
Despedimos hace unos días a Benedicto Alonso, fallecido tras eso que suele denominarse como una larga y penosa enfermedad, que la mayoría de las ... veces no es otra cosa que el proceso derivado de una grave afección tumoral. Bene, como era generalmente conocido, fue un tipo excepcional. Alcalde de Pollos, siempre bajo las siglas del PSOE, desde las primeras elecciones municipales de 1979 y durante siete legislaturas, que suman 28 años. Y dejó de serlo, no porque en la octava ocasión el resultado electoral le fuera adverso, sino porque decidió que ya era suficiente y no se presentó por octava vez. Supongo que el dato dice algo sobre el aprecio, la estima y la confianza de que gozaba entre sus vecinos, lo mismo que ocurría entre todos los que le conocimos a lo largo de tanto tiempo de militancia política y de amistad personal.
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Desempeñó también el cargo de diputado provincial, lo que hizo que su presencia se extendiera por tantos pueblos donde era conocido y querido. Con él se va un fiel representante de lo que significó la democracia municipal en tantos y tantos ayuntamientos, especialmente en la zona rural y en aquellos años en que encabezar una candidatura electoral que se apartara de lo establecido exigía convicción, compromiso, una buena dosis de valentía personal y el apoyo familiar que bien he conocido en tantos casos, como el de Bene.
Me viene a la memoria una nutrida lista de compañeros y amigos, integrantes de aquella cosecha de alcaldes de las primeras legislaturas municipales en tantos y tantos lugares de la provincia donde el PSOE tuvo la confianza de los vecinos, precisamente porque la tenía en sus candidatos. Medina del Campo y Medina de Rioseco, Tordesillas y Peñafiel, Villalón y Villavicencio, Nava del Rey y Alaejos, Laguna y Tudela, La Cistérniga y Cabezón, Aldeamayor y Rueda, Traspinedo y Cigales, Serrada y Villanubla, y tantos otros, en unos u otros momentos, que sería imposible enumerar. Y Pollos.
Porque Bene fue uno de ellos, un símbolo en el que todos se reconocían. Algunos de ellos ya no están; otros, afortunadamente, siguen ahí. Con sus aciertos y sus errores, con una generosidad y una dedicación sin límites, cediendo de lo propio en todos los aspectos, llenos de dignidad, llevaron a cabo una transformación de sus pueblos muy fácil de apreciar, porque basta comparar lo que eran y lo que son.
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Guardo sus nombres con el mejor recuerdo y con el mayor afecto; con la nostalgia de un tiempo entrañable. Y en esta despedida a Bene rindo homenaje en su memoria a todos ellos, y a muchos otros que, con distintas ideas y bajo distintas siglas, desplegaron noblemente los mismos afanes de servicio a sus vecinos. Lo hago con la tristeza que da la ausencia de un amigo, y con el orgullo de haber compartido tantos momentos entrañables y tantas ilusiones.
Que su testimonio, su compromiso y su ejemplo, tan necesarios, sigan vivos.
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