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Comienzan a sonar los primeros compases. A rematar los últimos arreglos. A poner a punto los instrumentos. Y a anotar en la agenda los próximos ... bolos hasta final de verano. Los diecisiete años de experiencia que atesoran a la Charanga La Resaka, y los doce de la Cucu Band, preparan a sus músicos ante cinco meses de constantes actuaciones recorriendo multitud de pueblos castellanoleoneses. Ellos serán los responsables de poner la banda sonora a las fiestas patronales y los encargados de animar a sus vecinos en unos de sus días más señalados en el calendario. Para hacer frente al inicio de este periodo estival, estas dos aprupaciones; una traspindeja y otra medinense, llevan meses preparando el que será el repertorio de esta temporada. Muchas horas y mucho trabajo detrás de tan solo unas horas de música.
Poco antes de Carnaval, los dieciséis componentes de La Resaka dieron comienzo a los ensayos en el centro cívico de Traspinedo; enclave que, junto al gimnasio municipal, han visto progresar a estos músicos con el paso del tiempo. Desde entonces, cada fin de semana se reúnen para tocar en conjunto. «Cada uno estudia de manera individual y luego nos juntamos una vez a la semana para ver cómo suena. Al final es difícil ensayar todos juntos porque tenemos gente estudiando en Alemania, en Donostia y muchos de ellos en conservatorios superiores», explica Luis Enrique Velasco, trompetista de la charanga.
A 80 kilómetros de distancia, la Cucu Band comenzó sus ensayos a principios de año en un local cedido por el Ayuntamiento de Medina del Campo. «Como tenemos bastante número de bolos, lo que hacemos es seguir la línea que tenemos en invierno y cada semana o cada quince días nos juntamos y vemos cómo va el repertorio», comenta Álvaro Vilorio, componente del grupo.
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Ambas agrupaciones se encargan de realizar los arreglos de las canciones para adaptarlas a su propio formato. Lo más complicado de adecuar la música más actual y comercial. «No está escrito, no hay una partitura como tal. Tienes que escuchar la canción, escribirla en un papel, que cuadren los instrumentos y que suene bien. Es lo que más tiempo nos lleva», comenta del Pozo. «Normalmente mejoramos la versión original», bromea Luis Enrique. «Hay que darle una vuelta porque es instrumentar canciones de una forma que, al final, no tiene mucho que ver, y además darlas nuestro toque personal. Es lo que nos va a diferencia respecto a otros compañeros de este mundillo», añade Vilorio.
A la hora de seleccionar el repertorio, tienen en cuenta las canciones más sonadas del momento, los gustos musicales de cada uno de sus componentes y, como no, los temas de siempre. Aunque Velasco asegura estar «educando a la gente a no tocar lo típico» y a adentrarles en melodías más complejas. Con todo ello, conforman una recopilación de cientos de temas que irán tocando en cada una de sus actuaciones.
Y es que no vale cualquier canción. «Hay que tener mucho criterio a la hora de elegirlas y saber qué puede estar bien y qué no», manifiesta Luis Enrique. «También escuchamos a otros compañeros de otras charangas para coger ideas», añade César. «Este año nos hemos liado un poco la manta a la cabeza y estamos actualizando bastante el repertorio. Podemos estar muchos días seguidos tocando y no repetir apenas canciones», asegura Álvaro.
Trabajar en ambientes festivos
Además de la música, también es muy importante la animación. A golpe megáfono, Luis Enrique es uno de los encargados de animar el cotarro. «Somos un poco payasos, hay que tener cero vergüenza y hacer muchísimo el tonto», cerciora. Con sus cánticos chistosos consigue meter en el ambiente al público para acabar todos bailando. «Que pongan de su parte y se metan en show es primordial», puntúa César. «Somos una charanga, estamos para animar, no solo para tocar bien. No solo es importante la música, sino que tenga un poco de gracia el espectáculo que montamos», añade Vilorio. Por ello, la Cucu Band realiza coreografías, cambian la letra de algunas canciones o llevan a cabo un juego con el que interactuar con el público. «El desparpajo y la animación que les des es lo que va a hacer que te prefieran a ti antes que a otros», cerciora el medinense.
Una atmósfera festiva, dicharachera y divertida que trasladarán a todas sus actuaciones. En el caso de La Resaka, de momento tienen fijados en torno a treinta bolos, pero esperan alcanzar los sesenta entre junio y septiembre. La Cucu Band realizará en torno a 100 actuaciones de las 150-180 que llevarán a cabo a lo largo del año.
