Los pueblos de la provincia de Valladolid esconden importantes tesoros históricos, arquitectónicos y paisajísticos, pero también tesoros lingüísticos que merece la pena analizar. Sus nombres evocan leyendas, tradiciones y peculiaridades únicas. A continuación haremos un recorrido por la provincia para tratar de desentrañar los secretos ... y el origen sus curiosos topónimos. Algunos tienen orígenes ancestrales, otros se deben a distintas influencias culturales, el caso es que la identidad de los pueblos vallisoletanos, está intrínsecamente ligada a sus singulares nombres.
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Arranca este viaje en Wamba, que puede presumir de ser el único pueblo de España cuyo nombre empieza por 'W'. Una curiosa grafía de origen germánico, que para más inri, se pronuncia «bamba» y no «guamba». Proviene del rey de los visigodo, que fue escogido en el año 672, tras la muerte de su antecesor, Recesvinto, quien murió por estos parajes. Wamba fue el último rey que dio esplendor a los godos y ha hecho famoso este pueblo. Cabe destacar que hasta el 17 de julio de 1910, la grafía del municipio era 'Bamba' y fue en esa fecha, cuando por iniciativa del ayuntamiento y la aprobación del Rey y del Gobierno, se autorizó al cambio de nombre por el actual, con 'W', de esta manera, se distinguiría del pueblo de Zamora llamado 'Bamba'.
Otro nombre original y sugerente donde los haya, y también con raíces germánicas, es el de Villasexmir, (Villa-sesmill hasta el siglo XV). Hay diversas teorías sobre su origen. La más plausible, hace referencia a su época árabe y a la contracción de la expresión 'Villa de los seis emires'. Otra posible teoría se refiere a la posible raíz germánica 'sesmirus', y que puede estar relacionada con la parcelación medieval en sexmos.
Curioso nombre y curiosa la historia que lo explica, para Ataquines. Cuenta la leyenda que esta denominación surgió por una anécdota sucedida entre Isabel La Católica y una de sus doncellas. La reina se dirigía a Arévalo desde Medina del Campo cuando se le desató el cordón de seda de uno de sus zapatos. Disgustada, le dijo a Inés, que formaba parte de su corte, «Ata aquí Inés». De ahí tomó su nombre.
Otro topónimo con leyenda y también proveniente de una frase de un monarca, es el de Simancas. Cuentan que, en tiempos del rey Ramiro I, en el siglo IX, el emir Abderramán II se hacía regalar 100 doncellas cristianas, de las cuales 7 debían salir de Simancas. En valiente acto de rebeldía contra aquellos que pretendían atentar contra su honestidad, las siete doncellas se cortaron la mano para evitar ser entregadas. El rey Ramiro dijo una frase que se ha transmitido de generación en generación: «Si mancas me las dais, mancas no las quiero». De ahí el nombre. La villa decidió entonces recordar para siempre a las heroínas incorporando a su escudo siete manos pintadas.
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Digno de mención es Moraleja de las Panaderas. El origen seguro de su toponimia se desconoce, aunque sí hay bastantes especulaciones al respecto. En cuanto al 'apellido' de las panaderas, pueda deberse a que en muchas localidades cercanas a Medina del Campo existían numerosos hornos de pan, un producto que tenía una fuerte demanda desde Medina, sobre todo en los días de ferias. La elaboración de pan era un oficio casi exclusivamente femenino y tal vez las panaderas de este pueblo fueran las que mejor horneaban este diario manjar.
Dicen que Siete Iglesias de Trabancos es el 'Pueblo de las seis mentiras' pues solamente tiene una iglesia, dedicada a San Pelayo, aunque parece ser que en la localidad existieron otros seis templos, hoy desaparecidos. No es el único pueblo de España con este nombre. Encontramos también un Sieteiglesias de Tormes en Salamanca y Sieteiglesias (a secas), que fue un municipio que perteneció a la provincia de Madrid que desapareció en 1973 para formar parte de un nuevo municipio con sede en Lozoyuela. Entre los vecinos de Siete Iglesias, los hay que lo estriben junto y otros separado.
