

Los pueblos intensifican el control sobre las plagas de ratas tras «dispararse» por la pandemia
La mitad de los municipios piden a la Diputación reforzar los puntos previstos de desinfección, el doble que en 2020
No es el medio rural vallisoletano Nueva York, que convive bajo la leyenda de que por sus alcantarillas campan decenas de miles de ratas. Pero ... desde el encierro domiciliario la presencia de roedores por las calles y casas de los pueblos de Valladolid –muchas, segundas residencias– se ha «disparado». Lo dice Emiliano del Arco, coordinador técnico de Aspama, especializada en el control de plagas, pero lo cierto es que lo avalan tanto los datos que maneja su empresa como los de la concesionaria de desratización contratada por la Diputación.
En lo que va de año, la mitad de los municipios –113– han solicitado a la institución provincial que la subcontrata intensifique su presencia en alguno de los puntos de tratamiento de desratización inicialmente fijados. Casi el doble que los que el año pasado lo pidieron, cuando hicieron lo propio 62. Pero hay más. De esos 113, más de la mitad de los ayuntamientos, 69, no consideraron oportuno demandarlo en 2020 pero sí en 2021.
Entre los más afectados, a juzgar por el número de intervenciones, se encuentran La Seca, Manzanillo, Pesquera de Duero o Valdestillas. En este último caso, tenía en el punto de mira 28 áreas 'críticas', en las que habían visto o intuían que podían existir plagas. En los dos primeros cuatrimestres de 2020 (se realiza un tratamiento de desratización por cuatrimestre, es decir, tres al año) se llevaron a cabo finalmente cuatro más, 32. Pero entre octubre y diciembre prácticamente se duplicó, con 68 zonas en las que se debió actuar. Su alcalde, Alberto Sanz, es contundente: «El año pasado ya tuvimos que ampliar y pedir refuerzo a una empresa privada porque veíamos que no era efectivo». Explica que, a mayores del servicio público, se están «doblando los puntos de actuación» y que las intervenciones se están intensificando con la llegada del buen tiempo. «Estamos haciendo más del doble de tratamiento que otros años, algo se debe notar», sostiene el regidor, quien añade que, en su caso, la situación está «ya más tranquila que hace un mes, pero estamos teniendo un aumento muy grande de topillos». Misma percepción, en lo que a roedores se refiere, tiene el alcalde de La Seca, Gregorio Bayón. «Con el calor salen más a respirar, notamos que hay más que otros años, no sé si por el confinamiento o por qué, y por eso contratamos una empresa privada que nos reforzara el servicio», argumenta.
También ha percibido Aspama este incremento en el trabajo, aunque en su caso –dice Del Arco– es desde el mismo instante en el que estalló la crisis sanitaria. En un primer momento, durante el tiempo que se prolongó el confinamiento, por desinfección de espacios esenciales como comisarías de Policía.
«Nos han perdido el miedo»
En cuanto se aliviaron las restricciones, por la presencia de plagas, fundamentalmente ratas pero también cucarachas o palomas. «Muchos pueblos que hasta ahora no habían hecho ninguna actuación o realizaban alguna puntual nos han tenido que llamar y hemos realizado intervenciones fuertes, porque en sitios donde no había ratas o cucarachas, han empezado a salir y se han establecido ahí», asegura Del Arco, quien estima que, solo en la provincia de Valladolid (su radio de actuación se extiende a todo Castilla y León, Cantabria y La Rioja) han llegado a atender a unas «veinticinco o treinta» localidades más que otros años. De ellos, mantienen en la actualidad una veintena.
Cree que todo ello está motivado porque «no había movimiento» en vía pública. «Al estar en pandemia, la gente no salía de casa, no viajaba, no había movimiento por las calles, e igual que se veía un jabalí en medio de la calzada porque no pasaban coches, con las ratas ha pasado lo mismo. Si hay muchísimas en una zona y no tienen tráfico de gente, no hay locales abiertos y, por tanto, no pueden comer basura, los roedores van a salir a buscar», sostiene el coordinador técnico de Aspama.
El resultado: plagas de ratas que campan a sus anchas por calles, que trepan por fachadas y se cuelan allá donde vean que puede haber alimento. En definitiva, han «cambiado sus hábitos». «Antes nos tenían un poquito de miedo y ahora no, ahora lo han perdido, y si a eso se suma que han colonizado nuevos espacios, hay un incremento notable de trabajo», apunta.
