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S. Fernández y Laura Negro
Valladolid
Viernes, 6 de noviembre 2020, 07:06
«Nos tomamos este parón en las visitas como algo necesario por su bien. En nuestra familia no hay una sensación de tristeza sino de agradecimiento por cómo están cuidando a nuestros mayores. Como sucedió hace unas semanas seguiremos en contacto por teléfono ... a diario, muy pendientes de cómo está y qué hace durante el día», explica Ruth de Frutos, quien se despedía ayer -al menos por quince días- de su abuela Mercedes Gómez, que acaba de cumplir 89 años. Las visitas por parte de sus tres hijos y sus nietos siempre han sido una constante desde que la residencia Tierra de Pinares de Portillo se convirtiera en su hogar hace tres años.
Especiales coronavirus
Durante media hora, Mercedes disfrutó de la compañía de su nieta en una sala habilitada para las visitas, donde la distancia de seguridad, el uso gel y mascarilla, la ventilación y desinfección de la habitación son una constante desde hace semanas. Con cero casos positivos desde la primera oleada de la covid, la dirección de la residencia cuadraba hasta ayer las agendas para que todos los residentes recibieran las visitas de los suyos, que quedan restringidas hasta nueva orden. «Nos toca volver de nuevo a las videollamadas, ¡qué remedio!», comentaban con resignación desde el centro de mayores donde 19 profesionales brindan por el bienestar de los 31 residentes que mantienen a raya la covid. «Aunque nos tengamos que despedir durante unos días de las visitas presenciales seguimos en contacto esperando que todo pase», remata Ruth De Frutos.
El 9 de agosto es una fecha marcada en rojo en el calendario de Gustavo Hernández y de su familia. Ese fue el último día que vieron en persona a su 'yaya grande', como llaman cariñosamente a su abuela Nieves Pérez, una de las usuarias de la Residencia Sancti Spiritus y Santa Ana, de Medina de Rioseco, donde recientemente se ha producido un brote de coronavirus. Desde entonces, Gustavo y su familia viven con el alma en vilo. «Mi abuela dio positivo, junto a otros 38 residentes. No tiene síntomas, pero la preocupación que tenemos es grande», cuenta este joven.
Nieves acaba de cumplir 94 años y lo ha celebrado sin los suyos. En agosto la residencia propuso un nuevo plan de visitas por lo que podía ir a verla un solo familiar, una vez a la semana, y siempre con distancia y sin contacto. Sus hijos María Jesús y Alberto se iban turnando hasta que hace 20 días suspendieron todas las visitas. «Está muy bien de salud, aunque muy sorda. De vez en cuando nos hacen una videollamada, pero como no nos oye, no entiende bien la situación y nos pregunta que por qué no vamos a verla. Tenemos una pena muy grande. Tampoco puede estar con sus amigos del pueblo, que viven en la misma residencia, porque están aislados por su seguridad. Me preocupa mucho la tristeza y soledad que pueda sentir», explica Gustavo.
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