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«Fue todo un capricho de mi padre; se le antojó la iglesia, fuimos a la subasta, pujamos y ganamos». Rosa González es propietaria junto ... a otras dos hermanas de la iglesia de la Asunción (siglo XVI) en Peñalba de Duero –despoblado de Villabáñez a 22 kilómetros de la capital–, que en 2005 adquirió su padre, Vidal González, en subasta al Arzobispado de Valladolid.
Cerrado al culto durante siglos, el templo venía siendo utilizado como granero y su estado de abandono no disuadió a Vidal González, hostelero vallisoletano que decidió comprarlo sin antes entrar a verlo para conocer su estado. El lamento de un amigo de Traspinedo por la decadencia del recinto en el que había sido bautizado prendió la mecha. Abonó Vidal González 33.000 euros en la última puja y se quedó con la iglesia, aunque la primera vez que traspasó la puerta recuerda que se asustó porque «estaba prácticamente hundida», explica el actual dueño de los bares Ría 1 y 2 en el Camino Viejo de Simancas y las Delicias y de la Cafetería Real en la Cañada Real.
Lo siguiente que hizo este profesional de la barra fue acometer obras de reforma para impedir que se viniera abajo la bóveda y hacer arreglos en la nave principal, rehacer el coro, la sacristía y renovar las yeserías. También se recuperó el campanario que se encontraba cubierto con ladrillo. Intervenciones todas ellas que salvaron del deterioro un recinto que ha venido siendo utilizado como «merendero» para celebraciones de la propia familia de Vidal González, como cuenta su hija Rosa. «Todo lo fue haciendo mi padre con un amigo albañil salvo alguna cosa que requirió traer una grúa de una empresa de construcción; quería arreglarlo y dejarlo lo más parecido a su aspecto antiguo; aquí hemos festejado bautizos, comuniones, alguna boda... la familia y muchos amigos hemos pasado muy buenos ratos, pero mi padre se ha hecho más mayor, no le sobra mucho tiempo porque está más pendiente de sus negocios, como nosotras con el nuestro; y aunque nos encanta ir, abriendo a las 7 de la mañana y saliendo del bar a la una de la madrugada poco tiempo nos queda para fiestas».
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Refiere la dueña de la propiedad compartida con otras dos hermanas que ahora está la iglesia cerrada y apenas se usa ya como merendero, «así que si sale un comprador nos encantaría, porque ya no la sacamos el provecho de antes», resume la también hostelera y que regenta el bar Apple Rose en la calle Librería, también junto a dos hermanas.
Rosa González, propietaria de la iglesia junto a otras dos hermanas
El precio de salida de la iglesia, «negociable», se ha fijado en 600.00 euros. «Hace años teníamos compradores que querían la iglesia –recuerda Rosa González– pero entonces mi padre dijo que no la vendía».
A la par que el declive de Peñalba de Duero convirtiéndose en un despoblado, el pasado de plegarias de Nuestra Señora de la Asunción devino en los últimos cuatro siglos en recinto sacro abandonado, almacén de cereal y merendero. Pervive la silueta pétrea de unos muros cuyas dueñas confían en que algún día den cobijo al plan empresarial de alguien que lo recicle como lugar de celebración de eventos con el fin de sacarlo rentabilidad. «Nosotras no tenemos planes para reconvertirlo en negocio hostelero porque requeriría una inversión enorme; resulta más adecuado para personas que tengan tiempo de disfrutar de este edificio».
Cuenta Rosa González que la iglesia de Peñalba de Duero «no da mucho gasto, lo más caro es el seguro, algo menos de 2.000 euros anuales, y es un lugar muy amplio; mi padre tenía una barbacoa enorme, allí hemos hecho fiestas familiares con catering y mucha gente, porque en la familia somos muchos, mi padre tiene doce hijos de dos matrimonios».
La iglesia de Peñalba de Duero dispone de 678 metros cuadrados, repartidos entre el templo y la sacristía (392 metros cuadrados) y el cementerio (286) metros. Vidal González vio cumplido su sueño de salvarla del olvido de siglos dándole otra vida como merendero para festejos de familiares y amigos y ahora sus tres hijas buscan un inversor que «se encapriche» de ella.
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