«Hemos notado un gran incremento, sobre todo por el Valle del Esgueva»
«Fue terminar el confinamiento domiciliario e incrementarse los pedidos de raticidas, hemos notado un gran aumento», dice el propietario de la tienda de animales Agrizoo, Lorenzo Fernández, que precisa que lo notaron tanto «a nivel mayorista como particular». Desde entonces no han parado de trabajar. Cada semana se suceden las llamadas preguntando por métodos o productos para acabar con estos roedores. «El tema de los pueblos es muy grave. Muchas son segundas viviendas, de gente que vive en Valladolid, va quince días en verano y cuando llegan se encuentran con la sorpresa de que tienen ratas en el patio o las ven pasearse frente a su casa. No pasa solo en Valladolid, pasa en todos los lados: no se pone el cuidado suficiente porque matarlas por tu cuenta vale dinero y para unas semanas que van en verano dicen que lo mismo da», lamenta Fernández.
Advierte, del mismo modo, que «no vale» con quien alguien emprenda una lucha para acabar con estos roedores si los de su alrededor no hacen nada al respecto. «No solo es el foco que tienes en tu casa, tienes que matar también las de los vecinos para poder bajar la población. Las ratas se mueven por la noche por tapias, tejados... Si tu tienes tres en casa, el vecino tiene cinco, el otro ocho, el otro cuatro... Para acabar con las ratas en una zona hay que concienciar de que no solo tiene que hacer algo una persona, sino todos», considera.
En cuanto a las zonas donde más ha notado el incremento, en su caso destaca el Valle del Esgueva y municipios del entorno de Tudela o Santibáñez. «Es por donde más clientes tenemos normalmente por los piensos para animales y, por tanto, la zona donde más incremento hemos notado», afirma. Venden, además de un veneno anticoagulante, jaulas de todos los tamaños, asequibles para todos los bolsillos. «Un veneno fuerte para rata vale cinco euros y la jaula grande puede oscilar entre 13 y 22 euros según el tamaño y la forma de captura», sentencia.
No percibe Del Arco una zona 'caliente' en territorio vallisoletano, pero precisa: allá donde haya una cuenca de algún río, habrá problemas con los roedores. «Hemos tenido muchos avisos de pueblos pequeños, allí tienen mucha ganadería y todo ello condiciona bastante», comenta. Es ahora, en verano, con el buen tiempo, temporada alta para las plagas. Y cada vez es más largo el periodo de tiempo. «Hay más movimiento al inicio de primavera, que es cuando más crían insectos y roedores, los cambios de temperaturas, lluvias... Todo eso saca muchísimo las plagas, y la inmensa mayoría de fases larvarias de los insectos tiene lugar en primavera», explica el portavoz de Aspama, mientras subraya que «se está estirando hasta octubre o noviembre porque el clima en Castilla es cada vez más bueno».
Pero, ¿qué se debe hacer si se percata de que tiene una rata en su casa o tiene sospechas de ello? Emiliano del Arco lo tiene claro: llamar a una empresa de salud ambiental para poner coto al problema y sanear el área por donde haya podido moverse.
Forma de actuación
Nada de intentar solucionarlo por uno mismo. Eso solo puede «desplazar el problema». «Hay gente que se cree que con comprar un producto de uso doméstico puede acabar con ello y no. Lo único que puede hacer es moverlo a otra estancia de la casa, bloquean una zona y los animales se meten en otra... Al final, algo que puede ser fácil de quitar, se complica más para la empresa, que te lo va a quitar igual, pero lo suyo es llamar lo primero y quitarlo con un producto específico y sabiéndolo utilizar», asevera.
En un periodo medio de quince días, el cliente comenzará a notar el descenso de población. La forma de actuación es «simple». Intentarán en todo momento capturar a la rata en cuestión y «llevarla a otro lado». El asunto es más complejo si se detectan agujeros o se sospecha que puede haber una plaga. Llegado el caso, aplican un cebo anticoagulante, con efecto retardado de 48 horas, para que lo coman y mueran. «Si una lo come y el resto ve que se ha muerto y puede estar relacionado con ese cebo, no lo van a consumir, de ahí que pasen unos dos días hasta que el veneno haga efecto», precisa. En el caso de los municipios, la labor se extiende al subsuelo, al alcantarillado. «Se suspende un cable con cebos parafinados donde nos han indicado que se han visto ratas y lo consumen. Si tenemos que hacer un control de la zona, se suspenden bloques de placebo y, como lo muerden, sabemos que por ahí también pasan».
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