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«Aquí nos conocemos todos y sí que vimos la discusión en la entrada, aunque no le dimos demasiado importancia hasta que alejaron de la entrada dando voces por la carretera y, de repente, escuchamos un disparo», relata un testigo del crimen ocurrido en la ... madrugada de este lunes en las inmediaciones del antiguo mesón La Tía Pepa, rebautizado en los últimos años como sala de fiestas privada Cister Sunday, situado a las afueras de La Cistérniga, al borde de la travesía de la carretera de Soria, donde un joven de 25 años, cuya documentación recogía esa edad y que era de origen portugués –al cierre de esta edición aún estaba por confirmar de manera fehaciente su identidad–, perdió la vida horas después de recibir un disparo de arma corta en el tórax. La Guardia Civil cuenta ya con una descripción del tirador, así como del coche en el que huyó, y busca a un único autor del homicidio conforme a los datos aportados por los testigos.
La disputa que desembocó en la muerte del joven tuvo lugar al filo de la una y media de la mañana, en un principio, a las puertas del veterano inmueble de la finca conocida como Los Manzanos, que acoge el citado mesón, ahora bautizado como Cister Sunday, desde comienzos de los años ochenta, en la parte exterior utilizada puntualmente como aparcamiento (hay otra explanada en el interior que se utiliza como estacionamiento), al borde de la calzada de una vía que discurre en paralelo a la travesía de la Nacional 122, entre la salida del casco urbano de La Cistérniga y el acceso al polígono industrial de La Mora.
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J. Sanz
Este espacio, que carece de licencia municipal para su apertura como establecimiento de ocio de cara al público, viene desarrollando su actividad en los últimos años como sala de fiestas privada en una suerte de sociedad que solo admite la entrada de «socios», tal y como explican algunos de sus miembros y advierte un cartel en la entrada de la finca.
Allí se encontraban en la madrugada de autos, pasada la medianoche, en torno a una treintena de personas. La víctima, al parecer, era uno de los clientes habituales –léase socios– de la sala. «Es un chico que suele venir por aquí», apuntan los testigos antes de aclarar que al agresor, un varón de unos 35 años, «no le habíamos visto nunca».
El caso es que los dos se enzarzaron en una disputa, inicialmente verbal, en la parte exterior del antiguo mesón antes de continuar la discusión mientras se alejaban por la calzada (hacia el casco urbano). Los dos se encontraban a menos de doscientos metros del local, en una bifurcación hacia la travesía de la Nacional, cuando los testigos escucharon el disparo. «Se fueron dando voces por la carretera, oímos un tiro y vimos cómo este chico caía desplomado sobre la calzada y el otro huía en un coche», apunta uno de los testigos. Dos de las personas que presenciaron los hechos acudieron entonces a auxiliar al herido, que «perdía mucha sangre del pecho» a su llegada y al que posteriormente atendió también un trabajador al que pararon ellos mismos cuando se dirigía en coche al polígono de La Mora, que se encuentra a escasos trescientos metros del mesón.
El crimen de La Cistérniga, que le costó la vida a un joven de 25 años, vino a confirmar un verano negro en una provincia que suma su cuarta muerte violenta en los tres crímenes registrados en apenas un mes. El primero ocurrió el 30 de junio en la capital, donde un chico de 16 años fue detenido (y enviado al Zambrana)por acabar presuntamente con la vida de su madre, de 50, en el domicilio familiar de La Rondilla. Al día siguiente, apenas unas horas después, perdía la vida a tiros un hombre en Santovenia y un teniente coronel de la Guardia Civil en un edificio de Santovenia. El sospechoso, un vecino del bloque, también fue arrestado y está en prisión.
El primer aviso a los servicios de emergencia se recibió a la 1:30 horas. Minutos después llegarían al escenario las primeras patrullas de la Guardia Civil y una ambulancia, cuyos sanitarios lograron estabilizar y trasladar con vida al herido, que ingresó en estado crítico en el Hospital Clínico, donde falleció a media mañana. Presentaba una herida de bala, al parecer, de pistola en el tórax, según informaron fuentes oficiales de la Guardia Civil en un escueto comunicado en el que solo confirmaron que previamente «se había producido una discusión seguida de disparos (en plural)» en las inmediaciones del mesón.
Los agentes comenzaron entonces a recabar los testimonios de los testigos del crimen, ocurrido en una sala de fiestas privada, que lleva años funcionando como tal con distintas denominaciones (La Tía Pepa, club social Los Manzanos, La Fiestuki y, en los últimos años, Cister Sunday), en la que había en torno a una treintena de personas y cuyo perímetro exterior está plagado de cámaras de videovigilancia que miran precisamente al aparcamiento donde, en teoría, comenzó la discusión. En el lugar de los disparos, situados a 180 metros exactos de la entrada a la finca (hacia el casco urbano de La Cistérniga), donde el joven cayó abatido, los agentes recogieron, al menos, un casquillo. Uno de los testigos consultados incide en que él, al menos, solo escuchó una deflagración antes de ver cómo el autor del disparo huía y se montaba en un coche.
La alcaldesa de La Cistérniga, Patricia González, mostró su pesar por lo ocurrido y aclaró que la sala de fiestas «se encuentra en una finca privada que no cuenta con licencia de actividad» para su apertura de cara al público. «Es un espacio privado y funciona como tal», reiteró antes de apuntar que desconoce la procedencia de la víctima. Otras fuentes consultadas señalaron que el joven podría no ser luso y tener su residencia en una provincia cercana.
El antiguo mesón La Tía Pepa, ahora Cister Sunday, acoge, al menos, desde 2014 fiestas en las que advierte de que la entrada es «solo para socios» y que publicita a través de las redes sociales. Los vecinos de las viviendas más próximas al mesón, situado en un paraje sin casas alrededor, señalan que de jueves a domingos suelen escuchar la música y ver numerosos coches a sus puertas. El domingo, para la noche de autos, estaba programada una sesión de música con varios artistas.
Un cartel en su entrada, adosado a un señal de prohibido, advierte precisamente de que está «prohibido entrar», que se trata de una «propiedad privada» y que solo pueden entrar «socios». A su lado, junto a la entrada otro viejo cartel, casi ilegible, advierte de que está «'prohivido' el paso primero» y de que «disparo después».
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