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Después de haber nacido el primer año de la Guerra Civil, de haber superado una dura posguerra y de haber criado a ... cinco hijos, con gran esfuerzo y trabajo, es imposible que la riosecana María Cimas Ferreras pudiera pensar que a sus 84 años fuera a vencer a un temible virus después de casi un mes de hospitalización.
En la segunda ola la covid entró en la residencia Sancti Spiritu y Santa Ana, de Medina de Rioseco, y María fue la primera residente que dio positivo. Todo sucedió el domingo 18 de octubre, cuando fue hospitalizada al levantarse con síntomas compatibles con el virus, y que confirmó el oportuno test. En varios días, su estado pasó a ser de máxima gravedad, con la rápida visita de sus cinco hijos, María del Carmen, Begoña, Sebastián, Victorino y Arancha, quienes se pusieron en lo peor.
Sin embargo, poco a poco, la enfermedad fue remitiendo de tal forma que en las últimas horas del 11 de noviembre regresaba a la residencia riosecana, con un test negativo después de 25 días en el hospital.
Ahora, la misma fuerza y ganas de vivir que tuvo para superar esa pesadilla, es con la que María se recupera a pasos agigantados, con ejercicios de rehabilitación y paseos con el andador, ante la sorpresa de propios y extraños, quizás porque «son personas que están hechas de otra pasta, con una fortaleza tremenda», señala su nieta Elisa Abril, quien habla de 'milagro' para explicar la recuperación de su abuela. La joven está segura de que su abuela pertenece «a una generación de acero; con lo que han vivido, siendo niños en la posguerra, para que ahora les toque vivir esto; es injusto».
Mientras María se recupera no para de repetir lo mal que lo ha pasado, que no dejaba de pensar en su familia, que quiere mucho a todos y que desea estar con ellos. Ese contacto con sus seres queridos, por medio de la visita que le hicieron sus hijos en sus momentos de máxima gravedad, es lo que su hijo Victorino Abril cree que, junto a la atención médica, fue decisivo para la recuperación de su madre, porque «ella notaba esa presencia».
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Ahora comprueba que está muy bien si se compara con los primeros días de hospitalización, en los que «estaba muy apagada, hablaba con los ojos cerrados, contestando con la cabeza». Unos momentos en los que no quería de ninguna de la manera que le tocaran, por miedo a contagiar, a pesar de que sus hijos llevaban mascarilla, bata, gorro, pantalla y guantes. Poco a poco fue mejorando, «hasta que un día estuve hablando con ella, ya no estaba adormilada y pidió comer», recuerda su hijo con emoción al ver cómo su madre se va recuperando después de haber estado tan grave. La suspensión de las visitas en el hospital fue la evidencia de su mejoría y el regreso al geriátrico riosecano, cuyo director, Santiago Rico, se interesó en todo momento por el estado de María. De ahí, el agradecimiento de la familia, así como al resto de personal del centro, pero también al del hospital.
María Baldomera, como es su nombre completo, tenía escasos cinco meses cuando estalló la Guerra Civil en 1936. Había nacido en la localidad zamorana de Cotanes del Monte, hija de Hilario Cimas y Emiliana Ferreras.
Se casó con el riosecano Emeterio Abril, del que enviudaría en 2006, después de una larga enfermedad. Sus cinco hijos coinciden en que ha sido una mujer muy trabajadora, repartiendo pescado por las casas, muy decida, sin miedo, que «lo ha dado todo por nosotros». Por eso, su mayor felicidad es ver a sus hijos bien, y su gran alegría es estar con sus siete nietos y sus cinco bisnietos, porque «es una mujer muy familiar». Por ahora, hasta que el temporal de la segunda ola de la pandemia amaine, María se tiene que conformar con las videollamadas.
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