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María, la joven 'influencer' de los palomares y el adobe de Tierra de CamposHay cuadrículas de Instagram que se emborrachan de playas exóticas, de bañadores mínimos, de postres imposibles, desayunos desorbitados. Cuentas que son una colección de 'selfies' ante el espejo, de fiestas sin toque de queda, de yates prestados, lo conseguido en el 'gym'. Pero también hay en las redes sociales un rincón donde presumir de girasoles, de dulzaineros, de muros de adobe, de los eternos mares de cereal.
María Curero (Valladolid, 1997) es la fotógrafa de los palomares en Instagram. La retratista de ovejas y vencejos. La 'influencer' de las amapolas, de los caminos polvorientos, de esas tierra de labor que parecen dibujadas con escuadra y cartabón. Tierra de Campos luce con la belleza de una modelo famosa, con el atractivo de un destino exótico en el perfil que María (@_curcue_) tiene en la conocida red social. La España que dicen vacía está llena de paisajes para compartir, de estampas para hacer un 'reel', de postales que convertir en un 'storie' viral.
«Yo no soy fotógrafa. No me dedico a ello ni tampoco sabría por dónde empezar», explica. María es titulada en Derecho. Tuvo que dejar de muy joven su pueblo para marcharse a estudiar a Valladolid capital. Primero, en el instituto Núñez de Arce. Después, la carrera en la Universidad. Cuando decidió que pasaría muchas horas del día a la luz de un flexo, regresó a Herrín de Campos (113 vecinos empadronados) para preparar la oposición. «Aquí, en los pueblos, hay pocas opciones de ocio, te puedes entretener menos en los ratos libres». No hay tantas tentaciones más allá de la mesa de estudio. La jornada se puede aprovechar mucho más. Eso sí, al final del día, una vez que cierra los libros y pone el tapón a los fosforitos, María no perdona un paseo por su pueblo. Cámara en mano, sale a los campos para sacarles fotos para Instagram.
«Cuando un tío mío cambió de Canon a Nikon, me regaló la cámara. Y ahí es cuando empecé a hacer fotos con un poco más de calidad». Capta imágenes de lo que tiene a su alrededor. Campos de labranza, cielos infinitos, apriscos, perdices. «Hay amigos de Madrid que me dicen, ¿pero cómo puedes hacer tantas fotos diferentes, si aquello es un secarral? Es gente que a lo mejor viene al pueblo en agosto, que pasan aquí unos días en verano, y solo tienen esa imagen». O lo que, de vez en cuando, con un poco de suerte, ven por televisión. «Pero el paisaje de Tierra de Campos es muy cambiante. Están las olas verdes de mayo… y las tonalidades ocres del otoño, que es mi etapa preferida».
Pero no solo las estaciones son importantes, también influye la acción del ser humano, sus apuestas vitales. «Ahora se ha empezado a cultivar más maíz, y eso va a cambiar el paisaje», cuenta María, quien suele bromear con sus vecinos los agricultores. «Les digo que son ellos quienes hacen el trabajo y yo la que me aprovecho de él». Por el objetivo de su cámara pasan los surcos, los terrenos roturados, las 'alpacas' de paja que son pacas para la RAE. «Si te fijas, hay mucho camino agrícola porque no me gusta pisar lo sembrado». También casas de adobe. Algunas con macetas en las ventanas. Otras, abandonadas ya. «El adobe es un material ecológico que habría que reivindicar. Lo mejor ahora para estos veranos de tanto calor».
Y en su escaparate de Instagram hay también un hueco para las tradiciones. Como el Vítor de Mayorga. la danza del paloteo. «Me encanta ver cómo se preparan los danzantes para San Antonio. Es algo del pueblo y para el pueblo. Este año no lo hemos podido celebrar y se ha demostrado que un San Antonio sin danza es más triste», asegura.
En el depósito de privados, María recibe «bastantes mensajes» de gente que le comenta que le gustaría visitar la zona y, sobre todo, terracampinos que tuvieron que emigrar y jóvenes que dejaron sus pueblos castellanos para trabajar a kilómetros de distancia, en una gran ciudad. «Me cuentan emocionados que estas fotos les recuerdan a sus pueblos y que ahora que están lejos es cuando más valoran, porque en su momento no lo apreciaron tanto». Y eso, dice María, es importante. «Hay que poner nuestros pueblos en valor, pero no hasta tal punto de convertirlo en algo idílico. Aquí también tenemos muchas carencias y hay que decirlo para que se solucionen. Es verdad que faltan cosas, pero los pueblos también nos ofrecen oportunidades que hay que saber aprovechar».
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
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