Ver 67 fotos

El artesano Francisco Treceño enseña a los niños a tornear la madera Laura Negro

Valladolid

Casasola de Arión, un aula al aire libre donde la vida es la mejor lección

110 alumnos del colegio Lestonnac celebran una jornada de convivencia en el municipio donde los vecinos les organizan actividades para mostrarles los secretos de la vida rural

Laura Negro

Valladolid

Viernes, 20 de septiembre 2024, 19:35

Este viernes el pueblo de Casasola de Arión se transformó en una gran aula al aire libre en la que los profesores no llevaban bata ni tiza, sino martillos, azadas y buriles. Herramientas de unos oficios que han sido transmitidos de padres a hijos durante ... generaciones. 110 alumnos desde 1º de primaria a 4º de ESO y 17 profesores del colegio Lestonnac del barrio de Pajarillos de Valladolid se desplazaron hasta el municipio para participar en una experiencia única de convivencia y aprendizaje, en la que los lugareños se convirtieron en los mejores maestros que se podrían imaginar.

Publicidad

Desde el primer momento, el pueblo entero se volcó en hacer de esta jornada una experiencia inolvidable para los alumnos, quienes no tardaron en darse cuenta de que cada esquina de Casasola tiene una historia que contar. El artífice de esta iniciativa fue Simón Martínez, un vecino ya jubilado que al saber que el colegio estaba interesado en ir a su pueblo se puso manos a la obra, contactó con el resto de vecinos y les implicó para organizar distintos talleres participativos. «Hemos formado un grupo que hemos llamado 'Trasloteros', como un pago que hay aquí. Nos hizo muchísima ilusión que Casasola se llenase de niños, aunque fuese solo por un día», indica entusiasmado este veterano.

Jesús Rico, agricultor de toda la vida, llevó sus tractores al Parque Municipal para que los niños conocieran de cerca las herramientas del campo. Uno de ellos con casi medio siglo de antigüedad, causó sensación entre los más pequeños. Antonio, un pintor ya retirado, disfrutó de lo lindo ayudando a los estudiantes con el azadón y la pala para plantar unos pinos. El artesano Francisco Treceño les enseñó a trabajar la madera. Con el torno en funcionamiento, demostró cómo un simple trozo de madera puede convertirse en una obra de arte con solo un poco de destreza y mucho amor por el oficio. Los ojos de los alumnos brillaban al ver las virutas caer al suelo, mientras torneaba una pequeña peonza. «Este taller es de la época de vuestros bisabuelos y tatarabuelos. Aquí se construían aventadoras. Casasola llegó a ser muy famosa en toda España por la construcción de estas máquinas agrícolas», les contó.

Uno de los momentos más destacados de la jornada fue la clase magistral de Rafa Fradejas, el herrero del pueblo. Con el yunque y el martillo en mano, Rafa mostró a los estudiantes cómo, con fuerza, paciencia y dedicación, se puede transformar el metal en algo muy útil para las labores del campo. Las chispas volaban mientras cada golpe resonaba en el taller, pero lo más impactante fue la pasión que este profesional le puso a la hora de explicar su oficio. «Soy la tercera generación de herreros de mi familia y también la última», señaló con cierta nostalgia.

Publicidad

Otra de las actividades que más gustaron fue la organizada por el emprendedor local Carlos Burgos, en su espacio creativo DONDE GENTES. Allí los niños pudieron construir y pintar unas pajareras que luego todos colgaron en la plaza del pueblo. Además, pintaron también unos viejos tocones de madera que simbolizaban unas palomas y las llevaron hasta un viejo palomar del pueblo. «Este es un pequeño acto que hemos preparado en homenaje a un artista local recientemente fallecido, Francisco Mateos, quien en su día también hacía estas palomas», explicó Burgos.

Iván Clavero y su mujer Elsa, aficionados a estudiar la historia de su pueblo, hicieron de guías improvisados por los rincones más bellos. Los pequeños se maravillaron ante el viejo reloj del año 1890 que corona el ayuntamiento y que es símbolo vivo de la historia de Casasola. Allí pudieron también saludar a Jorge Martínez, el alcalde, quien les dio la bienvenida. Conocieron donde la iglesia y la antigua centralita de telefónica. «¿Tenía wifi?», preguntó uno inocentemente.

Publicidad

Los niños disfrutaron del vuelo de las águilas, cogieron girasoles y vieron una cosechadora de cerca, algo que muchos sólo conocían por la televisión. Noelia Rodríguez, directora del colegio y Maruchi García, una de sus profesoras, que desciende de Casasola, se mostraban entusiasmadas de ver cómo al final del día, los estudiantes regresaron a Valladolid con las manos sucias, pero con el corazón lleno de nuevos aprendizajes y experiencias. «Ha sido una jornada muy bonita. Todos los años celebramos un día de convivencia a principio de curso y queríamos conocer cómo es la vida rural y oficios que casi están en extinción. Agradecemos muchísimo cómo se han volcado los vecinos con nosotros. Muchos de nuestros alumnos no tienen pueblo y para ellos es toda una experiencia», señalaron.

Para los voluntarios que participaron también fue un día muy especial. «Estoy muy feliz porque los niños se lo han pasado bien, pero sobre todo estoy muy feliz de ver Casasola tan lleno de gente. La unión de los vecinos ha demostrado que no hacen falta pizarras ni libros para enseñar lo más importante en la vida. Solo hacen falta personas comprometidas y dispuestas a compartir lo que saben a aquellos que quieren aprender. Espero que estos niños recuerden siempre este día», concluyó Simón, organizador de la cita.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

0,99€ primer mes

Publicidad