![La bibliotecaria sin rostro de Vizcaya ya lo tiene](https://s1.ppllstatics.com/elnortedecastilla/www/multimedia/201910/28/media/cortadas/bibliotecaria-kn0B-U90522648271TsG-984x608@El%20Norte.jpg)
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«Queremos ponerle cara», anticipaba Mikel Zabala, comisario de la exposición sobre los orígenes de la Biblioteca Foral de Vizcaya. Se refería a Julia Martín Revuelta, la primera mujer que fue técnico de la institución. En la muestra 'La biblioteca infinita' únicamente puede verse su firma, acompañada de unas pocas líneas. «Su nombre solo aparece en catálogos. Tenemos su firma, pero ninguna foto de ella», reconocía días antes Zabala. El jueves, día internacional de las bibliotecas, sus hijas recuperaron del olvido a una mujer relegada en su carrera profesional por ser mujer.
«Una amiga me llamó y me dijo que hablaban de mi madre en el periódico (El Correo). Me emocioné», recuerda Rosalía García Martín, de 84 años y la hija mayor de Julia Martín Revuelta, una mujer casada con un maestro de Piñel de Abajo, donde veraneó durante toda su vida y donde descansan sus restos (falleció en 1996). A sus hermanas Pilar e Inmaculada, de 82 y 81 años, les pasó lo mismo. Veintitrés años después del fallecimiento de su madre, se les presentaba la oportunidad de «reivindicar su figura» porque, lamentan, en un mundo de hombres, fue arrinconada hasta extremos impensables hoy. «De lo mal que lo pasó, no quería que de ninguna manera nosotras trabajáramos fuera de casa», recuerda Inmaculada.
Julia Martín Revuelta nació en Bilbao el 6 de abril de 1904, hija de un maestro de taller de la fábrica de Echevarría y una ama de casa que había tenido una mercería en la calle Ronda, que dejó al casarse con Lucio, un maestro vallisoletano que recaló en Bilbao. «Ya en la escuela, la maestra les dijo a mis abuelos que mirasen a ver qué iban a hacer con la niña, porque se la veía inteligente. Mis abuelos, que eran gente muy sencilla, la mandaron a estudiar a la Escuela de Magisterio, que estaba donde está ahora el colegio Cervantes», indica Rosalía. Y en febrero de 1922, con 17 años, entró a trabajar en la Diputación como «escribiente temporera para la Sección de Cultura Vasca», según recogen los documentos que guarda la familia.
Cuando la Biblioteca se trasladó en 1929 del Palacio Foral al edificio de Astarloa y se convocaron oposiciones para ampliar la plantilla, Julia se presentó. Sacó la primera plaza, por delante de los demás aspirantes, todos hombres. «Lo sufrió. Lo primero que hicieron fue anular el destino reservado para el número uno porque era mujer», afirma Inmaculada. «La arrinconaron totalmente», coinciden las tres hermanas. «Su labor no se veía porque estaba en el depósito catalogando los libros nuevos. Estaba encantada con su trabajo porque le gustaban los libros, pero no con el ambiente. Era la que, cuando alguien pedía un libro, lo mandaba arriba en el montacargas. No tenía ninguna relación con el público», explica Pilar. Su mesa de trabajo del primer piso estaba junto a una ventana del chaflán de Astarloa con Rodríguez Arias. «Nosotros la veíamos desde la calle cuando salíamos de la escuela o del instituto y veníamos a la Biblioteca, que era nuestra segunda casa».
En 1932, ya casada con el maestro nacional Lucio García Sanz –hijo de un maestro que ejerció la docencia en Piñel–, ve ampliada su jornada laboral a la tarde. «Eran demasiadas horas de trabajo para atender a una familia. En casa tuvimos a una muchacha interna estupenda»», recuerda Rosalía. A diferencia de sus compañeros, Julia no firmó en 31 años ninguna publicación aparte de los catálogos, algo que sus hijas achacan a su marginación. «Sus compañeros la veían como una amenaza. Era una mujer muy inteligente y trabajadora. En otras circunstancias hubiera destacado», sostiene Inmaculada. Su esposo murió en 1945, y ella siguió catalogando libros hasta que se jubiló el 29 de febrero de 1960 con una «pensión anual de 82.443 pesetas». Salió de la Biblioteca y cayó en el olvido, aunque no para sus tres hijas, diecisiete nietos y «muchos» biznietos. Sus restos reposan hoy junto a los de su marido en Piñel y parte de sus descendientes residen en Valladolid.
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