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En un mundo que avanza cada vez más rápido, los bares de los pueblos pequeños continúan siendo un refugio vital para los vecinos. Más allá de su función como lugares de encuentro para disfrutar de una bebida o un buen plato, los bares son auténticos ... epicentros de la vida social, cultural y económica en estas localidades. Desde hace unas semanas, Muriel de Zapardiel, una pequeña localidad de la provincia de Valladolid, ha perdido uno de sus pilares fundamentales.
Su único bar ha cerrado definitivamente, dejando a los vecinos sin uno de los pocos servicios que garantizaban la vida social. Este establecimiento, que durante años fue el epicentro de la actividad social, no era solo un negocio; era el lugar donde sus vecinos se reunían para charlar, jugar a las cartas o simplemente compartir un café mientras discutían los acontecimientos del día.
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Al frente de este se encontraba Carmen de la Insua, vecina de la localidad. «Ha sido una decisión difícil de tomar. Me pesaba mucho porque me daba pena que la gente se quedara sin bar donde acudir», señala. Hace casi cinco años, decidió tomar las riendas de este negocio, junto a su marido, en pleno covid. «Pretendía abrir la semana que declararon el estado de alarma en pandemia. Ya no pudimos y lo hicimos cuando permitieron trabajar a la hostelería», explica. Las condiciones no eran las más oportunas, pues habría límites en el aforo y en los horarios. Y aunque su arranque no fue nada fácil, rápidamente los vecinos se volcaron con ellos y comenzaron a ir a su bar.
El matrimonio no tenía experiencia previa en la hostelería, pues anteriormente trabajaban en el sector primario. «Nos dedicábamos a la hortaliza; teníamos invernaderos. También teníamos venta ambulante por los pueblos», comenta. Pero después de que su marido se rompiera el fémur y la cabeza del fémur, decidieron dejar esa ocupación. «Ese año no hicimos nada, lo defendimos como pudimos», asegura. Lo que no pensaban es que su próximo trabajo fuera a estar a escasos metros de su casa.
El bar de Muriel de Zapardiel se encontraba cerrado y pensaron en emprender un nuevo negocio. Los primeros meses fueron un poco duros, pero los años posteriores fueron «mucho mejores», apunta De la Insua. Poco a poco, este establecimiento se fue convirtiendo en un lugar de reuniones. «Se juntaba la gente para tomar el café, para echar su charla y para almorzar. La vida social de un pueblo en un bar es primordial», señala.
Pero hace unas semanas, Carmen decidió despedirse del bar. El principal motivo ha sido por salud mental. «Tenía mucho trabajo. El problema que he tenido es que estaba yo sola en barra y en cocina y no daba abasto. Abría sobre las siete y media de la mañana y en verano había días que hasta las tres de la madrugada no me iba a casa. Y al día siguiente me tenía que levantar pronto para volver a abrir y preparar. Gracias a mi marido a veces podía irme a descansar un rato a las tres de la tarde», puntúa. Además, su esposo se encuentra recién operado de una rodilla y tienen que intervenirle en la otra, su madre es mayor y necesita atención y en pocos meses será abuela. «Ha sido un cúmulo de cosas», relata.
«Agradezco a todo el mundo que ha venido al bar. En pandemia era entendible que no vinieran mucho, pero una vez pasó el miedo, los vecinos se volcaron. Y yo creo que también me volqué con ellos porque traje grupos de música y hacía fiestas», expresa De la Insua. Hasta ahora no tiene pensado qué hacer en el futuro. Lo que sí tiene claro es que no volverá a coger el bar en unos años. «De momento en casa, sí que intentaré hacer algo», comenta.
El local en el que se encontraba el Bar Muriel se trata de un espacio privado; una propiedad del propio alcalde. Agustín García, regidor del municipio, afirma que el impacto que ha tenido su cierre ha sido «muy grande»; ya no solo para el pueblo, sino también para las localidades colindantes. «Ya no nos juntamos los cuatro que somos aquí. Ya no tenemos ese contacto con nadie», manifiesta.
Y es que, no es el único establecimiento que ha bajado la persiana en la comarca de Medina. «Salvador de Zapardiel tiene el bar cerrado desde hace dos años y el de Lomoviejo también cerró», asegura García.
El primer edil ya se ha puesto manos a la obra para encontrar a otro posible arrendatario. «Por aquí lo sabe ya todo el mundo, pero lo voy a publicar en redes sociales y en la Mancomunidad Tierras de Medina», anota. La renta será prácticamente «simbólica»: 250 euros al mes. «Yo tengo la esperanza de que, quizá, alguien se anime a coger en febrero o marzo», añade. Y aunque ya han sido varios los que han preguntado por él, de momento ninguno se ha decidido.
La pérdida de este servicio ha supuesto un duro golpe para Muriel de Zapardiel. Esta localidad vallisoletana lleva años haciendo frente a la despoblación. Los últimos datos –referentes a 2024– del Instituto Nacional de Estadística revelan que había 111 personas censadas; cincuenta y cinco menos que hace una década y casi cien habitantes menos que hace veinte años. «Aquí la gente es muy mayor, todos están jubilados, excepto ocho o diez personas que estamos en edad de trabajar. Y de esas, dos están a dos años de jubilarse», concluye Agustín García.
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