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Carmen Blanco posa frente al edificio del Hospital Viejo, donde más años ha trabajado. Rodrigo Jiménez

La Diputación jubila a su telefonista más longeva

Toda una vida ·

Carmen Blanco se despide después de 47 años como trabajadora con más antigüedad de la institución provincial vallisoletana

Berta Pontes de los Ríos

Lunes, 14 de diciembre 2020, 07:11

Tras 47 años al servicio de la misma institución, Carmen Calvo llegó ayer a la edad de jubilación y finaliza el trabajo que ha ocupado gran parte de su vida. Deja atrás unos años «maravillosos» para dar paso a otra etapa que le entusiasma y que, a su juicio, merece «por haber trabajado tanto durante tantísimos años».

Sus comienzos en la Diputación se remontan a la época en la que vivía como interna en el Colegio Juan de Austria, situado en la Plaza de la Trinidad. Allí, a los 16 años, comenzó a interesarse por la peluquería e hizo un curso. «Peinábamos a clientas que venían de fuera y las monjas gestionaban todo», señala Carmen Blanco. Dos años después y con 18 recién cumplidos, se presentó a un examen para poder trabajar en la Diputación cuidando niños. Su buena disposición y esfuerzo le hicieron llegar hasta allí. Aprobó y en enero de 1974 ocupó un puesto en el colegio donde vivía, comenzado así a trabajar para la Diputación de Valladolid. «Mi función era atender a los niños, pero también estaba en la cocina y limpiaba las instalaciones», señala. Hasta que un día se cayó el techo y les trasladaron a las dependencias situadas en la carretera de Madrid. «En esa época no podíamos protestar, acatábamos lo que nos decían las monjas, pero llegó un momento en el que comenzamos a reivindicar nuestros derechos laborales, queríamos tener un trabajo digno». Cansadas de hacer siempre tareas fuera de su puesto, consiguieron ocuparse de lo que tenían asignado: los niños del colegio.

Ha trabajado en todas las instalaciones de las que dispone la Diputación Provincial en Valladolid, desde la Casa Cuna hasta el Hospital Viejo, donde más años ha permanecido

Tras unos años cuidando y atendiendo a los menores y compartiendo experiencias junto a sus compañeras, trasladaron a Carmen Blanco al número 26 de la calle Santiago, donde comenzó a trabajar como telefonista. Destaca que «no solo me encargaba de las llamadas, sino que también ayudaba en Cultura porque en ese momento solo había cuatro líneas y me sobraba tiempo». Recuerda que los cerca de veinte trabajadores en aquel edificio eran «como una gran familia», con ellos compartía gran parte de su vida.En ese momento se desvinculó de las monjas y se fue a vivir a un piso. Una vez tuvo la experiencia suficiente, la propusieron para ocupar un puesto en el Palacio de Pimentel, también perteneciente a la Diputación, para continuar su labor al teléfono. Finalmente, aprobó el examen y sacó la plaza de telefonista oficial. Su horario laboral era de nueve de la mañana a dos de la tarde, lo que le permitía hacer otros planes ajenos al trabajo como viajar, ir al cine o al teatro y pasear con sus amigas.

Corría el año 1988 y, con 23 recién cumplidos, Carmen Blanco ya tenía un puesto de trabajo que le garantizaba la independencia que hasta ahora no había tenido por estar ligada al mandato de las monjas con las que vivía. Pese a que en el colegio Juan de Austria reconoce haber estado «muy bien», destaca que su«mejor etapa en la vida ha sido la vivida como telefonista». Son 47 años al servicio de los cables y las llamadas, de resolver dudas y ayudar a la ciudadanía. Carmen Blanco explica que su trabajo le encanta y que siempre ha tenido muy buena relación con sus compañeras. En femenino, porque durante muchos años eran todo mujeres. Hasta que comenzaron a llegar hombres que también se encargaban del teléfono, «pero eso ha sido hace cinco o seis años, antes éramos todas chicas; pero hubo un momento en el que tuve dos compañeros hombres y yo era la única mujer», explica.

La vida ha cambiado mucho desde que Carmen Blanco comenzara a trabajar. Cerca de cincuenta años dan para muchas idas y venidas. «De cuando yo empecé a ahora han cambiado muchas cosas, lo primero la tecnología, pero también las relaciones humanas entre los trabajadores. Ahora hay gente en el mismo edificio que ni siquiera se conocen entre ellos, antes éramos como una gran familia en la que todos sabíamos cómo estaba cada uno», destaca. En el Hospital Viejo ha trabajado durante más de 20 años y ella sí conoce a todos. Y todos la conocen. Carmen Blanco ha recibido todas las distinciones por longevidad, a falta de la de la jubilación, que le será entregada en breve cuando cumpla los 65 años y cese en su puesto.

«Soy la más veterana aquí, que no la más mayor», apunta Carmen Blanco. Tras 47 años al servicio de la Diputación de Valladolid, ahora ha llegado el momento de decir adiós al trabajo de su vida. Porque nunca ha tenido otro diferente y no conoce otra profesión que no sea la de telefonista

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