Medicamentos a domicilio y recetas en el buzón

Una botica de Tordesillas reparte a raíz de la pandemia los fármacos casa por casa en Matilla de los Caños, uno de los pueblos de la provincia que no tienen farmacia

Eva Esteban

Matilla de los Caños

Miércoles, 29 de septiembre 2021

Hay un buzón pequeño, color verde botella, anclado en las rejas de una ventana del Ayuntamiento de Matilla de los Caños –cien empadronados, según el INE– que muchos lo conocen como «el de la salvación». Porque parchea «una más» de las múltiples carencias, como considera ... su alcalde, Juan Antonio Gallego (PSOE), a las que sus vecinos deben hacer frente: no tienen farmacia. A raíz de la pandemia, una botica de Tordesillas, a la que normalmente acudían, solicitó permiso para instalar allí un cajetín para que los vecinos de este pequeño municipio vallisoletano introdujeran la tarjeta sanitaria y, posteriormente, suministrarles a domicilio los medicamentos. Todo, para evitar desplazamientos. «La mejor decisión de los últimos tiempos», sentencia el regidor, quien descarta de antemano que se habilite un despacho de estas características en un futuro «más que nada porque no lo hemos pedido y sabemos que no es viable». «Va a ser complicado, habría que ver qué farmacéutico viene a este pueblo, que viviendo en invierno llegaremos a cincuenta. Imagina el negocio que puede tener la farmacia. No interesa, está claro», reconoce.

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Las claves

  • 100 empadronados tenía Matilla de los Caños el año pasado, según el INE.

  • Dónde está. Se encuentra a 24 kilómetros de Valladolid capital y a seis de Tordesillas.

  • Curiosidades. Es conocida por el aeródromo, muy cerca del núcleo urbano. Destacan además la iglesia de Santa Eulalia y la ermita del Humilladero.

La más cercana se encuentra a seis kilómetros, precisamente en Tordesillas. Una distancia a priori salvable, sino fuera porque la mayoría de los que residen habitualmente allí (tienen en torno a un centenar de tarjetas sanitarias) superan los 70 años y dependen, por tanto, de familiares, amigos o conocidos que les lleven. «Hay muy pocos vecinos y cada vez están más mayores, así que o las administraciones se ponen las pilas o Matilla, como otros muchos pueblos, irán irremediablemente a menos. No es solo una cuestión de la farmacia, que también, sino que en general estamos muy desabastecidos; el abandono de los municipios pequeños y la España vaciada lo sufrimos nosotros, los que pasamos aquí día tras día», señala.

Vídeo. Rodrigo Ucero

Buena relación entre vecinos

A día de hoy, son 282 los despachos inscritos en el Colegio Oficial de Farmacéuticos de Valladolid, que defiende la labor de sus colegiados y confirma que lo mismo que se hace en Matilla, se realiza en otros municipios de la provincia que no dispongan ni de farmacia ni de botiquín. Cuentan desde hace año y medio con ese nuevo servicio, y aunque muchos recurren a él, otros aún siguen optando por pedir el favor a familiares, amigos o vecinos.

Es el caso, por ejemplo, de Agustina Trigal. Tiene 71 años y dice que «mientras vaya algún vecino, lo seguiré haciendo así». «Siempre va gente de aquí, aunque sí que es verdad que es más fácil con el buzón, por si acaso», comenta, al tiempo que concreta que ella necesita «poca medicación, sobre todo para la tensión». No obstante, asegura que le «gustaría no depender de nadie». «Aquí nos conocemos todos y te hacen el favor con mucho gusto, pero me gustaría que hubiera aquí una farmacia para no tener que depender de nadie, que nunca se sabe. Por lo demás, no me quejo. Viene el pan todos los días y cuando hay que hacer compra, a Tordesillas», argumenta.

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Matilla es uno de los pueblos de Valladolid que no tiene farmacia. Carlos Espeso

Extiende Mercedes Jiménez –88 años, media melena castaña salpicada con alguna cana, chaqueta de punto, falda azulada por debajo de las rodillas y deportivas– la retahíla de fármacos que toma por la mesa que preside el pequeño salón de su vivienda. «Omeprazol, para el corazón, para la tensión...», enumera esta anciana, mientras busca la mirada cómplice de su hijo, el alcalde. Es él quien acude a Tordesillas cada vez que necesita tanto medicamentos como cualquier otro servicio. «El hijo se encarga de todo y no lo noto, pero hay mayores que no lo tienen tan fácil... Para ellos sería bueno que hubiera más servicios aquí», añade.

