Valladolid

La despoblación gana la batalla a Lomoviejo

Tras años de cursos escolares, y cientos niños que han pasado por sus aulas, la localidad ya no volverá a presenciar estudiantes en su colegio ni pequeños disfrutando del recreo en sus calles. La carencia de escolares ha llevado a la localidad a cerrar las puertas de su centro educativo. «La principal razón es que no ya no hay alumnos», comenta su alcalde, Ángel Vegas. Aunque, en el curso 2023/24 había cuatro jóvenes recibiendo clases en la localidad, tres de ellos comenzaban el 12 de septiembre la Educación Secundaria Obligatoria y tan solo uno continuaría Primaria en las instalaciones educativas. Pero, «con uno no se puede seguir teniendo el colegio abierto», asegura el edil. Así, dos de ellos acudirán al instituto de Medina del Campo, mientras que los otros dos se desplazarán hasta Madrigal de las Altas Torres.

Haber mantenido este servicio en la localidad no ha sido nada fácil para el ayuntamiento. «Es un esfuerzo que hace tanto la Junta de Castilla y León como el pueblo», menciona Vegas. Y es que, tener cinco profesores para tan solo cuatro alumnos, además del mantenimiento del edificio, suponía un gran gasto para el consistorio. Por otro lado, el equipo de gobierno municipal ofrecía 100 euros por alumno para mantenerles matriculados en el colegio y para la compra de material escolar. «La Diputación de Valladolid da 60 euros o así a los infantiles de 3 a 6 años, pero aquí no había», explica el regidor.

Por ello, pusieron en funcionamiento estos incentivos que han mantenido vivo su centro educativo unos años más. Algo que lograron también gracias a un vecino de una localidad cercana. Aunque sus raíces estaban asentadas en Lomoviejo, desde hace unos años vivía en Fuente el Sol; situado a tan solo cuatro kilómetros de distancia. «Tenía escolarizado al niño en el colegio para que no lo cerrasen», manifiesta el alcalde.

Pero este año ya no ha sido posible. «Es el único que se mantenía en los municipios de alrededor de menos de 300 habitantes, los demás los han cerrado hace ya quince o veinte años», cerciora. Hasta la fecha, Lomoviejo ha sobrevivido gracias a las familias de agricultores y ganaderos que realizaban sus labores en sus tierras, y que además otorgaban vitalidad a su escuela y a sus vecinos. «Era una alegría verles pasar en los recreos o cuando iban a hacer Educación Física al salón», expresa Vegas.

Tener más profesores que alumnos ha sido un privilegio durante muchos años; unas clases particulares que los padres agradecían disponer de ellas. «Estaban encantados», asegura el primer edil. Pero por desgracia, mientras la vida se paraliza en Lomoviejo, la de los alumnos que han pasado por sus clases seguirá latiendo en otros pueblos de la provincia.

Con tan solo 163 habitantes, según el último censo de Instituto Nacional de Estadística de 2023, con una población envejecida y con una gran carencia de niños que estudien en un futuro en la escuela de Lomoviejo, su regidor teme que esta no vuelva a abrir sus puertas. «Tenemos la esperanza de que sí, pero según he leído es muy difícil porque tenemos que presentar al Ministerio las opciones que tenemos», explica Vegas. Entre ellas se encuentra mostrar a Educación que al menos habrá alumnos durante un mínimo de cinco años. Pero según detalla el alcalde, «no hay niños en los pueblos».

Hace ya unos años que Lomoviejo estaba integrado en el Colegio Rural Agrupado Llano Alto de Ataquines. Un municipio que también estaría sufriendo las consecuencias de la despoblación. «Ha perdido muchos habitantes y está perdiendo muchos alumnos. No sé cuánto tardará en cerrar, y eso que es un pueblo grande», expresa Vegas.

En cuanto al uso de las instalaciones a partir de ahora, el ayuntamiento tiene alguna idea; aunque antes deben hacer algún trámite. «El edificio como tal es nuestro, pero está cedido a Educación, entonces es como si estuviese de alquiler», comenta. En el aire se encuentra la creación de una biblioteca o de una sala de reuniones, ya que el colegio dispone de dos aulas amplias. Pero, de momento, no ha retirado el material escolar «por si acaso», con la ilusión de volver a ver corretear niños entre sus mesas y sillas.

Aunque sus vecinos ya estaban «concienciados» de que no había alumnos y que el colegio se cerraría, Vegas asegura que lo echarán de menos. Y es que, muchos de ellos han pasado su niñez entre sus cuatro paredes y mantienen unos bonitos recuerdos de su etapa escolar. «Yo estuve tan solo un año cuando tenía cinco años, porque después me fui a Barcelona, y me acuerdo de íbamos con el pizarrín al colegio», rememora Vegas. Y es que, en esa época, el centro educativo llegó a tener hasta cuarenta estudiantes.

Desde hace veinte años, Lomoviejo nota poco a poco cómo su población disminuye, envejece y se acerca el fin de la localidad. Una desaparición que intentan frenar por todos los medios y que esperan que no suceda nunca. Este año, echa el candado a un colegio que ha acogido a cientos de alumnos en sus mesas. Sus paredes, aún con dibujos, posters y notas de sus últimos escolares, han perdido la esencia que las caracterizaba. Ya nadie volverá a pintar o escribir en sus pizarras, ni volverán a sentarse en sus sillas, ni a colgar su abrigo en las perchas de la entrada, ni tampoco a jugar en su pequeño y acogedor patio. Tan solo queda esperar con anhelo y confianza que una familia joven con hijos devuelva la vida al pueblo.