![El párroco que se deja «las llantas del coche» con 450 kilómetros semanales](https://s1.ppllstatics.com/elnortedecastilla/www/multimedia/2024/10/30/464687695_25310611898550571_2142543019264179728_n-RyP8Klp6mC4EtvQeOZPeHxL-1200x840@El%20Norte.jpg)
![El párroco que se deja «las llantas del coche» con 450 kilómetros semanales](https://s1.ppllstatics.com/elnortedecastilla/www/multimedia/2024/10/30/464687695_25310611898550571_2142543019264179728_n-RyP8Klp6mC4EtvQeOZPeHxL-1200x840@El%20Norte.jpg)
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El domingo es día importante de trabajo para el sacerdote. Por eso, el joven párroco de Medina de Rioseco, Alberto Rodríguez Cillero, inicia muy pronto su jornada celebrando misa en la riosecana iglesia de Santa María. Cuando acaba, monta en su coche para llegar ... hasta Montealegre, donde oficiará misa y, más tarde, lo hará en Villalba de los Alcores, donde llega por primera vez a esta misa dominical, lo que hace que reciba muchos saludos. Todavía tendrá una más en Rioseco por la tarde.
Cuando empezó su ministerio junto al anterior párroco, Juan Carlos Fraile, este joven sacerdote iba todos los sábados y domingos a todos los pueblos, tenían misa semanal. Ahora que «tenemos más del triple de parroquias, mi presencia dominical es una vez al mes, porque celebro habitualmente en Rioseco». No obstante intenta hacerse presente en todos los eventos (funerales, bautizos, fiestas patronales, procesiones, etc.) que haya entre semana, «donde es más fácil turnarme, y que no me coincidan con las clases». Es su objetivo, llevar la fe a todos los puntos de la provincia. Un mensaje que hace un mes se hizo viral cuando el Arzobispado publicó parte de su homilía, en la que admitía que pese al descenso en el número de sacerdotes, se iban a dejar «la piel y las llantas del coche» en llevar la fe a todos los pueblos.
Alberto, que aunque nacido en Palencia ha vivido siempre en Valladolid, tiene claro que «es la vocación a la que Dios me llamó, y el modo de vida en el que quiere que viva, me entregue y le ame, para poder ir al Cielo». Una llamada que sintió cuando estaba estudiando cuarto curso de Filosofía en la Universidad de Valladolid, «en una noche, casi de verano, mirando el cielo estrellado y reflexionando sobre la dirección que tomaba mi vida». No obstante, hizo el máster de profesorado, «para darme ese año de prueba» a ver si era una cosa puntual, o realmente una llamada permanente, como así fue». Al tener Filosofía, empezó en tercero en el seminario, estudió los tres años de teología, a lo que sumó otros dos más del máster de teología, por recomendación del arzobispo Ricardo Blázquez. A los veintisiete años, se ordenaba diácono en octubre de 2020, con destino en Medina de Rioseco. Un año después, en septiembre de 2021, era ordenado sacerdote, manteniendo el destino.
Además de Medina de Rioseco, Alberto Rodríguez se ha convertido en el párroco de Berrueces, Moral de la Reina, Tamariz, Villabaruz, Gatón, Villanueva de san Mancio, Palacios de Campos, Montealegre, Valdenebro y Villalba de los Alcores, en un total de 11 pueblos, a los que suma como su vicario parroquial los de Villabrágima, Valverde, Castromonte, La Santa Espina, Pozuelo y La Mudarra, en un total de 17 parroquias en la unidad pastoral que existe con la parroquia de Villabrágima. Al final, la atención a sus pueblos le hace recorrer una media de unos 450 kilómetros a la semana de media. A pesar de su apretada agenda también tiene tiempo para escuchar música, desde cantautores tradicionales como Serrat, Franco Battiato o Sabina, hasta artistas modernos como Rihanna, Sia, Melendi o Morat, porque «hay personas que piensan que me paso la vida oyendo gregoriano o cosas en latín». Aún así, su canción favorita es Innocence, de Avril Lavigne, porque «tiene frases bellísimas en las que descubro la felicidad de vivir en el amor de Dios o de otras personas». Y es que a este joven sacerdote le gusta hacer una lectura sobrenatural de la letra de las canciones e integrarla en su vida.
