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Más que panadero se tiene por «aprendiz» de un oficio al que el coste disparado de la energía está poniendo contra las cuerdas. Y como el suyo, miles de negocios que necesitan luz, gas o biomasa para elaborar y poder seguir vendiendo sus productos. ... Javier Ramos acaba de tomar una decisión dolorosa, despedir a una de las empleadas que desde que abrió en 2010 La Tahona de Chari en Villanubla compartía tarea en el obrador junto a él, su mujer y otros dos empleados.
Prescindir de mano de obra es una de las medidas a las que ha tenido que recurrir para amortiguar el coste de una factura energética desbocada: «El recibo de la luz me ha subido de mil euros al mes a 3.500», constata con pesadumbre este panadero de Villanubla que no puede prescindir de hornos y aparatos de frío conectados a la red eléctrica. «Susana estaba con nosotros desde los comienzos de la panadería; ahora dispongo de dinero para indemnizarla, pero dentro de seis meses no sé qué pasará, si podré aguantar a los otros dos trabajadores en nómina; me he tenido que desprender de una persona teniendo carga de trabajo suficiente, pero a ello nos ha obligado un coste de la energía que se ha multiplicado por tres».
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Es esta la segunda gran crisis laboral que encara Javier Ramos. La primera, hace memoria, fue 'la del Modus' por la caída de ventas de este modelo que llegó a amenazar la continuidad de la firma del rombo en Valladolid. «Trabajaba en Renault y me quedé en el paro,y mi pareja, parecido, así que decidimos reinventarnos y montamos una tahona en el pueblo de ella». Allí llevan desde que comenzaron a amasar harina, hace ya 22 años. Les ha ido razonablemente bien durante todo este tiempo dedicados a una especialidad artesana en la que continuamente han ido formándose en busca de un toque personal al pan candeal, hornazos, magdalenas, tortos de chicharrón y barras y dulces de diferentes sabores y texturas. Incluso se han visto con ánimo para recuperar el piturracio, una pasta tradicional de Villanubla.
Dedicación e ilusión no le han faltado hasta la fecha a Javier Ramos para levantarse cada día a las dos de la madrugada preparando masas en su obrador. Por las tardes se dedica a leer alguna tesis doctorales sobre masas madre, procesos químicos, tecnología... y, cómo no, a desesperarse «mirando facturas de la luz en busca de alguna oferta».
Su negocio abre siete días a la semana, pero a partir de la próxima serán seis: cerrará los lunes para ahorrar luz y también para poder ajustar los días de descanso, pues el despido de una de sus empleadas ha descabalado los turnos de libranza. A partir de ahora, los hornos y parte de la maquinaria estarán parados cada primer día de la semana. Calcula que le supondrá unos 150 euros de ahorro de gasto al día, seiscientos al mes. «Entre esto y el sueldo de la persona despedida esperamos reducir unos 2.300 euros los costes mensuales. No son cuentas que te animen, pero a ver si así logramos mantenernos un poco», confía.
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Sofía Fernández
Y es que al mordisco de la energía a la facturación de su negocio suma el panadero de Villanubla el del encarecimiento de la harina, la levadura, los huevos y otras materias primas en hasta un 33%, un alza que da por imposible repercutirlo en el bolsillo del consumidor que acude a su mostrador. «Una pieza de pan o barra de un euro no la podemos vender a tres, no seríamos competitivos ni viables. Hemos subido algo los precios, pero es simbólico; al final ¿cuánto tengo que cobrar por unas magdalenas? estamos así en parte por los impuestos, por la energía y también por la especulación, no entiendo cómo se puede doblar el coste del azúcar que lleva envasado desde el año pasado», agrega este autónomo dolido por «la falta de atención de las administraciones; me gustaría que alguien de la Junta, la Diputación o el Gobierno viniera a tomar un café y poder contarle cómo estamos».
Hace un año hacía planes para abrir un pequeño local en el centro de Valladolid donde vender sus panes y dulces, una idea que ha desterrado de plano. «De la noche a la mañana lo que eran beneficios se va en impuestos, en energía y materias primas a precios disparatados. Lo que estamos viviendo es surrealista, conozco a alguien que ha invertido 80.000 euros en un quemador de biomasa y no encuentra pellets o tienen un precio prohibitivo; y no te digo ya el que tenga un horno de gas... Necesitamos que nos ayuden ya».
Aunque asegura que va a intentar aguantar en pie con su local abierto seis días por semana, augura tiempos duros en muchos negocios. «A mí tirar todo por la borda me fastidia bastante, y que me obliguen a cerrar, más todavía, pero yo voy a intentar aguantar. Por lo civil o por lo criminal».
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