Corrales de Duero: «Pinceladas sobre un extraordinario lienzo patrimonial»

De la necesidad nace la virtud así como de los usos y costumbres algunos topónimos. Es el caso de esta población que entre otras virtudes tiene la de estar al abrigo del valle del Cuco, generoso en manantiales y en otras bondades que lo hicieron ideal para que pastores se acogieran a su abrigo para cuidar de sus rebaños construyendo corrales para sus animales y chozos para resguardarse de la intemperie. De estas construcciones quedan vestigios.

Se consolidó así el nombre de Corrales pero podría haberlo hecho con el de 'Fuentes', porque el número de estas en su entorno y término ronda la docena. El elemento sólido ganó el pulso al líquido. O, quizá, sea mejor decir que armonizaron; esculpiendo el nombre el primero mientras que el segundo le ponía fluida banda sonora, la cual sigue fluyendo de fuentes como la de San Pedro o la de Valdemoral.

En este idílico decorado, antes de que la carretera que asciende por el valle se tome en serio la ascensión hasta el páramo en el que corona, sobre un montículo asienta sus cimientos Nuestra Señora de la Asunción. Se trata de un edificio construido en piedra entre los siglos XIII y XV, con posteriores reformas que llegan al XVIII, lo que no desvirtúa la estructura original.

Tiene tres naves sobre las que vuelan arcos apuntados que las compartimentan, cubriéndose la central con cañón apuntado y las laterales con crucería. La capilla mayor se remata con cúpula ornada con yeserías barrocas y, en sus pechinas, lucen relieves de los cuatro evangelistas con su simbología –Tetramorfos-. El presbiterio lo preside un singular retablo barroco en el que se ubica una talla de la Virgen de la Asunción, del siglo XVI, la cual –como los citados evangelistas-, ocupó el antiguo retablo mayor del cual también se reaprovechó un buen relieve de La Piedad.

De muy especial interés es una Virgen románica del siglo XII, así como dos pinturas sobre tabla de principios del XVI atribuidas al Maestro de Osma. Gótica es otra pintura sobre tabla encastrada en uno de los muros, y plateresco el retablo de los Santo Juanes. Del Maestro de Osma era el retablo mayor, erigido a San Miguel, con pinturas al óleo sobre tabla, ahora en el Museo Diocesano.

El templo retiene un gran patrimonio, alguna pieza agazapada, como la pequeña talla de una Virgen del XVII que halló el actual alcalde siendo niño, tras el retablo del altar. La confundió con una muñeca, pues mide 20 centímetros. Otro de los tesoros reaparecidos es una puerta tardorrománica.

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