El riosecano Luis Anta en su finca con una seta de la pipa M.G.Marbán

Valladolid

Los olvidados senderos de la sabiduría popular

El veterano aficionado a la micología Luis Anta, que siempre tuvo un estrecho contacto con el campo y la naturaleza, será esta tarde el protagonista de Tarde de Arte en Medina de Rioseco

Sábado, 9 de noviembre 2024, 13:18

Luis Anta es atento, cordial, amable, de semblante bondadoso, de palabra acertada. A sus 76 años, conoce que el laurel metido entre la ropa pone coto a la polilla o que una infusión de tomillo cura la tos, distingue entre un celemín y una media ... fanega, en su bolsillo suele llevar hierbaluisa con su olor a la popular colonia Nenuco, que pone en la mano da a la persona con la que habla, a la que no tarda en contar que la tinta negra que produce un tipo de Coprinus fue usada por la inteligencia alemana para detectar pasaportes falsos. Es solo una parte de la sabiduría y cultura popular que atesora este veterano riosecano, quien recuerda, con su sentido común, a algunos de los inmortales personajes de las novelas de Miguel Delibes. Uno de los escasos ejemplos del hombre del medio rural que siempre tuvo un estrecho contacto con el campo y la naturaleza en una relación que poco a poco se ha ido perdiendo.

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En las últimas semanas, a Luis Anta se le acumulan las preguntas que le hacen allegados, amigos y otros vecinos para saber si esta o aquella seta es comestibles al confiar en su dilatada experiencia en la micología en una afición en la que empezó en su zamorana Fuentelapeña natal, «cuando de niño, íbamos al campo a coger setas y plantas comestibles porque no había que comer», lo que da a entender que la suya fue una infancia dura en la que, entre los 12 y los 15 años, por distintas circunstancias de adversidad, estuvo repartiendo leche en Madrid, antes de regresar a su pueblo para dedicarse a las duras labores de la agricultura de esos años, arando con mulas o sembrando y segando a mano. No es de extrañar que en el 2008 se llevara en Rioseco el campeonato de Castilla y León de siega a mano. En aquellos años de infancia y juventud tenía la costumbre de tallar en piedra con una navaja relieves de labores agrícolas, mulas, toros u otros animales, como los que muchos años después fueron descubiertos en el interior de una cueva en su pueblo natal con la creencia de que era un yacimiento arqueológico, algo que el mismo Luis Anta tuvo que desmentir mostrando su firma en sus iniciales talladas.

De los 17 a los 30 años, trabajará en Bilbao en la empresa constructora Agroman, en unos años en los que conocerá a la que será su esposa, Carmen Cea, y en los que nacerán sus dos hijos mayores, Óscar y Luis. Por la presencia de un familiar había visitado Rioseco, que siempre le había gustado y donde, con 31 años, se desplazará con su familia, instalando una empresa de material de construcción en una localidad donde nacerá su hija Carmen.

Luis reconoce que siempre «me ha interesado el campo y la naturaleza». Conocía las setas comestibles, pero no otras. Poco a poco, de forma autodidacta, «porque cuando te gusta una cosa te interesas por ella», fue perfeccionando sus conocimientos micológicos, «mirando, estudiando, hablando con los que sabían, visitando exposiciones como la de Valladolid en el Centro Cívico Juan de Austria, porque antes no había Internet». Con el tiempo se ha convertido en todo un especialista en micología, realizando paseos para distinguir especies, dando charlas en centros escolares o realizando exposiciones, siempre atento a dar consejos.

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Este aficionado a la micología sabe diferenciar las que son tóxicas de las que no lo son, por su morfología, por el anillo, el color, las láminas, los olores, por los sabores, con algunas picantes y otras dulces, aunque no te puedes confiar porque «la más venenosa, la amanita phalloides, es dulce y tiene buen olor, y tarda tres o cuatro día en reaccionar cuando la comes, y ya no hay solución». Una seta que se puede encontrar en Villabrágima o Villalba de los Alcores. Para este veterano riosecano, la de cardo es la más apreciada, de las del entorno de Rioseco, y la fistulina hepática, conocida como lengua o hígado de buey, que se puede encontrar en La Santa Espina. Por su belleza, sin duda, se queda con las russulas, en especial con la Amanita muscaria, la de los cuentos, con efectos alucinógenos.

En todo caso, en cuanto a las comestibles tiene claro que no hay que abusar del consumo de ninguna, «porque todas tienen toxicidad y pueden afectar al hígado o a otros órganos». Además, aconseja no coger la seta que no se vaya a comer, «porque todas tienen la importante función en la naturaleza de volver la materia muerta en materia organiza». Respecto a su recolección, señala que hay setas que hay que cortar para quedar las esporas, pero hay otras, como los boletus, que hay que arrancar «porque si dejas el pie se pudre y matas el micelio». En todo caso recuerda la importancia de tener precaución a la hora de recolectar setas, de coger las que se conozcan bien, de enseñarlas a los especialistas de los centros micológicos cuando se tengan dudas, de «no coger todas y dejar alguna o de dejar las que no se conozcan».

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Con el tiempo, Luis logró una de sus grandes ilusiones, «tener una finca para hacer lo que me gustaba». Además de todo tipo de hortalizas, en su huerto tiene árboles como manzanos, perales, granados, ciruelos, acerolos, nogales, avellanos, almendros, acebos, eucaliptos o madroños, pero también plantas extrañas de gran belleza como la del aceite de ricino o la flor de la pasión (con el fruto del maracuyá), cuyo nombre se debe a que presenta la forma de los tres clavos y corona de Cristo. El riosecano recuerda la cantidad de plantas comestibles que no se aprovechan, crudas, hervidas o en infusión, con fines culinarios, como la rúcula, el diente de león, las collejas, la verdolaga o la ortiga; o con fines medicinales, como el orégano, la caléndula, el tomillo, el laurel o el llantén. Aunque otras son aromáticas, como la hierbaluisa, la melisa o la lavanda; otras son tóxicas, como la adelfa, que muchas veces adorna jardines públicos, y otras, como la santolina, ahuyentan los mosquitos.

Costumbres, prácticas, tradiciones, labores, oficios, aperos, recetas gastronómicas, refranes, dichos, leyendas, canciones, instrumentos son parte también de la vasta cultura tradicional que Luis Anta atesora en su memoria, por eso su hija Carmen le anima, una y otra vez, a escribir lo que sabe, quizás para que no se pierdan en el tiempo como lágrimas en la lluvia, parafraseando las míticas palabras de la película Blade Runner. Mientras tanto, este sábado el veterano riosecano, con todo su saber, será el protagonista de la actividad Tardes de Arte, que tendrá lugar a las 19.00 horas en el Casino de Medina de Rioseco, en una mirada muy especial al arte desde los ojos de la sabiduría popular y la cultura tradicional, de alguien que se encuentra en ese momento de la vida en el que, de una manera especial, disfruta de cada momento en contacto con la naturaleza, de la que no deja de aprender.

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