Una madre es una madre y lo será siempre, por muchos años que tenga. Saturnina Díez tiene 105 años, en noviembre cumplirá los 106 y vive pendiente de lo que hacen y de dónde van sus tres 'retoños': Julia, Jesús y Begoña Gordoncillo, de 81, 77 y 73 años, respectivamente. Esta centenaria nacida en Torrelobatón siempre ha presumido de una salud de hierro y hasta hace poco ha vivido y se ha valido por sÍ sola. Ahora necesita ayuda de sus hijos para casi todo. Los inviernos los pasa en el barrio de la Rondilla, en Valladolid, con su primogénita. Los veranos en el pueblo, en su casa de siempre, y son los hijos los que se turnan para acompañarla permanentemente y dormir con ella.
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En enero, unas piedras en el riñón le obligaron a pasar por el quirófano. Las tres cifras de su edad al principio fueron un impedimento para operarla. «A los médicos les daba miedo, porque soy muy mayor. Pero ya ves… aquí estoy dando guerra y casi como una rosa», bromea Sátur haciendo gala de su buen humor. Ella reconoce que este último año ha tenido más achaques que de costumbre. «He perdido mucho. Ahora ya no puedo coser ni hacer ganchillo, porque se me duermen las manos. Era mi mayor entretenimiento. Tampoco puedo leer, porque he perdido vista, así que me conformo con ver la tele. Y digo ver, porque tampoco puedo oírla, ya que estoy completamente sorda. Todos deberíais llegar a estas edades para que supierais lo que se siente», comenta
Al cumplir el siglo de vida, Juli, Jesús y Begoña solicitaron la ayuda de la dependencia. Se la denegaron. «Vieron que estaba ágil y que podía valerse por si misma», dice Juli, quien es su principal cuidadora. Hace tres años, volvieron a pedirla a la Junta, través de la asistenta social de Torrelobatón, y entonces ya cumplía los requisitos. «En ese momento ya necesitaba el apoyo de otra persona en su día a día. Hoy por hoy, tiene que estar acompañada las 24 horas del día. Le ayudamos en casi todo», prosigue la hija, quien recibe una ayuda de 270 euros mensuales por el cuidado de su madre. «Si tuviéramos que contratar a alguien para que estuviera con ella, sería una cantidad insuficiente, pero de momento nos apañamos entre los tres hermanos y, mientras podamos, no la llevaremos a una residencia. No obstante, la Junta nos escribe todos los años para ofrecernos una ayuda para el descanso del cuidador durante 30 días en un centro privado acreditado. Nunca lo hemos solicitado», explica Jesús, el mediano de los hijos.
A sus 81 años, Juli dice que «se ve muy mayor» y que «está muy machacada». «Nunca imaginé que a mi edad tendría que cuidar de mi madre. Lo hago con mucho gusto, pero este último año, en el que ella ha necesitado más ayuda, a mí me ha afectado muchísimo, sobre todo a los riñones, ya que tengo que ayudarle a levantarse y sentarse. Le gusta que estemos pendientes de ella y no se da cuenta de que yo también tengo una edad importante. Muchas veces, incluso me dice que cuando me haga yo mayor… a ver quién va a cuidar de ella. Se piensa que va a ser eterna», dice entre risas la hija mayor de Sátur.
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