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Las Hermanas de Santa Ana dicen adiós después de 137 años de dedicación a PeñafielLas cuatro hermanas de Santa Ana que residen en la localidad preparan ya sus maletas. Con el mes de octubre dirán adiós a Peñafiel, localidad en la que la congregación lleva asentada 137 años, desde 1886. El principal espacio en el equipaje de las cuatro ... religiosas lo ocupará el cariño que les profesa el pueblo, a ellas y a todas las compañeras de la congregación que les han precedido.
Petra Martín (94 años, Gumiel de Izán), Candelas Alonso (70 años, Encinas de Esgueva), Sagrario Aguado (65 años, Toledo) y Ana Isabel Araco (61 años, Burgos) son las cuatro últimas hermanas de la Caridad de Santa Ana que residen en Peñafiel y que, en breve, se distribuirán entre diferentes lugares. Petra y Candelas irán juntas a Collado Villalba (Madrid), a una casa de la congregación «para hermanas mayores», explica Petra, quien continuará recibiendo allí los cuidados que su edad requiere. Candelas cuidará de ella y de las otras hermanas mayores que allí residen. La hermana Ana Isabel también se dedicará a cuidar de hermanas mayores, en su caso en Zaragoza.
La hermana Petra es toda una institución en Peñafiel, localidad en la que lleva residiendo 53 años. Muchos de estos años los dedicó al cuidado de ancianos en el Hospital de la Santísima Trinidad -fundado por la congregación-, una residencia donde se atendía, especialmente, a personas con pocos o sin recursos. Precisamente, en el lugar que ocupaba el citado hospital se realizará la despedida. Desde principios de este siglo, este espacio lo ocupa el centro cultural del pueblo, en cuyo auditorio se llevará a cabo el merecido homenaje.
La hermana Petra recuerda como «antes subían al hospital también personas mayores desahuciadas», recibiendo por parte de las hermanas los cuidados y la compañía necesaria para reconfortarles en esos últimos momentos de su vida. En aquel pequeño hospital siempre se hacía un sitio para todo aquel que lo necesitase, no solo para los mayores. Por ejemplo, «había gente que iba allí a ponerse las inyecciones, porque no tenían para pagar al practicante», recuerda Petra, quien explica que «aprendí a poner las inyecciones antes de venir aquí. Hasta que viniese una hermana enfermera tenía que hacerlo yo. Las puse hasta que vino la hermana Asunción».
«Cada persona tiene su recuerdo, o porque la hemos ayudado o porque hemos tenido relación, y eso es muy importante», señala Candelas. «Con las familias de los ancianos tenemos mucha relación», tal y como destaca Ana Isabel: «Somos una gran familia, yo llevo poco tiempo pero me he sentido muy bien aquí».
La cuatro monjas residen ahora en la residencia de mayores que se construyó en otro punto del pueblo -que conserva el mismo nombre-, gestionada por un patronato en el que participa el Ayuntamiento, la parroquia, las hermanas y los Padres Pasionistas de Peñafiel.
Las hermanas Candelas y Ana Isabel cuidan de los mayores de esta residencia, mientras que Sagrario es responsable del colegio de Primaria de La Inmaculada, situado a pocos metros de lugar que ocupaba el antiguo Hospital de la Santísima Trinidad -ahora centro cultural-. El centro docente, concertado, por el que han pasado generaciones y generaciones de peñafielenses, pertenece a la congregación y ahora todo su personal docente es laico.
El destino de Sagrario Aguado será el barrio sevillano de Palmete, donde las hermanas de Santa Ana tienen «un centro en el que acogemos a niños con carencias, en situación vulnerable. Les atendemos por las tardes, desde la comida. Estamos con ellos para ayudarles, principalmente educativa y emocionalmente», explica la hermana Sagrario.
Las monjas de Santa Ana ya no estarán, pero sí seguirá muy presente el gran trabajo realizado durante casi siglo y medio. No solo en el recuerdo, porque aunque «no habrá presencia física de hermanas, sí hay un equipo titular en el colegio que está formado por profesoras y profesores, que son los que estarán al frente. Todo seguirá igual», señala la hermana Candelas, consciente del desconcierto que la noticia de su marcha ha suscitado en el pueblo. «Es un desconcierto, pero desde el lado sentimental, porque es uno de esos momentos que uno no se plantea, no cree que vaya a llegar nunca».
Su presencia es la que se va a echar en falta, porque «es continua, estamos día y noche aquí en la residencia, nos están viendo, por lo que se preguntan: '¿Y ahora quién va a venir, quién se va a quedar?' Se necesita un poquito de adaptación. Yo creo que eso sí, que van a echarlo de menos, esa presencia permanente, pero como todas las cosas se necesita un poco de tiempo para hacerse. Nosotras no vamos a estar, pero todo va a seguir igual, está todo organizado. Hay una directora, está el patronato, el personal sigue, o sea, seguirán los cuidados igual. Va a seguir todo», refleja la hermana Candelas.
«Siempre me he sentido muy apreciada» -se congratula Candelas-, «no tanto por lo que yo haya hecho, sino por toda la historia de la congregación, de las hermanas», por el legado que tantas hermanas han dejado en el pueblo. Por ello se muestra «muy contenta del paso por Peñafiel», localidad a la que expresa también «mucho agradecimiento por la acogida que siempre hemos tenido, nos hemos sentido muy bien. Siempre hemos recibido mucho cariño. Y cuando te sientes bien, esto fluye».
Las hermanas ya no estarán en Peñafiel, pero sí su obra, su gran labor. Su recuerdo será imborrable, pues no solo queda reflejado en la calle que lleva su nombre, o la del Hospital, o la del Estudio -donde está su colegio-, sino que su huella permanecerá por generaciones en el corazón de muchos peñafielenses.
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