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Diego del Pozo ondea la bandera del colectivo LGTB frente al Ayuntamiento de San Miguel del Pino. R. Jiménez
El armario sigue cerrado en el medio rural vallisoletano

El armario sigue cerrado en el medio rural vallisoletano

El miedo al qué dirán, a sentirse un «bicho raro», aún prevalece en los municipios de la provincia

Eva Esteban

San Miguel del Pino

Lunes, 9 de diciembre 2019, 08:18

«En el pueblo es más difícil porque la gente habla». Lo dice Diego del Pozo, un vecino del pequeño municipio vallisoletano de San Piguel del Pino, con apenas 340 habitantes censados en 2018, aunque esta opinión la suscriben todos los nombres que comparecen bajo estas líneas. Es homosexual. Salió del armario cuando estaba cerca de cumplir la mayoría de edad. Hasta los 18 –ahora tiene 36 años– optó por seguir el «canon de la sociedad» –«salía con chicas», cuenta– por el miedo al qué dirán. Para «evitar conflictos».

Pero de la noche a la mañana, su cabeza hizo 'clic'. No podía más. Tampoco quería. El hecho de saber que la gente, sus vecinos, podía «hablar» sobre su orientación sexual le atormentaba. Copaba todos sus pensamientos. «Es lo más duro, es lo que peor se lleva, se lleva mal», reconoce este joven, técnico de Enfermería. «Ya no solo es que no te atreves a decirlo, sino que encima tienes ese miedo a que se lo diga otra persona y de la manera en la que se lo comente», continúa.

Él, como el resto de personas que han accedido a dar su testimonio, sufrió acoso en el instituto por el mero hecho de ser gay. Fueron unos años difíciles. «Se te apartaba y se te insultaba, era bastante complicado; siempre tenía que haber alguien: el gordo, el de los granos y yo, el marica», comenta.

Coge aire. Sonríe. Tiene los ojos vidriosos y las manos, temblorosas. Mira con «orgullo» al pasado y al futuro, con «optimismo». Confía en que se «siga avanzando». «Aún existen trabas, no tantas como antes, pero ahí están; hemos avanzado un poquito, aunque todavía queda», sostiene.

El armario continúa cerrado en muchas zonas del medio rural vallisoletano. El miedo al qué dirán, a no ser aceptado, a sentirse un «bicho raro», aún prevalece. La homofobia aún provoca el éxodo desde el mundo rural al urbano. El temor a vivir situaciones como estas hace a muchos jóvenes plantearse el traslado a ciudades como Valladolid o Madrid. En una ciudad «cuesta menos». Allí eres «invisible». Puedes pasar desapercibido con «más facilidad» que en los municipios. El abanico de estilos de vida es más amplio. Eliges el ambiente en el que quieres moverte. En un pueblo es «A, B o C».

Karma –nombre ficticio– es un joven de 18 años vecino de Cigales. Desde hace dos, aunque va y viene todos los días, hace vida en la capital vallisoletana por los estudios. Le «gusta» ponerse tacones y vestirse con ropa de mujer «de vez en cuando». Le miran «mal».

Recorrido por delante

Hace ahora dos años salió del armario. El hartazgo de recibir insultos por la calle, de sentirse aislado, se antepuso a todas las cosas. Le provocó «muchísima inseguridad» sobre sí mismo. Aún se lame las heridas. Se le atragantan las secuelas. «Uno no se recompone de un día para otro», explica. «Si en una ciudad a veces es complicado, imagínate decir que eres gay en un pueblo», incide.

A Jesús Barrio Caamaño, un joven de 30 años residente en Valladolid, aunque vecino de Melgar de Arriba hasta que cumplió la mayoría de edad, le «costó» decir públicamente que era homosexual. Que le gustaban otros hombres. Lo tenía «bastante claro», pero no dejaba de pensar en su madre. En qué diría. «Sabía que me iba a apoyar, y así fue, pero por entonces decirlo era como asumir una deuda, era como reconocer que iba a tener problemas de por vida», apostilla. Él, como Diego y Karma, sufrió acoso por parte de sus compañeros. «Hubo dos años en los que vivía atemorizado;iba con dolor de barriga al colegio. Me daban collejas, pero nada que me haya traumatizado, me han dolido más palabras».

Todos coinciden en dos aspectos: se ha avanzado en la aceptación del colectivo LGTB, aunque sigue sin ser «nada fácil» salir del armario en un pueblo. Queda mucho camino por delante. Por recorrer. La meta está más cerca.

«La falta de conocimiento es la principal barrera; aún existe mucho rechazo»

La «falta de conocimiento» e información es la principal barrera a la que se enfrenta el colectivo LGTB en la provincia. Así lo confirma la presidenta de la Fundación Triángulo en Castilla y León, Yolanda Rodríguez, quien incide en que cuando se supera ese obstáculo, todo cambia. A mejor. «El hecho de hablar con normalidad sobre el colectivo rompe muchos esquemas a la gente que pensaba que son bichos raros, que no tienen nada que ver con ellos», sostiene.

«Ven que son personas igual que ellos, que tienen una orientación sexual diferente, pero los mismos problemas e inquietudes», continúa. Además, coincide con los testimonios de Diego, Jesús y Karma en lo relativo a salir del armario en el pueblo o en la ciudad. En esta última, dice, es «más fácil». «En un pueblo al final todo el mundo se conoce, sabe quién es tu familia y al final es un entorno muchísimo más cerrado, mientras que en una ciudad tienes diversos entornos en los que puedes elegir por dónde moverte, el ambiente», argumenta.

La Fundación Triángulo mantiene desde hace cuatro años un programa de actividades con la Diputación de Valladolid, en el que se elaboran, entre otras iniciativas, folletos informativos dirigidos a jóvenes y personas mayores para «aclarar conceptos y romper mitos».

Asimismo, según asevera, se llevan a cabo exposiciones en diferentes municipios, así como charlas en institutos de la provincia enmarcadas dentro de un programa de prevención de violencia entre iguales. «Queda mucho recorrido, mucho por hacer; aún sigue habiendo rechazo, pero algo sí se ha avanzado», concluye.

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