Las bicis en la parte de atrás de la Casa del Médico (que primero fue la del Cura) y un candado de seguridad en la verja de la entrada que da la fachada principal, que se da de bruces con la travesía de Valbuena y ... el incesante goteo de coches, es la primera pista de que el inmueble ya está habitado de nuevo y hay niños en él. Alfonso Velasco Martín-Calero, de 35 años, es el adjudicatario del concurso que el Ayuntamiento convocó el pasado abril con el fin de que la centenaria vivienda, tras su rehabilitación a través de un programa de la Junta de Castilla y León, fuera ocupada por una familia con niños pequeños que se asentara en el pueblo. Había que salvar la escuela.
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Los salvadores del colegio, Tony, de 7 años, y Alfonso, de 4, son sus hijos. Junto con los otros tres pequeños que viven todo el año en la localidad, acudirán el próximo curso al centro docente del pueblo. Mientras tanto, los menores apuran el verano y «hacen panda» con aproximadamente la veintena de niños que veranean en Valbuena, donde la población, explica la nueva alcaldesa, Eleazar Moro Martín (CCD), ha pasado en estos meses de estío de los 411 habitantes que suman Valbuena y la pedanía de San Bernardo «fácilmente, al millar de personas». Más del doble.
Esta familia monoparental procedente de Valladolid capital se ha instalado hace apenas dos meses y todavía están haciendo suyas las estancias de la gran casa, que comparten con dos gatos. Alfonso junior ha decidido que el pequeño armario rojo de su habitación donde guarda juguetes le sirva también a él de refugio, pues el niño cabe perfectamente en su interior. Dice que «de mayor» quiere ser «ingeniero de estructuras», le llaman mucho la atención los legos. De atender a ambos hermanos mientras el padre está en el trabajo, se ocupa una vecina del pueblo, Janneth García Moreno.
El adjudicatario de la vivienda municipal, que es cocinero, está inmerso actualmente en el proyecto enogastronómico de la bodega Dehesa de los Canónigos, ubicada a pocos kilómetros de Valbuena, en pleno corazón de la Ribera del Duero. «Conocía al director de la bodega desde hace tiempo, así que el empleo no ha sido una casualidad; lo que sí fue por casualidad fue lo de la casa. Mi madre me lo contó y eché la solicitud. El 22 de junio me la adjudicaron a mí y a mis dos hijos. Hubo bastantes solicitudes y el Ayuntamiento estudió las peticiones de tres o cuatro familias. Finalmente resultamos seleccionados al cumplir todos los requisitos», explica el adjudicatario. «Y estamos encantados con esta vida tranquila, el cambio nos ha venido muy bien», reconoce.
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El joven padre no ha tardado en hacerse un hueco en el pueblo y asegura que se siente «como un vecino más, al igual que los niños, que tienen más libertad y sus amigos vienen a casa, para ellos todos los días es una nueva aventura. Todos los vecinos, desde el minuto cero, nos han ayudado con la casa, dispuestos a hacernos cualquier favor o resolver cualquier duda». La integración de los nuevos moradores de la Casa del Médico en la vida social del municipio ha sido rápida. Pilar, la vecina puerta con puerta, que ha salido de su vivienda a la llegada del pescadero ambulante, corrobora que su nuevo convecino «ya es uno más del pueblo». Durante las fiestas, cuenta la alcaldesa, «Alfonso ha colaborado mucho, ha organizado un master chef que ha tenido un gran éxito» y éste aprovecha la coyuntura para recordar a la regidora que estaría bien que se cambiaran las ventanas de la casa antes de que llegue el invierno. El contrato de alquiler estipulado es de 150 euros al mes.
Subraya Eleazer Moro que la llegada de los nuevos vecinos al pueblo «no solo significa que el colegio pueda seguir abierto, sino que han aportado más cosas, porque el padre es una persona muy colaborativa, que trae ideas muy avanzadas para dinamizar mucho el pueblo, están plenamente integrados». A la alcaldesa le gustaría que más gente nueva con niños pequeños pudiera instalarse en la localidad, que tiene una población escasa y cada vez más envejecida. De hecho, explica, «nos está llamando mucha gente con tres o cuatro niños, pero lamentablemente no hay casas para alquilar, ni en Valbuena ni en San Bernardo. Las casas que están vacías, algunas de ellas, muy bien rehabilitadas, son casas de familias del pueblo, segundas residencias para vacaciones. Este es un pueblo de labradores, somos de comparar y mantener el patrimonio, las casas pasan de padres a hijos... Lo que nos gustaría es que los jóvenes se asentaran aquí y no se fueran, y si tienen niños, mucho mejor».
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