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Dice la doctora María Jesús de Hoyos, coordinadora del centro de salud de Íscar, que el del pasado martes es un episodio «bastante desagradable» de recordar. Porque su equipo -ella no estaba de guardia la tarde del día 14- se vio implicado en una situación « ... completamente inesperada» pero que, por fortuna, nadie resultó herido.
Minutos antes de las siete de la tarde, un hombre -V. N. B., de nacionalidad extranjera y vecino de la localidad vallisoletana- acudió al centro sanitario porque «le faltaba la insulina». La enfermera le respondió que «ahora se lo miraban», pues en ese momento estaban atendiendo a otro paciente, y «entró en una espiral de agresividad».
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No encajó el hecho de tener que respetar el turno de asistencia, de aguardar en la sala hasta que el médico terminara la consulta con el paciente que estaba antes que él, y comenzó a alterarse y gritar. «Entró en una espiral de agresividad; al oír las voces salió el médico y por evitar el conflicto le pidieron la tarjeta sanitaria para solucionárselo», explica la responsable del centro de salud, quien lamenta que ese acto «de buena intención» del equipo médico no logró frenar la actitud agresiva y alterada del varón.
De hecho, sostiene De Hoyos, los profesionales sanitarios «se tuvieron que encerrar porque empezó a golpear la puerta y a insultarles». También arrojó objetos contra el personal, si bien no llegó a alcanzarles, e incluso rompió la parte superior de una de las entradas que aún está pendiente de reparación (se hará en los próximos días, ya se ha dado aviso para que lo sustituyan). «Tuvieron que encerrarse en Urgencias, que además estaban atendiendo a un menor que estaba acompañado de su madre», añade.
En un primer momento, el hombre se marchó del centro sanitario, pero «sin saber cómo, volvió a entrar». El motivo, señala la coordinadora, es porque el médico tenía su tarjeta de Sacyl. «Golpeó la papelera, la puerta, rompió la parte de arriba... Diciendo que le devolviéramos la tarjeta. Y lógicamente el médico se la dio por debajo de la puerta porque allí, evidentemente, nadie iba a salir a darle nada amigablemente, estaba muy agresivo», incide.
Tras ello, llamaron a la Guardia Civil, que se personó en la calle Ronda en cuestión de minutos para detener a V. N. B. como presunto autor de atentado contra personal sanitario. Lo hicieron en vía pública, cuando el varón intentaba marcharse del lugar. Además, trató de evitar que le identificaran (hizo caso omiso a las indicaciones de los agentes) e intentó huir de la zona, llegando incluso a empujar a los agentes para que no le identificaran.
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El médico que sufrió el incidente vivió una crisis de ansiedad, que por fortuna no fue a más. «A cualquiera de nosotros nos pasaría. Vine, le acompañé a poner la denuncia y a identificar al detenido y se marchó a casa a descansar», cuenta la responsable, al tiempo que precisa que «otro compañero vino a trabajar voluntariamente para quedarse conmigo y que no estuviera sola». «Lo normal es que si pasa una vez, no vuelva a pasar, pero siempre tienes un poco de miedo», lamenta.
No es la primera vez que viven un episodio similar. «Por desgracia», indica, las agresiones verbales son relativamente habituales. «Pero no va a más. Quizás los auxiliares administrativos, que son la primera pantalla, son los que más reciben. Es una lástima», sentencia.
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