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La modista de las muñecas NancyJulia Camino es una vallisoletana afincada en Valdestillas con una pasión inagotable por la costura. Con tan sólo 14 años aprendió a dar las primeras ... puntadas y desde entonces, nunca ha dejado el dedal. Ha cosido para importantes firmas de ropa de fiesta y ceremonia masculina y femenina y en casa, siempre ha confeccionado la ropa a sus dos hijas, Eva y Noelia. Ahora, ya jubilada, Julia ha redirigido sus habilidades con la aguja hacia unas «clientas» en miniatura, las muñecas Nancy.
Esta nueva forma de expresar su arte a quien más hace feliz es a su hija Eva, que es una gran apasionada de estas muñecas. Ella las colecciona mientras su madre las viste con todo lujo de detalles. Así, con esta pasión compartida, ambas han montado una exposición de Nancys en el Centro Cívico de Santovenia, donde hay más de 180 expuestas y se puede visitar hasta el día 8 de enero. Se trata de una muestra dirigida a todo tipo de públicos, desde los más pequeños que ven maravillados los diferentes atuendos, hasta los padres y abuelos, que recuerdan cuanto les hizo disfrutar a ellos esta muñeca cuando eran niños.
Cada Nancy lleva puesta una pequeña obra maestra creada por las hábiles manos de Julia. Desde vestidos de gala hasta atuendos más casuales. Las hay vestidas de faralaes y disfrazadas de bruja. Cada diseño es una manifestación de su experiencia y su pasión por la moda. Esta artista de la aguja encuentra la inspiración viendo escaparates, ojeando revistas o en la propia televisión. «Esta va vestida como iba la cantante Chanel en Eurovisión y aquella otra lleva una réplica del traje de una modelo famosa. Este vestido de fiesta le hice anoche, que estaba inspirada», dice dando todo lujo de detalles. «La costura ha sido mi trabajo y ahora es mi mejor entretenimiento al vestir a estas muñecas», añade.
Eva comparte la emoción de colaborar en esta aventura creativa con su madre, que fue quien le regaló su primera Nancy. «Todavía la tengo guardada con su ropa original. Era pelirroja y me encantaba. A día de hoy, las muñecas son mi pasión. Tengo más de 200 y el hecho de que sea mi madre quien las vista las hace todavía más valiosas para mí. Yo crecí viéndole dar vida a las telas y para mí es un orgullo que todo el mundo vea lo que hace», explica esta coleccionista vecina de Santovenia. «Los que vienen a la exposición se quedan maravillados. No se esperan ver tantísimas muñecas y muchos me dicen que detenerse en cada una de ellas les ha servido para evadirse de sus problemas y eso a nosotras nos llena por completo», prosigue.
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La conexión entre madre e hija se fortalece a medida que comparten esta fascinante afición. Julia ha sabido encontrar una nueva forma para dar rienda suelta a su habilidad con los patrones, mientras que para Eva, su colección de Nancys ha ganado en valor sentimental, ya que cada traje cuenta una historia compartida con su progenitora. «Las telas son todas recicladas. Muchas las compro en mercadillos, o reutilizo prendas viejas que ya no uso. Este vestido naranja tan fantástico lo hice con un fular, aquel tan flamenco lo corté de un mantón de manila y aquel otro de un impermeable. Les pongo pasamanería, puntillas, botones… y también hago los zapatos y otros complementos como sombrillas, bolsos, sombreros y hasta la ropa interior. No les falta un detalle», cuenta Julia orgullosa. «Ahora, muchas las tengo que hacer por duplicado, porque mi otra hija, Noelia, nos ha visto a nosotras tan entusiasmadas que ella también quiere tener sus propias muñecas. De hecho, una de ellas va vestida con una réplica de su vestido de novia».
Muchas de estas Nancys eran de cuando Eva era pequeña, otras las ha ido adquiriendo ya de mayor. «Mis amigos y conocidos, al saber mi pasión por estas muñecas, me regalan las que sus hijas ya no usan. Algunas vienen con el pelo cortado o con la cara pintada, pero mi madre, pacientemente, las restaura para que luzcan perfectas», comenta Eva.
Para Julia, diseñar estos increíbles atuendos le permite expresar toda su creatividad, aunque sea a pequeña escala. «Mucha gente me dice que por qué no coso para las personas, pero esa etapa ya la pasé. Además, las muñecas son muy agradecidas, siempre están sonriendo, y si las pincho con un alfiler, nunca se quejan», concluye entre risas esta modista jubilada que no da puntada sin hilo.
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