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Su edad les convierte en los más vulnerables. Los mayores se ven cada vez más relegados por la vorágine de lo digital en el sector bancario. Reclaman atención presencial para sus gestiones más básicas, como actualizar sus cartillas o disponer de sus ahorros. No saben ... hacer transferencias por internet, tampoco saben interactuar con el cajero. Se ven incapaces de aprender complicadas contraseñas o descargar apps para ellos indescifrables. Muchos tampoco tienen coche para desplazarse al pueblo vecino. La digitalización les queda lejos y solo quieren, ser atendidos personalmente.
El pasado viernes, Villanueva de Duero vio cómo tras cinco décadas de buen servicio, su oficina de Unicaja echaba el cierre definitivo. Lo mismo ha ocurrido en Santovenia de Pisuerga, Mucientes, Fuensaldaña, Montemayor, Traspinedo, Becilla de Valderaduey y la Seca, aunque Fuensaldaña y Santovenia de Pisuerga, al menos tendrán la 'suerte', de mantener sus cajeros activos. En la mañana del lunes, varias decenas de vecinos de Villanueva se reunían frente a la oficina ya cerrada de la calle Real. Iban provistos con carteles que expresaban su descontento.
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Allí, junto a los manifestantes, estaba también su alcalde Edilberto Ruiz Frontela, haciendo presión con el resto de vecinos. «Ni el cajero nos dejan. Ya está fuera de servicio. Nos sentimos impotentes por la situación, pero no pararemos hasta hacer ver a los directivos de Unicaja que están dejando indefensas a muchas personas. Se trata de un servicio indispensable para todos y especialmente para las personas más mayores, que tienen más dificultades para desplazarse hasta las oficinas más cercanas, que son las de Valladolid o en Serrada», argumentó el primer edil.
Villanueva tiene 1.300 vecinos censados, muchos de avanzada edad y todos piden que al menos, les mantengan el servicio dos días por semana, como tenían hasta el pasado viernes. «Es un problema gravísimo y no hay nada que lo justifique, ya que económicamente no les supone nada mantener unos servicios mínimos. También para el comercio y las empresas del pueblo es un gran trastorno, ya que no podrán realizar sus gestiones ni depositar la recaudación diaria. Entre todos los pueblos afectados, sumamos una población de 14.000 habitantes, y vamos a pelear por lo que es justo», avisa Ruiz Frontela.
Una de las más indignadas con esta decisión es Dulce González, de 68 años, que levanta la voz para clamar la injusticia que para ella supone este cierre. «¡Nos han dejado tirados!», exclama. «Ante todo somos personas. Nosotros necesitamos el banco, pero él también nos necesita a nosotros, porque si todos sacamos nuestros ahorros, a ver qué hacen. Cuando ellos necesitan dinero, bien que se lo piden al Estado y… el Estado somos todos», dice esta vecina.
La pandemia ha acelerado la tendencia de la digitalización bancaria y sus planes de ajuste en las plantillas. En el año 2021 se cerraron más de 3.000 oficinas en toda España (19,4%).
En el caso de los pueblos, la clausura de sucursales es un grave problema para muchos de sus vecinos. «Al medio rural no se le respeta. Esto no es igualdad y lo único que consiguen es que los pueblos mueran. Yo no tengo ni idea de Internet. El móvil lo manejo malamente. No tengo aplicaciones ni entiendo por qué las tengo que instalar. Yo tengo mi dinero en el banco y son ellos los que me tienen que dar el servicio a mí y no hacer que dependamos de los hijos o de los nietos para que nos lleven hasta Serrada», argumenta Dulce González.
A punto de cumplir los 88, María Herminia Poncela ni siquiera tiene un smartphone. «Yo de esos móviles avanzados no entiendo nada de nada. El cajero no lo he usado nunca y ahora no estoy para aprender. Necesito tener actualizada la cartilla para ver todos mis gastos e ingresos. La última vez que vine, como me dijeron que cerraban, fui previsora y saqué más dinero que de costumbre para no quedarme escasa», dice. Su vecina Concha Álvarez, de 77 años tampoco sabe cómo solventar este problema que se le presenta. «No tengo hijos y ¿cómo voy a molestar a mis vecinos cada vez que necesite sacar dinero?», pregunta preocupada. «Los bancos han ganado mucho a nuestra costa y ahora nos dejan tirados», se queja.
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