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«¡Qué vivan los quintos…!» ese estribillo resonó una y otra vez este martes de carnaval en Torrelobatón. Ayer el municipio vivía uno de sus días grandes con la celebración de una antiquísima tradición, la carrera de cintas a caballo por parte de los quintos. ... Este ritual se mantiene como reverencia al pasado y como la gran ilusión de los jóvenes del pueblo, que son el futuro.
Este año son trece los jóvenes que entran en quintas. A las 11 de la mañana, con absoluta puntualidad, Mario, Rodrigo, Víctor G., Víctor O., Jair, David R., David V., Belén, Paula, Marina, Alejandro y Pablo se daban cita en la plaza del pueblo. Lo hacían a lomos de sus caballos, enjaezados con lazos y mantones para la ocasión. Todos se acordaron de su compañero y amigo Marco, quien no pudo participar en esta gran cita, por encontrarse de viaje en la Laponia.
El sonido del tamboril y las dulzainas los acompañó mientras trotaban hasta el camino de Velliza, donde se llevaría a cabo el tradicional torneo. Numerosos familiares, amigos y vecinos iban detrás de ellos, para disfrutar también de este evento ancestral. A los mayores les sirvió para recordar sus años mozos, cuando ellos entraron en quintas. Los más pequeños soñaban con algún día encontrarse en el lugar de estos jóvenes. Las primeras pasadas sirvieron de toma de contacto. Los caballos tenían que reconocer el terreno, alguno se mostró bravo y hubo que reemplazarlo, y los mozos también tenían que habituarse a la altura del cajón, del que pendía la primera tanda de cintas. En fila de a uno fueron pasando al trote, intentando enganchar las cintas con sus afilados punzones mientras los caballos arremetían con fuerza.
Pablo fue el primero en demostrar su destreza. La suerte y también la puntería estuvieron de su lado para sacar la primera cinta. Y así, una a una, todas fueron saliendo del cajón y se iban reponiendo. Los jóvenes jinetes tenían sus brazos llenos de cintas, pero quedaba una última tanda y los nervios aumentaron. Los quintos sabían que ahí estaba el trofeo más preciado de todos, la 'cinta de los puros', fácilmente reconocible por tener los colores de la bandera nacional. Todos la querían. Conseguirla supondría invitar a todo el pueblo a puros. Pero bien merecía la pena intentarlo. Una pasada. Dos, tres… Se hizo de rogar, pero finalmente se enganchó al punzón de Víctor Oliveros, que con el subidón de alegría, arrancó a galopar emocionado mostrando su trofeo a todos los presentes. «¡Estoy muy feliz!», gritaba ante su familia allí presente y ante el resto de sus compañeros. «Ha sido muy emocionante verles disfrutar de este momento», apuntó Mila Puerta, madre de Víctor González. Ella lo sabe muy bien. Ella las corrió en 1990, fue la primera quintada en la que participaron las mujeres. También Cristina Martín y Toño Fernández, padres de Mario lo vivieron con especial alegría. «Nosotros las corrimos juntos en 1996. Lo recordamos como si fuese ahora mismo. Ver correr hoy a nuestro hijo mayor, es un auténtico orgullo. Este día no se le va a olvidar en la vida», apuntan estos padres orgullosos.
Una vez terminado el tradicional torneo, los quintos y quintas se dirigieron a la explanada del castillo, donde se hicieron una foto de familia y compartieron momentos de celebración con familiares y amigos.
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