Tradición en Valladolid
«Y esto, niños, es una trébede, un botijo, un quinqué...»Tradición en Valladolid
«Y esto, niños, es una trébede, un botijo, un quinqué...»«Empieza con la q», anuncia Paquita Estébanez, 70 años, en el centro del aula y con un escaparate de objetos antiguos a su alrededor. Entre ellos, sí, esta cosita que empieza con la q y que era «con lo que se alumbraba hace mucho ... tiempo las casas por no haber luz».
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«Yo esto no lo he usado, pero sí que me acuerdo de hacer los deberes, éramos seis hermanos, alumbrados solo por las llamas de una vela», cuenta Alejandra Escudero, 71 años, ante un grupo de chavales que con la boca abierta le prestan atención.
«Es que las casas de hoy no son tan cómodas como las de antes. Hace años no había bombillas ni agua corriente en muchas de ellas», explican Yolanda Gutiérrez y Jessica Martínez, tutoras de los alumnos de tercero y cuarto de Primaria del colegio San Francisco de Mayorga, que esta semana han visto por primera vez de cerca un quinqué. O una esquila («utensilio que se ponía al ganado para saber dónde estaba») o una trébede («soporte para las cazuelas cuando se cocinaba a la lumbre») o una emina («aparato de madera que servía de unidad de medida para los cereales»).
Los chavales de este centro de Tierra de Campos (como antes hicieron los de Becilla de Valderaduey) han participado durante esta semana en un encuentro en el que mayores de pueblos de su entorno (Urones de Castroponce, Valdunquillo, Izagre) se han acercado para explicarles y enseñarles algunos objetos tradicionales que sus abuelas, bisabuelas y tatarabuelos utilizaron en su niñez. Algunos les suenan, como el botijo o el fuelle. Otros los han visto en cuentos, como la lechera.
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Y otros, como las planchas de hierro (sin enchufes ni vapor) presentan una forma muy diferente a la que ahora tienen las de sus familias en casa. «Esta actividad persigue un doble objetivo», asegura Miguel Ángel Martín, trabajador del centro de dinamización rural Valdecea. Por un lado, dentro de las actividades de envejecimiento activo, sirve para que personas mayores «recuerden su cultura», como un trabajo para fortalecer la memoria.
Por otro lado, se acerca a los más pequeños el pasado de sus familias y de sus pueblos, se les explica cómo era la vida entonces o cómo se ganaban el pan quienes habitaron el pueblo mucho antes que ellos. «Es una forma de asomarse a la cultura tradicional popular y de dinamizar y colaborar con otras entidades de la zona», cuenta José María Tomillo, director del colegio.
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Un grupo de mujeres de Villavicencio de los Caballeros colaboran en la actividad como maestras asesoras. Comparten pupitre con peques de nueve y diez años, repartidos en cuatro equipos, cada uno de ellos con un pulsador. Paquita ejerce como maestra de ceremonias, como presentadora de un particular 'rosco'. Lee la definición de un objeto y los niños, con la ayuda de sus asesoras, tienen que adivinar la palabra en cuestión.
«Con la a, instrumento de hierro para majar». Almirez. «Con la t, utensilio para recoger las brasas». Tenaza. «Con la b, instrumento para recoger las cenizas».Badil. Y una vez adivinada la palabra, un voluntario se acerca hasta el catálogo de objetos, elige entre todos el correcto y luego lo pasea de mesa en mesa para que todos los niños lo cojan, lo soben, lo manipulen. Leire es la encargada de mostrar el botijo a sus compañeros.Paula hace lo propio con la carraca. Ziad con el fuelle. «Mi abuelo tiene uno de esos para la chimenea», dice César.
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Y Valentina sujeta con cuidado la puchera. «Cuando nosotros éramos pequeños, no existían los videojuegos. Y tampoco teníamos tele en casa», cuenta Martín, mientras un susurro se levanta entre los escolares. ¿Y entonces? «Pues pasábamos mucho tiempo en la calle, inventando juegos con los amigos, o haciendo tareas para nuestros padres». Por ejemplo, yendo a por leche donde una vecina. O a por huevos a la casa de otra que criaba gallinas. «A mí la huevera es lo que más me gusta», dice Nikolai. Denis elige el pote («recipiente de hierro para calentar el agua») y Gorka coge con cuidado la emina, mientras intenta explicar a sus compañeros cómo se pesaba el cereal.
La mayor parte de estos objetos, tan útiles en su momento, son hoy piezas decorativas en la casa de Alejandra Escudero.«Mi hermano Jesús ha sido albañil.Y ha desguazado muchas casas. Los propietarios dejaban un montón de cosas para tirar, que ya no les servían, y me decía si a mí me interesaban. Me he quedado con muchas. Las ha restaurado y ahora las tengo en una casa rústica en Villavicencio», cuenta Alejandra. Estas son las piezas que ahora enseña a los alumnos del colegio San Francisco.
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«Es una forma de recordar lo que fuimos, lo que usábamos y de cómo ha cambiado la vida», cuentan Feli Alonso y Petra Domínguez, ambas con 77 años.Rememoran, por ejemplo, el cuidado que había que tener a la hora de calentar la plancha y luego pasarla por los cuellos de la camisa.
«Como fueran blancos, había veces que quedaban más sucios que antes de lavarlos», evocan. «Al final, esto sirve para recordar las comodidades que existen hoy en día», dicen Pilar Rubio (70), Soledad Gil (86) y Luisa Baza (66 años), antes de repartir entre los estudiantes un peoncín de madera.
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El objetivo del CDR Valdecea es que esta actividad tenga su 'revancha' cuando sean los niños quienes enseñen a los mayores el uso de las pizarras digitales, cómo etiquetar en redes sociales o preparar vídeos de tik tok. Y quién sabe si estas son las cosas que explicarán, dentro de 60 años, a sus nietos cuando los visiten en el cole.
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