Las frases

«Nos conocemos todos y te hacen el favor con mucho gusto, pero me gustaría no depender de nadie»

Agustina Trigal, 71 años

«Tendrían que hacer un esfuerzo y darnos los servicios básicos, aquí ya somos todos muy viejos»

María Dolores Bueno, 85 años

«Si nos hicieran más caso estaríamos más contentos, sobre todo la gente mayor, que no tiene tantos medios»

María Isabel Alonso, vecina

Muchos lo 'salvan' fundamentalmente gracias a sus hijos. Como María Dolores Bueno –85 años–, que recurre a él «sin que yo se lo pida». Acude todas las mañanas, puntual, a las 12:00 horas, a la Plaza Mayor del pueblo a por el pan. De vez en cuando compra alguna barra «de más». «Por si acaso, que una ya está muy mayor», admite. Precisamente por eso, porque allí están todos «ya muy viejos», cree que las administraciones públicas deberían hacer «un esfuerzo» y tratar de facilitarles la vida «con lo básico, que tampoco pedimos más». «Muy pocos conducen, y aunque la gente es muy amable y se ofrece, yo por ejemplo aún estoy en buena disposición para darme un paseo hasta la farmacia, la tienda, el consultorio médico...», asevera. «Mucho trastorno» le causa a otra vecina, María Isabel Alonso, quien recurre a su marido tanto para adquirir medicamentos como para cualquier otro abastecimiento. «Yo no conduzco y él sí, así que es el que lleva el coche. Tenemos suerte de que de momento podemos conducir, pero habrá un momento en el que nos hagamos mayores y no podamos usarlo tanto», subraya, al tiempo que únicamente pone un 'pero' a la vida en el medio rural: «No tenemos de nada». «Si nos hicieran algo más de caso estaríamos todos más contentos, sobre todo la gente mayor, que no tiene tantos medios», continúa.

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¿Cómo es vivir en un pueblo de Valladolid?

El Norte aborda esta semana la complejidad de vivir en la Castilla rural, donde la despoblación es el enemigo común a combatir, aunque la acusada pérdida de servicios no facilita la batalla. La serie refleja no solo lo que supone –en la práctica– carecer de médico, farmacia, misa, bares, tiendas, coches de línea, bancos o colegio, sino la dimensión que adquiere para sus vecinos la desaparición progresiva de servicios, lo que les limita y aísla aún más. Viven con una sensación continua de espera, de que alguien se asentará en sus pueblos, aunque estos carezcan de una red mínima de asistencia.

Perspectivas de futuro

Aunque a Alberto Pérez no le «afecta» por el hecho de ser joven –y, por tanto, tiene más facilidad para desplazarse hasta otros pueblos–, reclama «más atención a la España vaciada» porque, opina, de otra forma los pueblos «no levantarán cabeza». «Soy joven y no necesito medicamentos, salvo en ocasiones puntuales, pero me pongo en la piel de la gente mayor, que está con el sintrom, las pastillas para la tensión y todo eso... Es un jaleo que te tengan que llevar o tener que meter la tarjeta en el buzón», sostiene este hombre, de unos cuarenta años, mientras resalta «otros problemas» que también tiene Matilla. «No es solo que no haya farmacia, es que si sumas que nos hay un transporte público regular, no hay cobertura, Internet funciona de aquella manera, el médico es reducido... Está claro que la vida en el medio rural es más precaria que en la ciudad, no estamos en igualdad de condiciones. No es por ser pesimista, pero creo que a futuro nos reducirán aún más los servicios, aquí y en todos los municipios», comenta.

En definitiva, tanto en Matilla de los Caños como en el resto de localidades que se enfrentan a una realidad parecida en lo que a prestaciones se refiere se las ingenian «como buenamente podemos» –considera el regidor–. No cree Gallego que «vaya a mejor». De momento, se conforma con que no haya recortes y se solventen problemas como, por ejemplo, el de la señal de televisión. «Nos sentimos abandonados en muchos sentidos, este es solo uno más. Necesitamos Internet para atraer población y la televisión se ve muy mal», apostilla el alcalde, al tiempo que sentencia: «El problema de todas las cosas es que somos muy poca gente. A ver si esto que pasa aquí lo permitían en una capital. Seguro que no, porque se echan los vecinos encima».

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