«No tengo ninguna gana de morirme, quiero seguir viviendo». Esa Era una de las frases que Modesta Duque pronunciaba en la celebración de su 107 cumpleaños, al que El Norte de Castilla acudía con especial ilusión. Tras soplar la impactante cifra de ... 107 años el pasado 24 de febrero, Modesta Duque García presumía orgullosa de ser «como el buen vino, cada año mejor». Con 18 nietos y 19 bisnietos la centenaria tenía una única preocupación: «No quiero que me lleven a una residencia. Si me llevan a una residencia me matan. No quiero. Quiero estar en mi casa tranquila y feliz». Un deseo que su familia ha mantenido hasta el final.
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«En esta casa no existen los pañales ni las pastillas de ninguna clase. Ella se levanta al baño por la noche sola y no quiere ninguna pastilla. Le hemos comprado unas para dormir porque decía que dormía mal y a veces nos lo encontramos debajo de la cama porque no se lo toma», puntualizaba, durante el 107 cumpleaños de Modesta Duque, Trinidad, una de sus hijas. «Dios me ha dado mucha salud, igual demasiada para tener tantos años», confesaba porque aquel entonces y de manera risueña la centenaria.
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Modesta Duque comenzó a trabajar a los 16 años limpiando los portales cercanos al Palacio Real de la villa del Tratado de Tordesillas. El resto de su vida se ha dedicado a vender amapolas, flor de malva y leña de los pinares por las casas para poder dar de comer a sus hijos. «Nunca les ha faltado de nada porque siempre he sido una mujer muy trabajadora que ha luchado por sacar a ochos hijos adelante», señalaba Modesta.
La vida en común de Modesta García y su marido empezó en la calle Cantareros de la villa, pero «cuando empezó la guerra nos mudamos». «Me dieron esta casa por tener muchos hijos. Al terminar la guerra pagamos 5.000 pesetas por empezar a vivir aquí. Fue prácticamente regalada y según hemos podido hemos ido arreglándola poco a poco», relataba con añoranza la centenaria, quien recordaba las canciones de tradicionales de Tordesillas a la perfección y añadía: «Siempre me ha gustado cantar y a día de hoy todavía lo hago habitualmente».
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La familia es conocida como Los Turrunelas. «Cuando iba vendiendo por las casas me decían Turrunela, porque vendía turrón, a diez reales la libra y a real el cuarterón, y si lo regatean lo pongo a treinta dos. Desde entonces me quedé con el apodo de Modesta la Turrunela y mis hijos los Turrunelos», afirmaba la centenaria.
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