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Es uno de los psiquiatras forenses más reconocidos a nivel nacional, que en los últimos años ha trabajado en investigaciones en el campo de la neuroteología, ciencia que estudia los fenómenos místicos y espirituales desde una perspectiva neurológica. Su presencia, como experto profesional, es habitual en la pequeña pantalla con colaboraciones en programas de nivel nacional como Ana Rosa Quintana o Cuarto Milenio de Iker Jiménez, que han posibilitado que sea un rostro conocido, pero su trayectoria va mucho más allá de sus intervenciones televisivas. José Miguel Gaona (Bruselas, 1957) es experto en terapia de conducta infantil y adolescente, investigador de vanguardia en prestigiosas universidades norteamericanas y además fue uno de los fundadores del primer centro para diagnosticar el Sida en España, tras llegar a un acuerdo personal respecto a las pruebas de laboratorio con el premio Nobel, Luc Montangnier.
Por todos estos motivos y por su vinculación con Medina del Campo, municipio del desciende gran parte de su familia paterna, Gaona ha sido elegido pregonero de las Fiesta de San Antolín de este año, nombramiento que «es todo un honor dado que es la villa de pertenencia de una gran parte de mi familia y una referencia desde que era un niño». Licenciado en Medicina y doctor en Medicina (cum laude) en la rama de Psiquiatría por la Universidad Complutense de Madrid, y magister en Psicología Médica, es especialista en Psiquiatría Forense. El pregonero, en una entrevista concedida al Norte de Castilla, asegura que «las enfermedades mentales constituyen una de las principales patologías médicas en todos los ámbitos y, a la vez, son de las más desatendidas. A pesar de todo creo que la reflexión no es tanto tratar a los enfermos, cosa necesaria, sino evitar que estas ocurran. A medio plazo es incluso más barato».
La pandemia derivada por la covid-19 ha desembocado en graves problemas como depresiones y estados de angustia. ¿Cómo se puede revertir esta situación?
Creo que debemos de distinguir dos etapas, por ahora, en la pandemia. La primera de ellas fue una emergencia nacional e internacional durante los primeros meses del año pasado. Por el contrario, la cuestión parece haberse estabilizado por ahora. Creo que los medios de comunicación deben comenzar a sosegarse al respecto y las personas a huir del machaconeo informativo diario. No es posible ver titulares como vi uno hace pocas horas que era algo similar a: «La incidencia ha subido un 0.2%». Esto no es la bolsa ni el Índice de Precios al consumo. Si existiesen titulares semejantes diarios con otras patologías como el cáncer, infarto de miocardio o muertes por obesidad y estas abriesen los telediarios se crearía un estado psicológico y de ansiedad insufrible. No digo con esto que no tengan importancia, pero creo que actualmente no deben de ser el eje de nuestra vida, pero sí tomarlas en consideración.
España y su sistema sanitario, ¿está a la altura de las circunstancias con las enfermedades mentales? ¿Son las grandes olvidadas o aún sigue habiendo muchos tabúes? ¿Qué debería hacerse al respecto?
Paradójicamente las enfermedades mentales constituyen una de las principales patologías médicas en todos los ámbitos y, a la vez, son de las más desatendidas. A pesar de todo creo que la reflexión no es tanto tratar a los enfermos, cosa necesaria, sino evitar que estas ocurran. A medio plazo es incluso más barato.
Usted fue responsable del área de salud mental de la ONG Médicos del Mundo durante la guerra de Bosnia. Estos días estamos viendo imágenes desgarradoras de Kabul. Desde su experiencia personal, ¿cuáles serán los principales problemas que los refugiados afganos y la población en general de Afganistán tendrán después de la llegada de los Talibanes al poder?
El retroceso económico y cultural tiene una traducción que va mucho más allá de lo estético, como pudiera ser el burka. Cada pérdida económica, aunque sea de décimas, en los productos interiores brutos, se traducen en vidas humanas. Es una cuestión que está demostrada hasta la saciedad. Pero además de la lógica preocupación por la población de Afganistán me preocupa la derrota moral de occidente, lógicamente incluida Europa, refugiada en un hedonismo pusilánime mientras otras potencias que todos conocemos y que cuya base la constituyen fuertes dictaduras se vayan apropiando del tablero a medida que nos retiramos.
¿Cómo deben gestionar los afganos el sentimiento de que no podrán regresar a su país?
A corto plazo no parece muy probable que puedan regresar a su país de origen. Yo mismo he sido un emigrante junto con mi familia y conozco esa sensación. Sin embargo, las cosas siempre acaban cambiando y nada es perenne. Echarán raíces en otros sitios y esperemos que el enriquecimiento sea mutuo.
Usted ha intervenido como psiquiatra forense en algunos de los mayores casos criminales de España: Caso José Bretón, así como el de Patrick Nogueira (asesino de Pioz) entre muchos otros. En este último se introdujo por primera en España la valoración y correspondencia entre estructuras neurológicas y merma de capacidades cognitivas y volitivas mediante la utilización de PET (Tomografía por emisión de Positrones) ¿Qué supuso?
