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A quienes se han criado entre virutas de madera y mecido en los pinares de Íscar y Pedrajas de San Esteban no les falta trabajo. Están «hasta arriba». Mejor que nunca, en lo que a demanda se refiere. Pero una «tormenta perfecta» –como lo califica ... la representante de la Asociación Vallisoletana de Empresarios de la Madera (Avema), María González– ha lastrado el último intento del sector de la madera en la provincia por recuperarse. Regresaron fuerte, con ganas, a sus fábricas tras el confinamiento domiciliario. Y lo cierto es que tenían tarea. «Después de pasar tanto tiempo en sus casas la gente se volcó en reformas, rehabilitaciones, cambios de cocinas, ventanas, puertas, pavimentos... Un montón de cosas con las que de un modo u otro tenemos que ver», dice González.
Esa misma idea, la de remodelar y renovar sus instalaciones e infraestructuras, la tuvieron también en Estados Unidos y China. Los primeros decidieron minimizar sus exportaciones de madera «para utilizarla ellos». Los segundos, ante este 'boom', incluso recurrieron al mercado español en busca del producto que allí escaseaba.
Todo ello, unido «al contexto de la pandemia», que paralizó en seco la industria durante semanas, se ha traducido en una falta de estocaje y de materias primas y, por ende, en una subida «brutal» de los precios. «Es la tormenta perfecta, se han juntado muchísimas cosas, pero es un problema a nivel mundial, no de Valladolid o de España», precisa la representante de Avema, que asegura que el hecho de que los plazos y costes regresen a su casilla habitual «conlleva un plazo». «Ojalá que no sea muy tarde, pero no tenemos una bola de cristal, es el mercado mundial y dependerá de muchos factores», insiste, mientras reconoce que «ya se está viendo que los precios se están manteniendo un poquito» Pero, ojo, después de la montaña rusa que la industria ha experimentado estos últimos doce meses, llama a «no confiarse». «Ha habido tanta fluctuación del mercado que nunca se sabe...».
Arrastra el sector maderero, cuyo corazón bombea fundamentalmente en las zonas de Íscar y Pedrajas, una pesada mochila que puede ser determinante para su futuro. Aún supuran las heridas causadas por la crisis económica de 2008, que provocó el cierre de numerosos negocios y el despido de cientos de trabajadores, que se vieron obligados a buscar una salida laboral alejada de su especialización. Allí, hace doce años, 180 compañías de la madera y el corcho empleaban a 1.450 personas. Hoy tan solo quedan 123, el 32% menos, que emplean a unas 1.100.
Pero nada de alarmismos. El grueso de cierres se desencadenó durante los primeros años, hasta 2015, aproximadamente, y ahora la industria está «estabilizada». «Hemos sufrido la crisis de la pandemia, pero no como otros sectores. Confío en el mantenimiento porque trabajo hay y la madera es totalmente sostenible, el producto del futuro», argumenta María González, al tiempo que explica que «esa fuerte caída viene desde la crisis de 2008, estuvo muy relacionada con la construcción y nosotros tenemos un hilo directo con ellos».
A corto plazo, por tanto, su futuro no corre peligro. El verdadero problema surgirá en unos años, no muchos, por la falta de relevo que acusan las empresas. Cuando echen el candado los talleres de toda la vida, los familiares, porque nadie se haga cargo del negocio. Cuesta encontrar mano de obra, pese a que hay una alta demanda y trabajo.
De hecho, según los datos que maneja la asociación provincial, el 12% de los operarios de la industria maderera son mayores de 60 años, mientras que en el caso de la fabricación de muebles –cuyo centro neurálgico está en Medina del Campo– ese porcentaje se eleva hasta el 15%. «Eso es lo que de verdad estamos sufriendo, que nos cuesta encontrar mano de obra ya no formada, sino que quiera trabajar en el sector de la madera, y eso también nos está lastrando mucho. No tenemos relevo, nos va a costar encontrarlo, y un porcentaje elevado está a las puertas de la jubilación, supone un problema muy serio para nosotros», lamenta González.
Una de las personas que está viviendo –y sufriendo– en primera persona esta escasez de materia prima es Alicia Cabrero, una de las gerentes de Ángel Cabrero e Hijos S. L., enraizada junto a la Avenida San Miguel de Íscar y dedicada a la fabricación, venta y montaje de puertas o armarios, entre otros productos. Ejemplifica la situación que atraviesan a partir de los plazos de entrega de pedidos: unos tableros que encargaron en febrero, tenían que haberse entregado en mayo y aún están esperando. «Lo venimos detectando desde abril, y la principal consecuencia es el incremento del precio. En algunos casos nos ha subido un 30%», subraya esta autónoma, mientras precisa qué es lo que ocurre cuando esos ansiados pedidos llegan: «Pides una cantidad, aunque por lo general te sirven menos y con el precio que ellos marcan y te dicen que te las arregles como puedas porque no hay madera. ¿Consecuencia? No nos queda más opción que subir los precios».
