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Donde hace no demasiado, en 2017, vivían monjas de la congregación de las Hijas de la Caridad, pronto se instalarán estudiantes y jóvenes de la provincia que buscan emanciparse en la ciudad. Con el contrato de obras ya adjudicado, la extensa segunda planta del centro residencial Doctor Villacián, al que las religiosas estuvieron vinculadas durante 141 años, comenzará en aproximadamente un mes su reconversión en residencia juvenil bajo el paraguas de la Diputación de Valladolid.
Las dependencias que un día estuvieron repletas de mujeres con motivación religiosa se fueron quedando grandes. Una planta en forma de anillo con más de 1.100 metros cuadrados, 28 habitaciones (una de ellas más grande, la de la madre superiora) y amplias y numerosas zonas comunes como biblioteca, salas de estar y de recepción, comedor y capilla por las que apenas transitaba gente. Demasiado espacio para poca vocación. Hasta que no les quedó más remedio que abandonar el edificio.
Hoy, siete años después, aún pervive el espíritu de lo que era la congregación. Está intacto. Prácticamente nadie, salvo estos últimos meses en ocasiones puntuales para realizar trabajos previos a la remodelación, ha atravesado sus anchos y profundos pasillos. Tan solo, de forma periódica, acude una religiosa a hacer pequeñas labores de mantenimiento.
Todavía se conservan los colchones donde en su día descansaban sor Buenaventura, sor María Luisa o sor Antonia. También los viejos sanitarios en los que se aseaban. Incluso cuelgan de las paredes calendarios y carteles con imágenes sagradas e instrucciones de uso de determinados aparatos como planchas o lavadoras. Todo eso desaparecerá, aunque se mantendrá su uso y los dormitorios y baños seguirán ejerciendo como tal en la futura residencia juvenil.
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En la capilla, justo enfrente de lo que será una sala de estudios, hace años que nadie escucha la palabra de Dios. Ya no es lugar de culto. En unos meses, según los planes de la institución provincial, será un espacio polivalente, una sala lúdica con mesas y un enorme proyector para que los jóvenes puedan pasar el rato. En lo que hoy es la sacristía se colocarán máquinas de vending. Manteniendo, eso sí, la esencia y el respeto hacia la estancia. «La capilla es un elemento singular de toda la residencia. Tiene una cristalera especialmente bonita que se va a mantener, pero la propia capilla se desacrilizará, si aún continúa así, y se va a desmontar el altar», explica el arquitecto supervisor del proyecto, Roberto Ruiz Capdevila, que destaca la «arquitectura especialmente buena» que ha permitido, junto con su uso reciente, conservar en tan buen estado las instalaciones.
La residencia contará con dos accesos independientes y estará dividida, en el imaginario colectivo, en dos partes: en un ala estarán 27 habitaciones individuales -cada una dispone de ducha y lavabo- junto con dos baños grupales y en otro, las dos habitaciones dobles, lo que en su día era el despacho y la habitación privada de la madre superiora, así como el grueso de las zonas comunes. Espaciosas y luminosas, entre las estancias a disposición de los residentes destacan la biblioteca, el comedor, dos terrazas (plantean la posibilidad de que en una se permita fumar), una sala lúdica y otra de lavado y planchado. «Es un emplazamiento muy grande, era un antiguo hospital psiquiátrico y ahora es un centro multiservicios; hay residencia de mayores, un centro de educación juvenil para menores con necesidades especiales y también un taller ocupacional. La idea es que se integre de forma independiente, pero en el mismo edificio, una residencia para jóvenes de municipios de menos de 20.000 habitantes», asegura el jefe del área de Servicios Sociales e Igualdad de Oportunidades, Vicente Herrero.
Además, el hecho de permanecer en el mismo edificio que usuarios del centro residencial contribuirá a establecer relaciones intergeneracionales entre jóvenes y mayores. «No será obligatorio, sino que buscaremos fomentar de manera voluntaria esa relación», comenta el director del centro, Juan José Zancada, que matiza que la idea es impulsar una especie de 'Banco del Tiempo', realizando actividades e iniciativas que impliquen a los internos de Doctor Villacián y a los jóvenes de la futura residencia. Las adecuaciones, si todo marcha bajo lo previsto, arrancarán en un mes, con un plazo de ejecución de cuatro meses. «Después de finalizar la obra y hacer la remodelación y el equipamiento, el plan es abrir al público y que los jóvenes puedan venir a partir de septiembre de 2025», incide Vicente Herrero, al tiempo que anticipa que no será una residencia exclusivamente para universitarios, sino que estará dirigida a jóvenes del medio rural vallisoletano, ya sean estudiantes o trabajadores.
«El máximo es de 31 personas, jóvenes de entre unos 14 o 16 años hasta unos 30. Todavía no está estipulado, tenemos que hacer un reglamento de organización y funcionamiento de la residencia y tenemos que hacer su ordenanza fiscal y su convocatoria para que puedan acceder a las plazas que ofrecemos», argumenta el responsable provincial del área de Servicios Sociales. La residencia, que implicará una inversión total de 331.575 euros, será «la primera de la provincia de Valladolid gestionada por una entidad pública». «Es una iniciativa pionera en nuestro territorio, porque la normativa va a ser propia de la Diputación y la gestión, propia y exclusiva de la institución para jóvenes de los municipios de menos de 20.000 habitantes», asevera.
A la hora de optar a alguna de las plazas, la Diputación establecerá una serie de criterios y requisitos. El primero, proceder de una localidad de la provincia de menos de 20.000 habitantes. Aunque aún están por concretar y definir, también tienen previsto tener en consideración otros aspectos como la proximidad a la ciudad. «Indicaremos seguramente por mayor distancia a la capital y también valoraremos los ingresos familiares», señala Herrero, quien comenta que «probablemente daremos preferencia a los jóvenes estudiantes sobre los que no lo sean, pero abriendo a trabajadores también». Respecto a este último extremo, en principio permanecerá abierta durante todo el año, es decir, no se limitará al calendario que dicte el curso.
Por último, en cuanto a las tarifas, la institución provincial «pretende que el precio sea inferior al de las residencias privadas». «Queremos que sea económico y rentable, porque la rentabilidad no solo es la económica para una institución pública como la Diputación, sino que se obtenga esa rentabilidad social, es decir, que haya jóvenes que en lugar de tener que viajar todos los días desde su municipio, puedan residir en la ciudad a un precio inferior al de las residencias privadas y al del alquiler de los pisos», concluye.
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Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
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