Consuelo Serrador, de camino a su centro de salud para recibir la primera dosis de la vacuna contra la covid. El Norte
Coronavirus en Valladolid

Consuelo Serrador, vallisoletana de 97 años: «Es la primera vacuna de mi vida, estoy encantada»

Su hijo le explica que «le bajaron la manga de la chaqueta y cuando se quiso dar cuenta ya le habían dado el picotazo; y ella tan tranquila, como si nada y sin apenas enterarse»

Berta Pontes

Valladolid

Miércoles, 24 de febrero 2021, 07:19

El día de ayer fue «inusual» para Consuelo Serrador. El despertador estaba puesto a las 9:30 horas en la casa de Zaratán en la que esta nonagenaria vive con su hijo José, pero no fue preciso su uso porque a esa hora su ... madre ya estaba despierta e inquieta: iba a recibir la primera vacuna de sus 97 años de vida. «La he oído antes de que sonase la alarma deambulando por la casa y vistiéndose», explicaba su hijo. Habían dejado preparada la ropa la noche anterior, pero Consuelo cambió de idea por la mañana porque le parecía mejor otro conjunto para ir a vacunarse. Eran los nervios de la inexperiencia. Ni siquiera quiso desayunar. Perdonó el zumo, que se toma religiosamente todos los días, «por si le sentaba mal», añadía José.

Publicidad

Agarró su bolso y salió de casa como acostumbraba hasta antes de la pandemia. Lo lleva «como si fuera un 'kit' de supervivencia, con agua, pañuelos, colonia, muda…», relataba José, tras intentar sin éxito de convencerla de que la salida de ayer no era para ir de viaje, sino al centro de salud y que estarían rápido de vuelta en casa. Pero Consuelo no se fiaba. Ella nació en Castrodeza el 2 de mayo de 1923 y «su vida ha sido de todo menos fácil, por el momento en que nació», según explicaba su hijo. Y la de ayer, añadía, era una jornada casi histórica para su vida, pues desde niña, cuando ella cree recordar que le pusieron las vacunas reglamentarias de la época, no volvió a entrar en su organismo otra inyección de nuevo.

El corto paseo que realizó desde su domicilio hasta el centro de salud para vacunarse «fue idílico, porque había un sol espléndido y parecía que habían preparado el día para la vacunación de mi madre», señalaba José. Pero los nervios invadieron a Consuelo en los momentos previos a recibir el pinchazo. «Estaba muy nerviosa por el día tan especial al que se enfrentaba, porque se pondría la primera dosis de la vacuna contra una enfermedad y, además, esta es la que va a terminar con una pandemia mundial». De ahí que el sentimiento al llegar allí fuera «sobrecogedor», porque había personas a las que su madre no veía desde hace tiempo, mucho antes de que comenzara la pandemia. «Se saludaron desde lejos y se contaron qué tal les va a ellos y a sus familias, porque llevaban meses sin saber los unos de los otros», apuntaba José. «Me recordó a cuando los niños vuelven al colegio o a la guardería tras las vacaciones de verano, me ha resultado muy emotivo volver a ver a mi madre rodeada de amigos y conocidos, feliz de estar en la calle y con ganas de entrar al médico».

Una vida complicada

Desde bien joven, Consuelo trabajó en la casa del médico del pueblo haciendo de ayudante y niñera, «encargándose un poco de todo», pero cuando se casó tuvo que dejar de trabajar para dedicarse al hogar. Sus nueve hijos fueron llegando de forma escalonada y las idas y venidas en el trabajo de su esposo les hicieron cambiar de lugar de residencia varias veces. Vivió primero en Castrodeza, luego en Robladillo y, más tarde, en Geria. Ahora reside en Zaratán desde hace más de 25 años con su hijo José, quien la atiende y acompaña en su día a día. «La vida de mi madre no ha sido fácil. Comenzó a trabajar con once años porque era necesario que los hijos produjeran ingresos para contribuir a la economía familiar y a ella le tocó ir al río a lavar desde muy pequeña. Después, cuando se casó, perdió uno de sus nueve hijos en una situación que para ella fue muy dolorosa», explica José mientras escucha los apuntes de Consuelo.

Publicidad

El proceso ayer en el centro de salud fue muy rápido, «porque le bajaron la manga de la chaqueta y cuando se quiso dar cuenta ya le habían dado el picotazo; y ella tan tranquila, como si nada y sin apenas enterarse», explica José. Tras la inyección, una enfermera les acompañó hasta un pasillo donde tuvieron que esperar durante quince minutos por si la vacuna le producía alguna reacción. «Cuando esperábamos se volvió a encontrar con más conocidos y vecinos a los que tampoco veía desde hace meses», comentaba entusiasmado su hijo, que destaca también que «no fue nada traumático para mi madre recibir la vacuna, todo lo contrario, porque el ambiente en el centro de salud era muy relajado, distendido y agradable, se notaba que todos estaban contentos de recibir la vacuna y comenzar a ver el final de esta pandemia».

Una vez que las enfermeras comprobaron que la inyección no había producido alteración de ningún tipo en el cuerpo de Consuelo le dieron vía libre para poder regresar a su domicilio. «Mi madre estaba encantada y se le notaba en la cara. Nos dijeron que nos iban a llamar por teléfono en los próximos días para darle la nueva cita y que acuda a ponerse la segunda dosis de la vacuna, así que ahora nos toca esperar a que suene el teléfono y volver a repetir el día de ayer, aunque con más entusiasmo todavía porque eso supondrá que ya está inmunizada del todo», afirmaba con tono alegre José.

Publicidad

«Nunca me he puesto una vacuna, esta es la primera que me ponen y estoy encantada con ello», concluyó Consuelo.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

0,99€ primer mes

Publicidad