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Los tres acusados por delito medioambiental y contra los trabajadores que se han sentado este lunes en el banquillo de los acusados del Juzgado de lo Penal 3 de Valladolid describieron en la primera sesión del juicio una actuación completamente inocente, que habría consistido simplemente ... en el encargo y la adecuación de la enorme parcela de los antiguos gallineros de Hibramer en Rueda, «vandalizados» durante décadas, a la nueva actividad a la que pensaba dedicar la finca el actual propietario, la ganadería.
Sin embargo, la Fiscalía les acusa de delito medioambiental y contra los trabajadores, una imputación que se basa en el informe del Seprona de la Guardia Civil, que se remonta a un año despúes de que el agente medioambiental de la Junta de la zona de Tordesillas comunicara los movimientos de tierra supuestamente «ilegales» descubiertos en la finca y denunciados por los trabajadores de conservación y mantenimiento de la autovía A-6, que discurre muy próxima a la propiedad. Según el Seprona y los guardias civiles del puesto de Tordesillas que patrullaron la zona y que han testificado durante el juicio, se produjo una extracción de tierras no autorizada y parte de la contaminante uralita de los edificios y naves derruidos se habrían «enterrado» para allanar un talud.
La fiscal mantiene su acusación contra el dueño de Contenedores Empresariales SL, David Mato Alonso, y los hermanos Julio César y Mercedes González Higuera, socios en la empresa familiar de materiales de construcción. Para el primero de ellos, que encargó los trabajos, solicita una pena de dos años de prisión por delito ambiental y seis meses de multa más ocho meses de inhabilitación profesional, mientras que para los otros dos acusados, socios de la empresa que ejecutó los trabajos, pide además de las penas de dos años de prisión, multa de seis meses e inhabilitación profesional de ocho meses por el mismo delito, otros cuatro meses de prisión más cuatro meses de multa por un delito contra los derechos de los trabajadores. El ministerio público entiende que estos empleados estuvieron expuestos al amianto sin los equipos apropiados mientras realizaron tareas de retirada de escombro, explanación y arreglo de caminos en la finca.
En estas parcelas, enclavadas en el paraje denominado Pinar de Doña Emilia, se levantaron las naves de la antigua granja avícola de Nueva Rumasa, Hibramer, que desde 2011 hasta hoy está pendiente de liquidación. Según ha explicado el administrador concursal y abogado Eduardo Sobrino Pérez, en los últimos tiempos solo funcionó una de las naves «para la reproducción de pollitas» a través de la firma Esmeraldina, «pero la finca fue completamente vandalizada, se llevaron hasta una bomba sumegible, se llevaron todo lo que se podía acabar vendiendo», con lo que en 2014 las naves ya estaban prácticamente desmanteladas.
Según ha explicado el responsable de la empresa González Higuera e Hijos,se les encargó la limpieza y el arreglo de la parcela y la demolición de los restos de las edificaciones, como «restos de hormigón, ventanas y uralitas» y las obras empezaron en abril de 2016. Fue un trabajador de la brigada de conservación de carreteras quien «se quejó» de la invasión de la zona de servidumbre de la autovía A-6. El acusado ha insistido en que «solo había pequeños restos de uralita» y que «los escombros se retiraron y se llevaron a un gestor de residuos» pero que, respecto del material contaminante no se disponía de autorización de transporte de residuos peligrosos y los trabajadores tampoco llevaban equipamiento especial porque «no se consideró necesario porque era poca uralita». En todo caso, negó que se «enterraran» restos de este material, sino que el fibrocemento «se transportó en un camión, dentro de contenedor que se llevó a nuestras instalaciones de Tordesillas». Después, de dicho material se habría encargado una empresa de reciclado. La Guardia Civil paralizó la obra, que se reanudó en julio de ese año, cuando ya disponían de las licencias.
La responsable de la oficina de la empresa de materiales de construcción negó, por su parte, tener que ver en las decisiones ejecutivas de las obras, aunque sí defendió que a los trabajadores se les aprovisiona de equipos de protección idóneos al trabajo que realizan.
El administrador de la empresa que ha comprado la finca, el tercer acusado en declarar, ha explicado que compró la finca para «meter ganado» pero que vio que estaba «llena de escombros» y encargó la limpieza «porque entrañaba peligro». Ha subrayado que «no le consta que la empresa tapara los residuos en lugar de transportarlos» y que solicitó las licencias cuando «nos pararon las obras, porque no sabíamos que había que pedir permiso».
La vista oral continuará el próximo lunes.
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