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«Al coger el trébole, el trébole, el trébole. Al coger el trébole, la noche de San Juan». Con esta canción tan antigua como pegadiza, los vecinos de Mota del Marqués se preparan para cumplir con una de sus tradiciones más ancestrales y curiosas, y ... que se encuadra dentro de la celebración de la noche más mágica del año, la noche de San Juan. Los motanos tienen por costumbre fumar cigarrillos elaborados con pétalos de rosas, al tiempo que encienden la hoguera dedicada al Santo. Se trata de una antiquísima tradición, que ya en el siglo XIX se llevaba a cabo, pero que no descartan que pueda tener su origen en la Edad Media. Hoy siguen cumpliéndola a rajatabla y con gran devoción, ya que requiere de meses de preparativos.
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Detrás de esta tradición, se esconden siglos de historia y una profunda conexión con la naturaleza. El proceso, que es muy meticuloso y completamente artesanal, arranca en el mes de abril. Con el brote de las primeras rosas de zarza. Los vecinos las cortan y separan los pétalos para dejarlos secar al sol durante días. «No vale cualquier tipo de rosal. Tienen que ser rosal de Alejandría, rosal de Castilla o también llamado rosal turco, que se caracteriza por tener una flor más pequeña, poco ornamental, con muchos pétalos, muy finos y muy, muy perfumados. Una vez que han pasado los días, los desmenuzamos y picamos como si fuera tabaco», explica Gloria Hernández, una de las vecinas de Mota, que cada año que se encarga de elaborar los cigarrillos para todo el pueblo. Esa picadura de pétalos se reserva y cuando está lista, se lía para obtener los cigarrillos. «Antaño se liaba en papel de arroz. Todavía conservamos algunos librillos antiguos de este tipo de papel. Cada uno se hacía los suyos. Hoy, nos ayudamos de máquinas más modernas de liar, o utilizamos tubos de cigarrillos que ya incorporan filtro. Ahora es mucho más fácil y los elaboramos nosotros para todos», dicen estos vecinos sin levantar la vista de la picada de pétalos.
Durante días, se reúnen para elaborar con todo el mimo y cuidado los cigarrillos para todos los vecinos y lo hacen entre risas y canciones que se cantaban desde antiguo en este día tan especial. «San Juan, en Mota, siempre ha sido una fecha muy señalada y aquí todo el mundo fuma cigarrillos en esta noche. Incluso aquellos que no fuman nunca también los encienden porque es símbolo de buena suerte y se supone que sirven para ahuyentar el mal», comentan. A pesar de lo que muchos puedan creer, estos cigarros, que no llevan tabaco, tan sólo pétalos, no colocan, aunque si que provocan un pequeño picor en la lengua», dice Emilio Martín, quien recuerda haberlos fumado también cuando era niño.
Este año, la climatología no ha acompañado, las lluvias han llegado tarde y eso ha influido también a la hora de elaborar los cigarrillos. «Las rosas las hemos puesto a secar más tarde que nunca y no se han secado del todo. Por eso, los cigarrillos que hemos preparado, tiran un poco peor que otros años, pero su aroma y su sabor, sigue siendo el mismo de siempre. Hemos preparado unos 400, pero ha habido años que hemos llegado a liar 600», dice Consuelo Bratos dándole una bocanada a uno como muestra. El aroma que desprende es muy especial. «Mi madre tenía 100 años cuando falleció, y nunca dejó de hacerse los cigarros de rosas para ella y para todos sus nietos», dice Conchi Moral.
La Asociación Cultural Motana es la encargada de mantener viva esta tradición. «Muchos mayores todavía recuerdan que hace años también era costumbre en esta fecha, que los mozos colocaran enramadas en las puertas de las casas de las chicas solteras, comprometidas o no, para rondarlas y pasar durante la noche mágica con antorchas y a caballo», prosigue Gloria.
Ya en la noche señalada, cuando el reloj marca las 00:00 horas, los motanos, fieles a su tradición se congregan en el Corro del Palacio para el encendido de dos hogueras. Una grande, que saltarán los más valientes, y otra más pequeña, para aquellos más novatos en estas lides. «Yo tengo 76 años y hasta que tuve 64 he estado saltando la grande como una campeona y animaba a los chavales a que también lo hicieran», presume Conchi. Alrededor del fuego, se forman siempre pequeños grupos de amigos y familiares que encienden sus cigarrillos de pétalos de rosas para disfrutar juntos de un momento tan especial. Su embriagador aroma sirve para crear una atmósfera mágica, que siempre termina, como manda la tradición, en la falda de la torre del castillo teutónico. Allí, las risas, las historias y las canciones se van entremezclando con cada bocanada de humo aromático, creando un vínculo especial entre los motanos que se alarga hasta el amanecer. «Siempre ha sido costumbre aguantar hasta las primeras luces del alba, para ver bailar la luna y el sol, lo cual no es muy extraño después de los cigarrillos de rosas y de alguna que otra copica de licor café, que nunca falta en cualquier celebración que se precie de nuestro pueblo», concluyen los motanos.
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