Cuando a media tarde del domingo se conocía la muerte de Fernando Rodríguez, en Tordesillas las conversaciones en la calle, en los bares y en los grupos de whatsapp se hacían un doloroso eco de la pérdida de un vecino querido. A poco más ... de doscientos kilómetros fallecía Fernando Rodríguez, de 58 años, mientras hacía senderismo en el monte Endino (Cantabria) con medio centenar de aficionados vallisoletanos y un guía.
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Entusiasta de la naturaleza y habitual de las salidas al campo en compañía o en solitario, esta ruta era una más en la extensa lista de las que había practicado con grupos senderistas y, sobre todo, con la Asociación Camino de Santiago del Sureste en Valladolid (Acasse-Va). En este colectivo participaba activamente desde su fundación en 2007 con el cometido de divulgar el Camino de Santiago a su paso por la provincia, aunque su última ruta la efectuó con el grupo Linderos.
«No he conocido persona más bondadosa; hemos sido muy felices con él, era alguien que siempre aportaba, nunca criticaba, siempre proponía y ayudaba», cuenta Rebeca Justo, presidenta de Acasse-Va, la familia peregrina a la que pertenecía desde hace quince años y con la que cada último sábado de mes recorría una etapa del Camino de Santiago. A la última ruta programada no pudo acudir por asistir al bautizo de su nieto.
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«En la asociación ahora nos quedamos cojos, él estaba siempre disponible para todo y para todos», recuerda Rebeca Justo, esgrimiendo la frase 'ya voy yo' como la expresión más repetida por quien sabía «cómo hacer que la gente se sintiera querida».
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Fernando Rodríguez trabajaba en la empresa de materiales de construcción Higueras Navas desde 1989, una dedicación que le ha propiciado el contacto cercano con cientos de vecinos de Tordesillas y de pueblos de la comarca por los que solía hacer el reparto a domicilio con carretilla y en camión. «Saber de su fallecimiento nos ha dejado rotos, muy tocados; era querido y muy conocido, siempre dispuesto a echar una mano en lo que le pidieras». El testimonio se repite en boca de varias personas que le trataron, como Marina, del Madrid, uno de los bares del pueblo donde hacía extras como camarero en fiestas o épocas especiales. Allí le recuerdan muchos clientes como baratero, lanzando al aire las tradicionales chapas en Semana Santa cuando este juego estaba en boga. «Era un enamorado del campo, hacía rutas siempre que podía, le gustaba ir a setas, a cangrejos... Era una persona servicial, bondadosa, llena de vida... estamos muy mal», se lamenta Marina.
En las marchas campestres se le recuerda con su macuto de cuero a cuestas y la cámara del móvil lista para atrapar la belleza de los parajes por los que transitaba y compartirla en las redes sociales. «Fernando era un entusiasta de la naturaleza, le encantaba caminar, estaba en forma y era de los que siempre iba por delante, ofreciéndose a los demás por si podía ayudar, pendiente siempre de quienes caminaban con él», explica Agustín Sánchez, de la directiva de Acasse-Va.
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Tras el desvanecimiento que sufrió en el monte Endino cercano a la localidad cántabra de Valdeolea, un Equipo de Intervención de Protección Civil con helicóptero intentó socorrer al excursionista pero no pudo ser. A expensas del resultado que determine la autopsia, varios testimonios apuntan a que el fallecimiento pudo deberse a un infarto. La iglesia de San Pedro acoge su despedida a las ocho de la tarde de este lunes.
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