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A José Luis Galiacho le cuesta recordar un solo momento de su vida en el que no haya estado ligado a la música. Le cuesta ... hacerlo porque desde que tiene memoria se ha visto con dos palos a modo de baquetas «haciendo ruido». Lo ha mamado desde la cuna, le viene de familia. «Me picó el gusanillo casi antes de nacer, la música es mi pasión», explica Galiacho. Así es como todo el mundo conoce a este vecino de Castronuño de 43 años, «no me llama José Luis ni mi madre», asegura desde el taller donde este luthier 'cura' con la precisión de un cirujano los instrumentos que llegan hasta su mesa con maltrecha salud. Él se encarga de devolverlos a la vida para que sus notas y acordes sigan alimentando la pasión de sus dueños y transmitiendo sensaciones a través de sus melodías.
Habla de su trabajo con la ilusión de un niño, ese que tenía claro desde que tiene memoria que se iba a dedicar a la música. Por eso, dejó su trabajo en conservación de carreteras y hace 31 años decidió dar el paso para formarse en el Conservatorio de Valladolid, después perfeccionamiento en Toro y como siempre ha estado «trasteando con los instrumentos» decidió hace ocho años marcharse Suiza para aprender el oficio poco común de luthier. Desde entonces han pasado por sus manos cientos de instrumentos; bombardinos, trombones, trompetas, tubas, trompas...Sabe tocarlos todos. «Esta profesión es autodidacta, cada instrumento es un mundo», asegura desde un taller donde reina un ordenador caos de miles de piezas y recambios que sirven para devolver la melodía a cualquier instrumento de viento, metal o percusión.
«Ahora es cuando estoy cosechando el esfuerzo de tantos años», argumenta Galiacho, que hace apenas una semana ha puesto en marcha un proyecto personal solidario para reparar los instrumentos que la gente le done «porque ya no quiera seguir tocando o por el motivo que sea» para darles una segunda vida y que personas que no se lo puedan permitir sigan creando patrimonio musical. Su profesión está a caballo entre la artesanía y la joyería. «Trabajo con metales nobles, latón, plata... y si no existe la pieza que necesito en un momento concreto, la creo yo mismo», explica Galiacho.
Su objetivo es «que todo el que quiera pueda tocar, sin importan el coste. Yo me encargo de las reparaciones en mi escaso tiempo libre y me encargaré de que lleguen a gente que verdaderamente lo necesite», señala. Su llamamiento ha sido escuchado y pronto viajará desde Navarra a Castronuño un bombardino, al igual que lo harán dos trompetas y un saxofón desde Burgos.
Galiacho se compromete a repararlos con cariño y a seguir contribuyendo a que la música viaje por España. «Es necesario mantener vivo nuestro patrimonio musical, hay que fomentarlo desde edades tempranas, incluirlo en la educación, que tenga más peso, porque en apenas 10 años han desaparecido más del 50% de las bandas que había en Castilla y León», lamenta.
Su proyecto no tiene fecha de caducidad y espera que le sigan llegando instrumentos para reparar. Confía en la repercusión de su proyecto, porque a Galiacho «le conocen en todas partes», quizá tenga algo que ver que haya tocado «en todas las charangas de Castilla y León y eso que hay más de 150; también en las bandas de Tordesillas, Coca, Benavente, Medina del Campo, Medina de Pomar, Villarcayo... Soy el comodín de todas».
La pandemia ha frenado en seco a los músicos «pero no somos conscientes de que la competencia desleal nos hace el mismo daño. Me quedo corto si digo hay un 80% de intrusismo en la profesión», explica el luthier. Pide el apoyo de las administraciones para que la música siga viva en los pueblos, para conservar el patrimonio y para apoyar «algo tan nuestro como las bandas de música».
Sabe lo que es ver su trabajo afectado de lleno por el coronavirus, pues empezó como autónomo el 5 de febrero de 2020: «La pandemia me estalló en la cara». Y lejos de quedarse atrás pone más ganas a un trabajo que le lleva «más horas de las que tiene el día». Desde su taller de Castronuño, donde recibe instrumentos de toda España, pide que la profesión se pueda aprender en más sitios y sea menos costosa: «Es una de las profesiones más caras que hay. En España solo hay dos lugares donde puedes formarte como luthier, en la Universidad de Valencia y de forma privada en Madrid». Por eso insiste. «Hay que dar más opciones de formación» para que la profesión siga viva, al compás de la música».
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