Introducir ese tipo de técnicas diagnósticas y forenses en un juicio penal supuso un hito en España. Sin embargo, es algo que utilizan en la mayor parte de los países en occidente. Nuestro propósito no era dejar en libertad sin más al acusado, sino que, durante el tiempo de la pena, recibiese algún tipo de tratamiento ya que su cerebro según las propias palabras de uno de los expertos que me acompañó: «estaba como un queso lleno de agujeros». Evidentemente, se refería a zonas neurológicas que no funcionaban. Lo más inteligente hubiese sido realizar algún tipo de tratamiento. or el contrario, lo único que lograremos sin tratamiento es que, dentro de pocos años, un individuo todavía joven y con las mismas patologías se halle nuevamente en la calle con unos resultados inciertos.
Usted es uno de los pocos doctores españoles que sigue dedicándose académicamente a terrenos propios de lo que en tiempos se conocía como parapsicología. ¿Qué es una experiencia cercana a la muerte (ECM)?
A este tipo de fenómenos les podemos llamar de muchas maneras. Yo los estudio desde el punto de vista antropológico, psicológico y neurológico. Son experiencias que se producen comúnmente en los últimos momentos de la vida y que muchas personas son capaces de relatarlas ya que, obviamente, no llegan a fallecer. La riqueza de contenido en el relato es inusual y un campo enorme desde el punto de vista de la investigación científica para sumergirse en él.
¿Suelen ser comunes estas experiencias?
Son relativamente frecuentes. Personas que han sufrido un infarto, un accidente grave o bien se han encontrado al borde de la muerte por cualquier otro motivo. Incluso he llegado a conocer a personas que han tenido dos veces la misma experiencia con vivencias distintas.
¿Y una vez vividas hay cambios en las personas?
Este tipo de experiencias que relato justamente en el libro 'Al otro lado del túnel' supone un impacto emocional tan profundo que remece las bases de la propia vida. Las personas tienen una transformación espiritual importante, pasando las cuestiones materiales a un segundo orden. Nadie queda igual.
¿Cómo se pueden diferenciar estas experiencias con las alucinaciones?
Es una buena pregunta en la que hasta el día de hoy todavía existe un lógico debate. Para ello me centro en experiencias dentro de las propias ECM, particularmente las experiencias extracorpóreas y el haber tenido conocimiento de cuestiones fuera de su ámbito sensorial, por ejemplo, saber qué ha sucedido en otro lugar geográficamente lejano mientras la persona estaba luchando entre la vida y la muerte en un hospital.
¿La sociedad debería normalizar todos estos fenómenos neurológicos y no verlos como algo lejano o desconocido?
La verdad es que son temas complejos y es muy frecuente encontrarme con compañeros que opinan sobre ellos y que, sin embargo, nunca han estudiado en profundidad este tipo de fenómenos, sino que su conocimiento se ciñe a lo que pueden haber leído en un suplemento dominical. Creo que todos - y la ciencia se basa justamente en ello - debemos de poner en duda cualquier cuestión. Dudar, dudar y dudar… para poder aprender.
Usted ha sido uno de los pocos profesionales de salud mental a nivel mundial que ha sido autorizado a participar en los cursos dedicados a sacerdotes católicos exorcistas realizados en el Ateneo Pontificio Regina Apostolorum de Roma. ¿Cómo fue la experiencia?
Es un fenómeno que quise aprender en primera persona. Para ello me dirigí a Roma, después de un periplo de permisos. Estuve conviviendo y aprendiendo acerca de este tema con decenas de sacerdotes exorcistas venidos de las cuatro esquinas del mundo. Lejos de lo que la gente pudiera imaginar, todos ellos depositarios una gran cultura con una o dos carreras universitarias y especialistas en echar para atrás a personas con patologías psiquiátricas. Aprendí muchísimo sobre el tema.
¿Qué es lo que más le interesa del campo del exorcismo?
-Me interesa, obviamente, la psicología y el comportamiento humano, pero también esa parte que resulta difícil atrapar y cuantificar que es nuestra quintaesencia: el espíritu o alma humana y su interacción con elementos que, desde mi punto de vista, hoy por hoy la ciencia excesivamente materialista desprecia y que sin embargo han sido el extracto de lo que significa ser un ser humano, una persona.
¿Cuál es el proceso neurológico o mental de un exorcismo?
Es llamativo que los procesos de exorcismo no solamente ocurren en la religión católica como mucha gente se cree sino también en otras religiones y sistemas de creencias como, por ejemplo, exorcismos dentro del Islam. Si la persona cree en el proceso es probable que se involucre en él y que, por lo tanto, si está bien dirigido, tenga resultados espirituales al igual que ocurre con muchas otras técnicas también de índole oriental. Para todos los demás fenómenos, que es la gran mayoría, están los psiquiatras y los psicólogos.
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