Por si fuera poco, esta misma semana era nombrado arcipreste de Campos, que está conformada por 87 parroquias, que ha recibido con «muchísima ilusión», pero también «con gran humildad» porque supone «una responsabilidad grande» a sus 31 años de edad y, especialmente, tan solo tres años después de su ordenación sacerdotal. El arcipreste, entre otros cometidos, tiene el deber y el derecho de fomentar y coordinar la actividad pastoral común en el arciprestazgo; cuidar de que los clérigos de su distrito vivan de modo conforme a su estado y cumplan diligentemente sus deberes o procurar que las funciones religiosas se celebren según las prescripciones de la sagrada liturgia, entre otros cometidos.
De esta manera, compaginar el servicio de todos los pueblos se convierte en un encaje de bolillos, al que se suma el que el joven sacerdote dé clase en el instituto de Rioseco. Al final reconoce que «es una labor de equipo donde todos aportamos para intentar mantener viva la fe en cada rincón». Actualmente ese equipo está compuesto por dos párrocos, un vicario y un diácono permanente, que ayuda los fines de semana. «Para que la gente se haga una idea, a fin de poder tener misa en todos los pueblos todos los domingos y atender bien sus realidades, necesitaría otros tres sacerdotes más».
Para el joven sacerdote, la celebración de misa en los pueblos es de gran importancia porque «es mucho más que una tradición: es la esencia de nuestra fe; es la renovación del sacrificio de Cristo, donde se nos entrega y nos da su gracia». Todo ello sin olvidar «la cuestión, innegable y también importante, aunque en un segundo plano, social y festiva, al reunir a las personas y hacer que se vean». Aunque también, por desgracia, «es casi la única institución que permanece activa en pueblos en los que viven menos de 20 personas, que son bastantes».
A las misas, Rodríguez Cillero une otras celebraciones como bautizos y bodas, pero «por desgracia, nuestra envejecida Castilla presenta un porcentaje elevadísimo de entierros». De hecho, hace ver que, si «en Rioseco contamos alrededor de 30 bautizos al año, en las demás parroquias no llegamos muchas veces a juntar 5 entre todas». Con tristeza reconoce que hay muchos pueblos a los que ya ha ido a dos funerales, y todavía no le ha tocado celebrar la misa del domingo. «Es nuestra realidad».
En Medina de Rioseco, el joven sacerdote intenta ir a todo lo que puede, y participar de la vida de la ciudad en la mayor medida posible. «Creo que es bueno hacer presente a la Iglesia en realidades que no sean sólo de Iglesia y que sean importantes para los riosecanos». Por eso asegura que «yo lo disfruto mucho, no es como un trabajo el ir a tomar algo a un bar, o a un evento que organiza el Ayuntamiento, o cualquiera de las miles de actividades que, gracias a Dios, tenemos aquí».
El nuevo arcipreste de Campos se lamenta de la poca falta de vocaciones con muchos menos sacerdotes que hace 60 años, por ejemplo. Y aunque le duele reconocer que cada vez hay menos cristianos que vivan la fe de verdad, señala que el problema que se presenta es que sigue habiendo el mismo número de parroquias, y al haber cada vez menos clero, «el ratio al que opta cada sacerdote es mayor, y es un problema, porque no atiendes igual una realidad parroquial si es la única que tienes, a si tienes otras dieciséis más».
Ante esta falta de vocaciones, Rodríguez Cillero, a pesar de indicar que el ministerio sacerdotal puede parecer duro, a veces, humanamente ingrato, porque hay que renunciara muchas cosas buenas como formar una familia, tener horarios de trabajo estables o un lugar fijo para vivir, «no hay ni habrá una felicidad mayor en la vida que entregarse por entero a Dios en la vocación a la que te llama».
En todo caso, su deseo es que «a través de mi ministerio sacerdotal pueda acercar a los alejados o tibios a la fe y al amor de Dios, que siempre nos ayuda a ser mejores»; y su esperanza es que «lo mejor siempre está por llegar. Que Dios siempre da más de lo que esperamos y merecemos, y que cada pequeño esfuerzo, sacrificio que haga, siendo siempre en su nombre y para su gloria, dará frutos que, aunque yo no vea, hacen que valga la pena». Es seguro que todo esto se lo pida a San Pío X, gracias al que fue sacerdote, y en el que descubrió un modelo a seguir.
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