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Dos veces al año, en cada equinoccio, en la localidad de Fompedraza, un torrente de luz encauzado por un óculo, por un ventanal circular que se abre a poniente en la iglesia de San Bartolomé -a sus pies-, realiza un luminoso barrido por el retablo ... mural que preside el altar mayor. Lo recorre desde su parte inferior izquierda (según se mira) a su parte superior derecha, y sólo en esas dos ocasiones citadas se alinea de manera perfecta con hornacina principal del retablo, oquedad que se abre en el muro del altar, a naciente, y la cual ahora ocupa una réplica de una Virgen con el Niño de traza románica.
Este lunes se reprodujo este recorrido, haz de luz que es posible gracias a la pericia de los alarifes, de los maestros de obra que en su día construyeron la iglesia de San Bartolomé. Demasiada casualidad para no ser algo pensado y diseñado por dotados constructores para conmover a los creyentes, para que la luz equinoccial obre el prodigio de iluminar el lugar de mayor carga sagrada de cualquier templo, donde habitualmente se sitúa el sagrario.
Es exactamente el mismo fenómeno que sucede en los famosos capiteles del santuario de San Juan de Ortega -en el tramo burgalés del camino de Santiago-, en los capiteles de la Anunciación y la Visitación.
Un pequeño número de vecinos de la comarca de Peñafiel se acercaron este lunes a Fompedraza a contemplar esta pequeña maravilla, algo que, en la historia reciente, solamente se puede hacer desde hace unos pocos años y por pura casualidad.
San Bartolomé es de fábrica gótica, con importantes reformas barrocas pero sin perder un cierto encanto primitivo y originario, el cual, adquirió mayor esplendor tras la aparición de unas pinturas murales tardogóticas en el presbiterio, ocultas tras el retablo mayor barroco que las ocultaba. Fue durante una importante intervención de rehabilitación en el templo, a principios de este siglo. En 2009 se restauró completamente este conjunto de pinturas que presiden la cabecera de la iglesia.
A partir de ahí fue la casualidad y el ojo bien atento de quien fue alcalde en aquellos años, Miguel Mieres, lo que desveló el trazado luminoso equinoccial. A este regidor le llamó la atención el trayecto de la luz y cómo esta alcanzaba la hornacina central, compartiendo su observación con Lourdes Barbero, vecina de Fompedraza que enseña la iglesia. De esta forma, el prodigio que obra la luz en la iglesia de San Bartolomé ha ido poco a poco dándose a conocer.
La temática del conjunto de pinturas murales del altar es singular, destacando el interés del pintor por el relato de la historia tanto de San Bartolomé como de Santa Lucía -santa de gran devoción en su momento como sanadora de males que afectaban a la vista-, y la de San Antonio Abad, quien también tiene aura de santo sanador.
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