El hombre que conocía el secreto de cómo no tener enemigos
OBITUARIO ·
Camilo Santos Callejo (Hostelero)Secciones
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Camilo Santos Callejo (Hostelero)En todos los pueblos hay edificios singulares y vecinos especiales que conforman la historia del lugar. Sin unos y otros es imposible entender esa historia. Unos y otros van dejando su impronta en los paisanos que habitan la localidad de que se trate. Y unos ... y otros acaban convirtiendo su nombre en sinónimo de muchas cosas, las más de las veces relacionadas con cualidades que acaban despertando el respeto de sus paisanos. Es lo que pasa en un pequeño pueblo de Tierra de Campos, Villavicencio de los Caballeros, desde la tarde-noche del domingo pasado cuando falleció a los 77 años Camilo Santos Callejo, tras una larga enfermedad.
Camilo, el del bar. Porque Camilo estuvo toda su vida al frente del bar y mostró siempre una figura campechana, pero con estilo: al otro lado de la barra mandaba él; y a este otro lado, también. Y lo hacía con personalidad y buenas maneras. Que levante la mano, si no, alguien que le escuchara alguna vez proferir un insulto o una palabra más alta que la otra. Lo que no era óbice para que dejara que saliera a relucir muchas veces su cara más pasional (el Real Madrid ha perdido a uno de sus más fieles seguidores). Ese apasionamiento por las cosas y el paso de los años le acabaron confiriendo un aspecto que en muchos trazos ofrecía ribetes similares a los toques de elegancia que exhiben los buenos toreros cuando se retiran.
Eso era, en definitiva, este hostelero de toda la vida: un paisano singular, amable en las formas, firme en el fondo y persona de principios; tanto que dio el paso de ser concejal socialista un mandato (eso sí, en la oposición), al principio de la democracia, cuando lo difícil era dar la cara en política en un pueblo pequeño teniendo un negocio. Pero no solo no se le resintió la clientela, sino que la mantuvo siempre porque analizando su vida y su obra (la mejor, sus cuatro hijos: Raquel, Alberto, Sagrario y Miguel Ángel, fruto de su matrimonio con Daría Bernardo, de la vecina localidad de Valdunquillo) se llega a la conclusión de que Camilo conocía el secreto de cómo no tener enemigos. Y así ha pasado por la vida, dejando un recuerdo tan especial que cuando se analice la historia de Villavicencio y se cataloguen sus edificios singulares y sus vecinos especiales, entre éstos siempre ocupará un capítulo Camilo, el del bar. Y será un capítulo interesante en esa historia local, porque se ha ido un protagonista de la buena historia de esta villa terracampina.
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