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El de Torrelobatón es otro nombre curioso. La primera vez que aparece mencionado fue como 'Torre de Lobatón', en la primera mitad del siglo XII, en tiempos de Alfonso VII 'El Emperador'. Este topónimo parece tener su origen en la etimología popular, que lo explicaría como un aumentativo de lobato (cachorro de lobo). Existe una leyenda local según la cual se encontró una enorme cría de lobo junto al pueblo, que dio origen a esta denominación. El escudo de armas representa un castillo con dos lobos encadenados a la cerradura.
Otro nombre que deriva de animales, es el de Urones de Castroponce, que en el medievo aparece mencionado como 'Furones' (latín), que significa 'hurón'. Ya en 1642 aparece como 'Urones'. La pérdida de la 'h' inicial puede deberse a que el topónimo data de una época en la cual no estaban fijadas las normas ortográficas actuales, o bien pudo ser para distinguirlo de su homónimo Hurones, en la provincia de Burgos.
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Más topónimos de animales para hablar de Pollos, que se asienta sobre un poblado vacceo llamado 'Los Calvillos'. Cuenta una leyenda, que durante el tiempo que Juana la Loca permaneció encarcelada en Tordesillas, mandaba a por pollos a la Gran Florida del Duero, nombre con el que también se conoció a esta localidad (y a Castronuño). De ahí que al pueblo se le acabara atribuyendo ese nombre, sin embargo esta teoría parece cojear, pues Juana I de Castilla estuvo cautiva en Tordesillas a principios del siglo y existe un documento de 1237 en el que ya se habla de Pollos.
Y si hay pollos, también hay gallinas. En Valladolid encontramos Pozal de Gallinas, a cuyos habitantes se les conoce como gallinatos. Existen referencias escritas con el topónimo 'Pozal' que datan del año 1154 y a partir del año 1265, con el nombre actual y completo. Según explican desde el Ayuntamiento, hay distintas versiones acerca de su origen. «Al parecer, en la Edad Media, intentaron cambiar el nombre el pueblo y ponerle Morales del Rey, pero el cambio conllevaba una importante suma de dinero y se decidió continuar con el nombre de siempre», indican.
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Llama mucho también la atención el nombre de Rábano para un pueblo, sin embargo, no es el único en España con ese nombre, ya que existe un Rabanera del Pinar y un Rábano, ambos en Burgos, Rábano de Aliste, Rábano de Sanabria y Rabanillo, los tres en Zamora y Los Rábanos en Soria. Al menos en el caso del pueblo vallisoletano, el origen de su nombre, nada tiene que ver con la hortaliza. En la Reconquista se utilizaban los términos 'ribas' o 'rábida' para denominar a los asentamientos árabes y es muy posible que a esta zona se la llame así desde entonces. Hay otra teoría, que es la que nos cuenta su alcalde, Juan García Benito. «Siempre he escuchado que el pueblo se iba a llamar 'Raba de Duero' y que el alcalde de entonces se opuso al cambio y al lado de la propuesta de llamarle 'Raba' escribió un 'No' y así se quedó. 'Raba-no'. Pero quien sabe…», explica este veterano alcalde.
Otro regidor que presume del nombre de su pueblo es Ángel Vegas, de Lomoviejo, quien afirma que aunque no esté documentado, parece ser que las dos pronunciadas lomas que presiden la entrada del pueblo y que dan origen a un valle, son las causantes de esta llamativa toponimia. «Dicen que el nombre proviene de esas lomas, que se llaman la cuesta de las Bodegas y la cuesta del Don, pero no lo sabemos a ciencia cierta. Y aunque hay mucha gente que lo escribe separado, el nombre del pueblo es todo junto», señala.
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El topónimo de Tordehumos, también llama la atención. Procede del uso que se daba antaño a su castillo, que servía de torre de vigía desde la cual se transmitían noticias de los sucesos por medio de fogatas por la noche y de humaredas por el día. Descomponiendo el nombre, Tor-de-humos, vemos que significa 'Torre de humos', ya que su fortaleza, hoy desaparecida, era una de las principales torres de vigía de la comarca. Otros nombres del municipio a lo largo de la historia son Autero de Fumus, Oterdefumos u Oter de Fumos y Torre de Humos, hasta llegar a su nombre actual.
