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En medio del campo, en el término municipal de Canalejas, en el límite que separa las provincias de Valladolid y Segovia. Allí aterrizó a finales de noviembre de 2002 el mensaje que había lanzado al aire atado a un globo de helio Alan, un ... niño de la región francesa de Normandía.
El globo de látex amarillo con la publicidad del banco Credit Mutuel impresa que el pequeño Alan Dupont –entonces con un año y medio de edad– soltó en la localidad de Sortosville en Beaumont logró atravesar toda Francia y media España hasta caer en un perdido de esta pequeña localidad de la comarca de Peñafiel.
Que el globo consiguiera recorrer, como mínimo, los más 1.200 kilómetros que hay en línea recta desde Baja Normandía hasta el municipio vallisoletano, sorteando las corrientes de aire del Golfo de Vizcaya, fue la primera de una historia cargada de casualidades.
La segunda, que lo encontrara «a las pocas horas» Rodolfo Gómez, un agricultor de la localidad segoviana de Olombrada, durante una mañana de caza y decidiera guardarlo.
«El globo estaba roto, pero la cartulina con el mensaje de Alan estaba intacto. Por eso creemos que acababa de caer. Si hubiera llevado días en medio de las tierras las nieblas matutinas de invierno habrían borrado la tinta del papel», reflexiona su mujer, María del Carmen Pisonero, que encontró la nota cuando revisaba los bolsillos de la cazadora de su marido antes de meterla a la lavadora. Otra casualidad, la tercera, porque «a Rodo se le había olvidado por completo el hallazgo» y una sola vuelta en el tambor hubiera destrozado el escrito de Alan y todo lo que quedaba por venir.
Pero hubo suerte y el mensaje cayó finalmente en manos de Mari Carmen que, casualidades de la vida, había aprendido francés cuando dejó su pueblo, Villalón, para estudiar Secretariado en las Adoratrices de Valladolid.
Ella fue la que tradujo las palabras de Alan: 'Si encuentras mi mensaje, escríbeme (mi dirección está detrás), tal vez nos hagamos amigos'. «Creí que se trataba de un niño enfermo o huérfano», reconoce casi dos décadas después Mari Carmen. Así que no se lo pensó, compró una felicitación de navidad «de Papá Noel», escribió unas líneas «en francés», colocó un sello y la envió al norte de Francia. Pero en el remite no puso su nombre, sino el de su hijo pequeño, Eduardo, «para que, si fraguaba, fuera una amistad entre críos».
Un par de semanas después, el 14 de enero de 2003, obtuvo la respuesta. A la casa que la familia Gómez Pisonero tiene en Olombrada llegaba un paquete. «Esperamos a que Eduardo saliera del colegio para abrirlo», recuerda. Dentro había tres kilos de galletas y chocolatinas de la fábrica del abuelo de Alan, La Maison du Biscuit –una reconocida empresa familiar que recibe cada año la visita de medio millón de personas– y una nota con la promesa de que en la próxima misiva llegaría una foto de Alan.
Y así comenzó una amistad postal que se mantiene veinte años después gracias a la perseverancia de dos mujeres: Mari Carmen en Olombrada y Sophie, la madre de Alan, desde Normandía. En estos años se han carteado dos o tres veces al año, por navidades y en los cumpleaños de los niños. «El de Alan es el 25 de septiembre y el de Noah, su hermano pequeño, el 10 de marzo», relata de memoria, como si de dos miembros de su familia se tratara.
maría del carmen pisonero
«Son muchos años de relación. He visto cómo ha crecido Alan, que va a seguir la tradición familiar y está estudiando para convertirse en un gran repostero. Cuando subieron las tarifas de correos, hace tres años, comenzamos a escribirnos por Facebook y también nos hemos conocido por Skype, pero lo he dejado porque dicen que se me oye hablar desde todo el pueblo», asegura entre risas Mari Carmen, una persona que desprende alegría y positividad en cada frase que lanza.
«Ahora solo nos queda conocernos en persona. Mi ilusión es ir a Normandía a verles y visitar la abadía de Saint-Michel, pero todavía no hemos encontrado el momento. Invitados estamos, igual que ellos a venir aquí. Además, los padres de Alan –explica– son moteros y todos los años les animo para que vengan a Pingüinos».
Sería el colofón perfecto para una historia que Mari Carmen ha guardado en la intimidad durante demasiado tiempo: «Creo que es el momento de compartirla para demostrar que a veces pasan cosas extraordinarias, cargadas de casualidades».
El globo que cayó en Canalejas es uno de los miles que se lanzaron en Francia a finales de noviembre o primeros de diciembre de 2002 dentro de la campaña benéfica Telethon. Ese año, gracias a multitud de iniciativas sociales y donaciones televisadas, se recaudaron 85 millones de euros que luego serían destinados a la investigación de enfermedades genéticas.
Dicen los expertos que un globo de helio tiene una vida media de entre dos y cinco horas y que, normalmente, explota antes de alcanzar una altura de 10 kilómetros, donde acaba la troposfera, la capa más cercana a la Tierra. No obstante, el globo de Alan demuestra que hay excepciones y que, en condiciones óptimas, los globos pueden permanecer en el aire más de 24 horas y recorrer hasta 3.000 kilómetros.
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