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Una corza escapa entre el fotógrafo y unos paseantes en el pinar de Traspinedo Carlos Espeso

Los corzos ocupan ya una de las zonas más humanizadas del pinar de Traspinedo

Un numeroso rebaño de estos cérvidos sorprendió a los voluntarios que participan en la búsqueda de la joven desaparecida

Jueves, 20 de enero 2022, 12:47

A finales del siglo XX el corzo era un animal confinado en los valles cerrados de Soria y Burgos. Fuera de esas zonas, con mucha mancha forestal y muy cerrada y sin apenas presencia humana, este pequeño ungulado tímido, austero y excepcionalmente bien adaptado al ... bosque mediterráneo era una especie muy rara. En Valladolid, desde luego, no había población detectada en aquellos años de finales de la década de 1990.

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Menos de un cuarto de siglo después, lo que viene a ser un par de horas en términos ecológicos, esta especie de cérvido campa a sus anchas por las nueve provincias de Castilla y León, se han convertido en una fuente de ingresos para la administración económica por las tasas que hay que abonar para obtener un precinto con el que poder cazarlo y se han convertido en un agudo dolor de cabeza para los viticultores, a los que causan daños en las vides dada su querencia a ramonear los brotes verdes, ya que de ellos obtienen alimento y agua, y en un peligro en cualquier carretera que atraviese una mancha forestal densa.

El corzo macho huye a poca distancia del fotógrafo C. E.

Los corzos ocupan a sus anchas por todos los ecosistemas regionales, salvo los de alta montaña, pero lo más llamativo es que están perdiendo el miedo al hombre. Y eso es un aspecto que hay que vigilar. Las fotos de Carlos Espeso muestran varios aspectos interesantes. El primero: hay un macho y varias hembras, lo que indica que el proceso de apareamientos ha empezado. El segundo: que los animales estaban relativamente confiados, pues de lo contrario no habrían escapado cuando los humanos estaban tan cerca. Es cierto que había una batida en el pinar para buscar a la mujer desparecida en la zona y el rebaño estaba inquieto, pero en lugar de escapar se limitaron a moverse por un espacio no muy grande buscando cobijo. Hasta que se vieron acorralados. Un comportamiento poco habitual. La mezcla de tantos factores implica que las personas ya no infunden tanto respeto a los corzos y, por tanto, se vuelven potencialmente más agresivos en situaciones de estrés. Y el momento del apareamiento es especialmente difícil para los machos.

La causa de esta expansión de los corzos hay que buscarlas en dos hechos: el abandono del campo por parte de los seres humanos y el aumento de la masa forestal en la comunidad como consecuencia de la desaparición de zonas cultivables. No debe perderse de vista que España es de los pocos países del mundo en los que la mancha vegetal ha aumentado en lugar de decrecer.

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