¿Y Villalbarba? Pues su toponimia lejos de significar 'villa de los barbudos', significa 'villa de los bereberes'. Se remonta al siglo VIII, cuando un asentamiento bereber procedente del norte de África, dio origen a este pueblo, conocido como 'Villa-al-barbar' o Villa de los Bereberes. Muchos de ellos, a causa de las malas cosechas y de una rebelión en el norte de África, regresaron a sus lugares de origen. Los que se quedaron, fundaron núcleos de población de origen africano, en medio de una zona poblada por gente autóctona hispano-romana. Villalbarba fue uno de esos enclaves.
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Velascálvaro es también muy curioso. Las primeras pruebas fehacientes de la existencia de este pueblo, se remontan al 1265, cuando se le menciona como dependiente de Medina del Campo. Entonces, el pueblo se llamaba 'Velasco Álvaro', en honor a su repoblador medieval. Como curiosidad destacaremos que entre los vecinos se cuenta que en 1789 el pueblo fue vendido por unos sacos de harina.
Casasola de Arión es otro topónimo que despierta gran interés. Este pueblo ha pasado por varios cambios de denominación. Desde 'Casasola', a 'Villa de Arión', pasando por 'Casasola de Arión' y 'Casasola Federal', para volver a ser de nuevo 'Casasola de Arión'. Según menciona el investigador heráldico del municipio, José Rodríguez, en el libro sobre la historia de su municipio, hay una anécdota curiosa sobre estos cambios y es que, el 16 de febrero de 1873 (cinco días más tarde de proclamarse la I República de España), el ayuntamiento aprobó la eliminación del sobrenombre 'de Arión' y se sustituyó por 'Federal'. Este nombre sólo duró tres meses. Pero fue precisamente en ese corto espacio de tiempo cuando se licitó la construcción de la casa consistorial.
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Rueda también tiene un nombre redondo y curioso. Su nombre primitivo y de la época de los romanos fue Roda. Así al menos figuraba en una crónica de la época del reinado de D. Pelayo, en el siglo VIII. Roda, lejos de significar 'rueda' significa 'antiguos caminos carreteros'.
Toca hablar de La Seca, muy curioso también. Se asienta sobre una antigua aldea denominada 'de la Perdiz', nombre que recibía por la abundancia de esta ave. Según recoge el profesor Ángel Suárez en su libro 'Historia de la Villa de la Seca', «el primer núcleo formado por varias familias dedicadas al pastoreo, debió asentarse cerca de una laguna, que debido a años de sequía, debió secarse y a los vecinos que moraban cerca de ella, se les llamaba los de la Seca». El primer documento que este profesor encontró en el que se hace mención a los vecinos de La Seca, está fechado el 21 de abril de 1457.
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¿Y qué hay de Ventosa de la Cuesta? La toponimia de este pueblo procede de la unión de vocablos; por un lado la palabra 'Ventosa', derivada del latín 'ventus' más el sufijo 'osus', con un significado de lugar batido por los vientos. Por otro lado la palabra 'Cuesta', que deriva del latín 'Costam', en referencia a una pendiente del terreno. «En la Reconquista, donde está ahora el pueblo había un caserío llamado Carra Santomartín. Ya en la Edad Media se convirtió en poblado. Lo llamaron La Ventosa porque hacía mucho viento. La entrada original era por la Cañada Real que era llana, sin embargo, en el siglo XIX, al hacer el ferrocarril con estación en Matapozuelos, la entrada del pueblo se ubicó en una pronunciada subida y por eso al final, llamaron al pueblo 'Ventosa de la Cuesta', que es bien bonito», señala María Luisa Escalante, su alcaldesa.
Estos son sólo algunos de los nombres más singulares, pero entre los 225 municipios de la provincia de Valladolid, hay muchos otros que llaman la atención, como los topónimos redundantes de Torrecilla de la Torre o Esguevillas de Esgueva, que quizás los eligieron en su día para remarcar la importancia de su principal característica, y otros muy llamativos como Aguasal, Amusquillo, Bahabón, La Parrilla, Serrada, Matapozuelos, Montemayor de Pililla o Moral de la Reina, entre otros. Nombres, todos ellos, que revelan la riqueza cultural y lingüística que caracteriza a esta tierra.
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