Antes, suministraban el producto final en un periodo medio de dos semanas. Ahora, en ocasiones, de dos meses. «Pudiendo servir a tiempo, los plazos se han alargado muchísimo, pero el cliente debe entender que no es culpa nuestra, que es que no hay materia prima y estamos todas las empresas igual», reitera.
José Luis Rico. Empresa de tratamientos Verka
Presume de ser «el segundo mayor fabricante de España» de producción de paquetes de virutas. Repite con orgullo José Luis Rico, propietario de la empresa iscariense Verka, que fue precursor en la zona –«de los primeros en traer las máquinas», incide– y que ha llegado a distribuir 150.000 paquetes al año. 1.100 en un día. «Trabajo con Andalucía, Madrid, País Vasco, Tenerife... Tenemos una clientela fiel y fija porque saben que nosotros también lo somos, y que si en algún momento falta producto, haremos lo imposible porque ellos no lo noten», cuenta este iscariense, al tiempo que reconoce que a él esta escasez no le ha repercutido.
«Hay un alza en el trabajo, se está construyendo y hay mucha demanda. En las fábricas hoy por hoy hay trabajo, de aquí a un año no se sabe. En mi caso, como no trabajo con madera directamente, sino que dependo de los residuos, no me ha afectado, pero ojo; es un producto hasta cierto punto peligroso porque dependes de lo que recoges», explica.
Del mismo modo, atribuye esta «escasez» de materia prima al coronavirus. «No hay hierro, ni aluminio, ni plástico, que encima está por las nubes. Tampoco hay la madera suficiente, que además ha subido muchísimo... Hay muchos productos que escasean, yo creo que a raíz del parón que hemos tenido por la covid», considera José Luis Rico.
Todo ello –explica este empresario– se traduce en un retraso en los pedidos que, insiste, a él no le afecta. Es la excepción que confirma la regla. «Yo de momento me estoy librando. He tenido bastante más porque ha habido una reactivación del mercado y tengo más producto. Toquemos madera».
En cuanto al futuro de la industria maderera, Rico cree que a día de hoy goza de buena salud y que su continuidad no peligra. Prueba de ello es que «poco o mucho, todas las fábricas están ampliando sus instalaciones por las exigencias del mercado». «Eso es bueno para todos, que mucha gente en el pueblo vive de ello», subraya, al tiempo que destaca la «calidad» tanto de su empresa como las del resto de la zona, hasta el punto de consolidarse como «área de referencia de la madera». «Hay muchas que están exportando, eso quiere decir que aquí se trabaja mucho y muy bien», asegura.
Andrés Aceves. Carpintería Aceviscar
Reconoce Andrés Aceves, experimentado carpintero, que a él la falta de materia prima le ha afectado «muy poquito». Apenas le salpica porque –dice– «mi producción es mucho más pequeña, son cosas más especiales y hasta ahora hay más estocaje». Pero es una situación que no le es ajena. De hecho, asegura que en las últimas semanas ha recibido «varias circulares» de proveedores advirtiéndole de que lo más probable es que esta escasez le repercuta. «Ya me han dicho que habrá retrasos y se incrementará el precio en las próximas tarifas; los que muevan grandes tiradas sí que estarán teniendo más problemas con todo este asunto», sostiene, al tiempo que incide en que por el momento, trabajo no le falta.
El motivo –considera– radica en que «no hay mucha competitividad». «Con la pandemia han cerrado muchos, aquí y en todas partes, y ahora se están demandando ciertos oficios como el nuestro, que tenemos bastante, aunque a ver lo que dura», explica. Su respuesta a cómo ve el futuro del sector maderero se traduce en un suspiro.
Lo resume en que «está todo un poco difícil y oscuro». «Nos han subido la luz, los impuestos, nos tienen fritos a normativas de todo tipo, nos están subiendo ahora también la materia prima y cada vez cuesta más trabajo encontrar clientes que se decanten por pequeñas empresas y no por cadenas», asegura, mientras hace hincapié en que a las grandes entidades les irá «mejor, aunque tienen problemas de suministros».
«Los que estamos, estamos casi para cerrar ya», sentencia este carpintero, especializado en trabajos «especiales y a medida». Es precisamente esa especialización su seña de identidad, lo que le permite mantenerse a flote tras «toda la vida» vinculado a la industria. «No quiero meterme en nada estándar porque ahí hay mucha competencia y los precios están tirados», concluye.
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