Su mayor satisfacción la tienen clara; el calor del público y los aplausos. «Te vas reventado del papel que has interpretado, pero te vas ancho a casa porque la gente ha respondido y se ha volcado contigo», asegura del Pozo. «La gente es muy agradecida, reconocen el trabajo que haces, cómo se lo pasan de bien con nosotros y nos lo dicen», menciona Vilorio.
Ambas charangas se enfrenta a una temporada en la que tendrá que llevar a cabo más de dos actuaciones por día. Pero a ellos no les supone un gran problema, pues su organización es envidiable. Herramientas como Excel o Google Calendar se han convertido en sus mejores aliados. Los medinenses estructuran los bolos a través de una plantilla en la cual sus componentes se apuntan dependiendo de su disponibilidad. Los traspindejos tiran de un 'megacuadrante' y de encuestas de Whatsapp para fijar las fechas. Una decisión que han tomado este año para evitar coger a personas ajenas. «Sería muy fácil que venga gente de fuera, pero no es lo que queremos. Quieres ver a La Resaka, no a gente extraña con la camiseta de la charanga», detalla Luis Enrique.
Un llamamiento al respeto
Con el paso del tiempo, estas charangas vallisoletanas han ido profesionalizándose no solo a nivel técnico, sino también en el ámbito laboral. «Antes era un hobbie, ahora es un trabajo», especifica César. El trompetista ha hecho un llamamiento a la sociedad. «Queremos quitarnos el cliché de músico borracho», declara. Tocar en ambientes festivos donde la gente suele estar ebria no es nada fácil, pues no solo tienen que estar pendientes de que sus instrumentos suenen bien, de los temas que tienen que tocar en cada momento y del tiempo, sino también del entorno. Una tarea para la que deben estar concentrados al máximo. «No es tanto el jaleo cuando estás tocando, que están pendiente de muchas cosas, sino también el trabajo que conlleva la charanga, más allá de lo que son las actuaciones», manifiesta Vilorio.
«También se está perdiendo un poco el respeto a los músicos», añade Luis Enrique. «Antes no nos mojaban ni nos empujaban, y ahora les da igual y se ríen», comenta. Una situación que les cuesta controlar a veces y que en alguna una ocasión ha acabado en una desgracia. Velasco estuvo sin tocar unas semanas después de que una persona le empujara y le partiera el labio. «Hay que partir de la base de que somos profesionales, nuestros instrumentos valen mucho dinero. Te tiran un cubata y tienes que pagar un arreglo que no es barato», explica del Pozo. «Hay que tener mano izquierda y saber por dónde van los tiros con la gente que estás tratando. Si se pasan de la raya, les echamos el alto porque estamos trabajando y merecemos un respeto», comenta Álvaro.
Un futuro prometedor por delante
Después de tanto tiempo dedicándose a ello plenamente, y formar parte de la junta directiva, César y Luis Enrique se ven abandonando esta labor en unos años. «Tenemos treinta años, no somos unos viejos, pero estamos empezando un relevo generacional», expresa Velasco. Poco a poco, La Resaka va incorporando integrantes nuevos que sientan la charanga como suya para que esta siga teniendo tirón. «Creo que la evolución va a ser favorable y vamos a seguir mejorando», aseguran.
Quienes también están siguiendo sus mismos pasos son los componentes de la Cucu Band, quienes se encuentran en la tercera generación de músicos. «Los que nos vamos haciendo más mayores, damos un paso a un lado sin desvincularnos de la charanga, y dejamos paso a los más jóvenes», aclara Álvaro.
Hasta entonces, la formación traspindeja compuesta, a día de hoy, por dos percusionistas (Víctor y Luisdi), seis saxofones (Andrea, Polo, Héctor, Aitor, Parra y Colías), dos trombones (Ramón y María), dos tubistas (Jesús y Ángel) y cuatro trompetistas (Bea, Rodri, Luisen y César); y al medinense formada por tres percusionistas (Saúl, Carlos y Edu), cinco saxofonistas (Adrián, Marcos, Dani, Víctor Lorenzo y Víctor Hernández), cuatro trompetas (Nacho, Pablo, J. Alberto y Aarón), tres trombones (Álvaro, Yubal y Ramón) y un helicón (Pablo) continuarán su recorrido musical para amenizar las fiestas populares de toda Castilla y León.
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