada vez más elevada. Eso afecta a la vida social y a la económica y por supuesto, también a la vida religiosa. Otro factor muy importante es el cambio en los estilos de vida y en los valores de la sociedad. «El cambio de época nos ha sacudido de lleno. No es que se haya perdido la cultura rural, pero la globalización, la crisis económica y la baja natalidad han impactado muchísimo. Lamentablemente cada vez son menos los que acuden a misa», prosigue González Sastre.
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San Salvador de Hornija
Salvador de Zapardiel
Almenara de Adaja
Calabazas
Pobladura de Sotiedra
Ramiro
Honcalada
Municipios muy pequeños como San Salvador de Hornija y Pobladura de Sotiedra, hace ya más de 14 años que no celebran una misa dominical en sus respectivas parroquias. En la misma situación están Almenara de Adaja, Calabazas, Ramiro y Honcalada. «Hay 306 parroquias en la Diócesis que son atendidas por 170 sacerdotes, algunos de los cuales están jubilados. 255 de estas parroquias están en el medio rural y 6 de ellas (1,9%) no tienen misa los domingos, un dato que inevitablemente va a ir en aumento», dice este sacerdote, quien aclara que «los datos son aproximados porque no tenemos información de la totalidad de las parroquias, pero son muy cercanos a la realidad». En estos seis pueblos (y pueden que en alguno más), las campanas que antes llamaban a los feligreses cada domingo, ahora solo resuenan para anunciar entierros o las fiestas patronales.
Soluciones vecinales
A pesar del panorama desalentador, se están explorando soluciones. En algunos lugares, los propios vecinos se están organizando para dinamizar el pueblo y evitar que las misas desaparezcan. Es el caso de Aldealbar, pedanía de Torrescárcela, cuya ermita no está reconocida como parroquia y sin embargo, recibe misa dominical aproximadamente cuatro veces al año. «Es un núcleo de población con una feligresía en potencia. Durante el invierno hay seis vecinos y en agosto llega a los sesenta, así que en ese mes atendemos sus misas, bien en sábado o domingo», explica González Sastre quien opina que para revertir la situación, la única solución es que los feligreses se involucren.
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Las unidades pastorales son otra salida para que los sacerdotes puedan atender a todos los pueblos. Éstas se basan en la cooperación entre parroquias vecinas para compartir recursos y servicios, un modelo que ayudaría a optimizar el limitado número de sacerdotes y fomentaría la creación de una red religiosa más amplia. «Los curas estamos bajo mínimos y tenemos que atender a la misma cantidad de parroquias pero con menos fieles. Es difícil complacer a todos, por eso debemos hacerles ver que la Iglesia es un todo, es una comunidad y tenemos que tener mentalidad de conjunto. Y por tanto, tendrán que empezar a desplazarse para asistir a la eucaristía», prosigue el Vicario del Medio Rural.
Aldeayuso
Aguasal
Palacios de Campos
Roturas
Sardoncillo
Pueblos con misa
Palacios de Campos
Los párrocos han puesto en marcha distintas soluciones para contentar a la población realizando sus servicios religiosos de manera rotativa. En pueblos como Monasterio, Saelices de Mayorga, Melgar de Arriba y Melgar de Abajo tienen misa cada quince días. Pueblos como Barruelo del Valle, Villasexmir, Adalia, Mota del Marqués, Tiedra y Villalbarba, entre otros, alternan tres eucaristías (dos en domingo y una en sábado), con una celebración de la palabra. Hay pueblos que tienen tan sólo cuatro misas al año, como Aldeayuso o Aguasal. Palacios de Campos tiene unas cinco misas anuales coincidiendo con las fiestas y los periodos en los que aumenta la población.
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Aguilarejo
Aldeayuso
Pueblos con misa
Monasterio
Saelices de Mayorga
Melgar de Arriba
Melgar de Abajo
Barruelo del Valle
Villasexmir
Mención aparte merecen pueblos con apenas unas decenas de vecinos como Berceruelo o San Pelayo, que tienen misa todos los fines de semana, bien sea en sábado o en domingo. En otra liga juegan aquellos municipios que celebran eucaristía de martes a domingo. Tal es el caso de Cogeces, Campapero, Peñafiel, Pesquera de Duero o Portillo, entre otros.
Aldealbar (Pedanía de Torrescárcela) No está considerada como parroquia pero tiene cuatro misas al año porque tiene una feligresía en potencia.
Berceruelo y San Pelayo son dos de los pueblos más pequeños de la provincia y tienen misa todos los fines de semana (sábado ó domingo, depende).
«Todavía hoy, los sacerdotes somos el bulón que sujetamos la estructura de muchas parroquias. Somos polinizadores de la fe, pero como personas que somos no podemos llegar a todo y cada vez necesitamos de más ayuda y ahí entran en juego los diáconos y ministros, que realizan una labor importantísima para mantener viva la práctica religiosa», comenta el padre Luis Miguel González Sastre. «El modelo actual está a punto de quebrar de forma irreversible. La mayor parte de nuestra feligresía está en zona de despoblación y la solución está en manos de los propios fieles. Se tienen que involucrar y asumir que los sacerdotes no podemos llegar a todo», concluye.
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